Sin apagarse los ecos del letal atentado en Cocus City Hall de Rusia, el ISIS-K, la agresiva y letal rama afgana del Estado islámico, se atribuyó la autoría, afirmación respaldada por los servicios especiales de Estados Unidos y otros países occidentales y puesta en duda por sus colegas rusos.
Por primera se conoce el extraño caso de que la culpabilidad de terroristas islámicos confesos es puesta en duda por la víctima. El curso de los días refuerza la primera tesis, mientras los servicios rusos insisten.
Debido a la evidencia que aporta la condición islámica de los autores materiales del reciente ataque terrorista en Moscú, algunos organismos, voceros y personalidades rusas se esfuerzan por vincularlos a Ucrania y occidente. Tal vez, así se evitan tensiones prematuras que pueden gestarse con los musulmanes rusos, con vecinos que profesan esa fe, incluso aliados o compañeros de viaje en sus empeños bélicos en Siria y Ucrania.
A la docena de detenidos en Moscú, todos islámicos, se suman 15 apresados en Tayikistán y otros en la república rusa de Daguestán, donde se investigan los probables vínculos con ISIS-K, rama extremadamente radicalizada del Estado Islámico que atacó en Moscú.
La cautela rusa puede formar parte de los esfuerzos que durante años ha realizado el presidente Vladimir Putin para mantener bajo control la cuestión islámica, que es en Rusia la segunda religión y amenazó con desbordarse con el colapso soviético y la disolución de la URSS.
Aunque los datos no son precisos, en la Federación Rusa existen más de diez millones de musulmanes que forman parte de las poblaciones de la región del río Volga, los montes Urales y varias repúblicas y provincias. En Moscú hay entre 300.000 y un millón de ellos. La mayoría emigrantes de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central y el Cáucaso. En la capital rusa funcionan cuatro mezquitas y en todo el país 8.000
Con el fin de la Unión Soviética y la desactivación del ateísmo que fue allí y en los países del socialismo real, una “religión de estado”, se incrementó la práctica de todas las religiones, entre ellas el islam, existiendo el peligro de que se politizara y se radicalizara como ocurrió en otros lugares.
El presidente Putin, uno de los ex soviéticos que recuperó su fe cristiana auspicia cierto grado de tolerancia religiosa, permitiendo la creación de templos cristianos, sinagogas, mezquitas y madrazas. La libertad de cultos facilitó el peregrinaje a la Meca, el establecimiento de organizaciones y centros culturales, mezquitas y madrazas, así como publicaciones islámicas. En Kazán, el mayor núcleo musulmán después de Moscú, funciona la universidad islámica de Rusia.
Aunque fue inevitable el auge de la militancia musulmana con intensos matices de yihadismo, Putin administró el conflicto étnico y político, asociado al independentismo en Chechenia y reprimió los brotes de terrorismo, evitando que la guerra, étnica y política, pasara a ser también religiosa.
Las operaciones terroristas de ISIS-K, en plazas protegidas como Irán y Moscú, donde incluso operan agentes extranjeros que, esta vez, tuvieron capacidad para advertir que algo se tramaba. Los recientes atentados evidencian, tanto la capacidad de las entidades terroristas no estatales para operar en el extranjero y realizar acciones de impacto global, como la necesidad de coordinación internacional para enfrentarlas.
Las especulaciones, acusaciones y absoluciones sin evidencias, sobre todo aquellas realizadas por organismos y personalidades, así como por comentaristas, presuntamente calificados, en lugar de aportar, confunden, desorientan y contribuyen a eternizar el misterio.
Los lamentables actos terroristas en Irán y Moscú indican la necesidad de lograr la paz para poner orden y liquidar todo tipo de terrorismo. Allá nos vemos.