Ese gran pensador que fue Miguel de Unamuno aseveró que “solo los que aspiran a lo absurdo conquistan lo imposible.” Y absurdo sería que hoy por hoy Washington levante su dinosáurico bloqueo a Cuba. Eso pudo haber ocurrido cuando el presidente Kennedy o tal vez cuando Barak Obama. Pero bien lo dice el refrán: cuando no hay peces, el cangrejo es pez. Y el bloqueo no solo persiste, sino que siguiendo el legado del desafiante megalómano Donald Trump se ha recrudecido en la presidencia de una personalidad que resulta tan deslumbrante como un farol apagado y además rodeado de indoctos Secretarios universitarios.
Por lo tanto, frente a tales personajes continúan caravanas de autos con banderitas flameando al aire y carteles en las ventanillas llamando al fin del bloqueo. Intentan, ya por más de veinte años, lo hasta ahora imposible en una sociedad imperial donde lo que se hace no es por el bien común, sino por el afán de lucro y que el Papa Juan Pablo II catalogó de capitalismo salvaje. Pero los caravanistas consideran que algo se debe hacer, que lo difícil también se puede lograr y continúan cada último domingo de cada mes sonando los claxon de sus autos en un Miami de cubanos que en su mayoría creen solo en lo que la ambición y el odio quieren que crean.
En sus inicios, desde la Alianza Martiana, recién creada, era Andrés Gómez, quien iba a la policía a pedir permiso para cada caravana, el que siempre le daban. Andrés mucho honor merece por ser quien creara la admirada Brigada Antonio Maceo, cuyos jóvenes integrantes fueron los conocidos Maceitos que luchaban contra el bloqueo y en favor de los intercambios académicos y mucho que contribuyeron a crear amistosos vínculos entre emigrados y residentes de la Isla cuando alegres a Cuba iban y junto al pueblo hacían trabajos voluntarios en la construcción y la agricultura.
Esas primeras caravanas, las que ahora bien podríamos catalogar de incansables por sus más ya de dos décadas de existencia, patriótica y festivamente comenzaron a recorrer varios kilómetros por calles y avenidas de Miami.
Y como siempre, lo mismo ayer como hoy, en sus puntos de concentración para iniciar sus recorrido se presentan esos que viven de un feroz cuento anticubano y que por más de medio siglo han tenidos la oportunidad de irse a pelear a Cuba, como como hizo José Martí o los revolucionarios que derrocaron al criminal dictador Fulgencio Batista (el cual contaba con todo el apoyo de los Estados Unidos), pero prefieren hacer su lucha comiendo pastelitos y tomando café en el Versalles, desde refrigerados estudios de televisión o presentándose donde los caravanistas inician su recorrido para vomitarles improperios, muchas veces con los más chusmas gestos y palabras.
Así es. Es que estamos en Miami, pero las caravanas, ahora integradas también por otros grupos de cubanos, como los de, el Círculo Bolivariano, la Brigada Antonio Maceo la Asociación José Martí o Puentes de Amor, no dejan de circular con sus autos engalanado sus recorridos con las banderitas de la estrella solitaria y carteles en las ventanillas llamando al fin del bloqueo, el más prolongado de la historia de la humanidad, el cual es rechazado años tras año por la casi totalidad de los países del mundo en la Asamblea General de las Naciones Unidas, menos por Estados Unidos e Israel y por la abstención de cuando más dos o tres votos.
¡Más de veinte años! ¡Sin dudas que incansables y patrióticas son! Y, sobre todo, tomando en cuenta que se realizan aquí, en Miami, ciudad que se conoce como la capital del sol, y que resulta también la capital del odio!
Para RadioMiamiToday Nicolás Pérez Delgado.