Tal y como están las cosas, tal vez algunos no van a creer que una respetable personalidad política con tremendas obligaciones, aunque  en ese momento no tanto como tendría poco después, fuese quien aseverara lo que aseveró en el histórico sitio de la Plaza de Armas, que alberga el Templete, el Palacios de los Capitanes Generales, el Castillo de la Real Fuerza y el Palacio del Segundo Cabo. 

     También allí, por la calle Obispo y hasta 1953 estuvo la segunda embajada de Estados Unidos, muy visitada por Hemingway durante la Segunda Guerra Mundial cuando en su yate salía a cazar submarinos alemanes por la costa norte de la Isla. Poco después, en marzo de 1949, tal sede diplomática fue apedreada por una manifestación de estudiantes de la Universidad y del cercano Instituto de La Habana en repulsa a la acción de los marines que en la noche anterior mancillaron la estatua de José Martí en el Parque Central. Entre aquel torrente de indignados jóvenes se encontraban Fidel Castro, Alfredo Guevara y Max Lesnix, el único de ellos con vida y director de esta Radio Miami. 

     Y es que el 20 de mayo de 2016 aquella respetable personalidad política allí expresó: “Hemos reconocido que la política de hostilidad hacia Cuba ha sido un error.

     Y agregó: “Si Cuba se siente como una fortaleza sitiada, y teme que sus opositores estén al servicio de una potencia extranjera, quisiérmos reiterar aquí que no tendrán ninguna razón para percibir amenaza de nuestra parte.” Y más: “…Hemos venido a conjurar una vez más, junto al pueblo cubano, el fantasma de la Enmienda Platty no será nuestra intención hacer prevalecer forma alguna de ingerencia de nuestra parte en la soberanía cubana…”

     Así dijo, decidido, democrático y puntual el entonces vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden. El presidente Obama aplaudió, Raúl Castro aplaudió, Díaz Canel, que todavía no era presidente, aplaudió, el pueblo de Cuba aplaudió. El Imperio seguía siendo Imperio, pero con más sensatez. En fin, vecinos éramos.

      Pero una mariposa voló y el tiempo pasó y un lustro después el mismo Joe Biden, ahora el nuevo inquilino de la Casa Blanca, parece olvidar aquellas justas palabras suyas y mantiene contra la Isla la misma agresiva política que intensificó su rústico y fascistoide antecesor.

     Alguien mal pensado, tal vez pudiera creer que en este caso Biden actúa respecto a Obama similar al ecuatoriano Lenin Moreno respecto a Rafael Correa. Pero no. ¡No ha de ser! Su historia es diferente y no parece ser esa su estirpe. Sus anales, sin duda, son superiores a las del tal Lenin de pacotilla. En sus ya seis meses de gobierno ha marcado serias diferencias con Donald Trump respecto a la misma pandemia y a ciertos temas internacionales. Sin embargo, no se entiende que con los ojos cerrados y la lengua en off  (apagada) mantenga las mismas troglodíticas y feroces medidas contra la Isla de quien con mentiras e incluso violencia trató de impedirle la asunción presidencial y todavía hoy lo acusa de asentarse en la Casa Blanca gracias a fraude electoral.

      Y resulta que el pasado mes de mayo leímos un titular del Miami Herald que decía: “Niños de la Florida no pasarán hambre en verano gracias a medida del gobierno de Biden.” Por supuesto que nos alegramos, pues se trataba de que cuando las escuelas cerraran por las vacaciones los niños seguirían recibiendo sus alimentos.

     Sin embargo, no pude dejar de pensar que en Cuba también había niños y que la política trumpiana, de ese acoso cerrado que Biden sostiene respecto a la Isla intenta, –Sí, señor mío, en la práctica así es–, intenta  promover que niños cubanos y sus padres y sus abuelos y sus tíos y sus padrinos y sus vecinos tal vez tengan que pasar hambre, y no solo en verano, sino en todas las estaciones del año y que cada día sufran más necesidades materiales, que les falten hasta medicamentos esenciales, tal como en memorandun secreto de 1962 el Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos expuso “para provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.” Atrocidades que si Jesús de Nazaret viera empuñaría el látigo de nuevo, aunque ahora no en Jerusalén.  

     Cuba es el único país del mundo al que Washington prohíbe que a través de agencias como la Wester Unión lleguen remesas familiares. Con sanciones y multas multimillonarias impide que Cuba tenga cuentas de dólares en bancos extranjeros para normales transacciones financiera, hasta las encaminadas a adquirir insumos médicos, sean respiradores para el tratamientos de enfermos graves con el Covid-19 o fármacos contra el cáncer, sean para cura de adultos o de niños. 

     ¿Puede estar de acuerdo Joe Biden con todo eso, él, el presidente del país más rico del planeta que también desea liderear al mundo?  Por supuesto que los Estados Unidos tiene todo derecho a negarse a comerciar con cualquier nación que le apetezca, pero no tiene derecho a presionar y sancionar al resto del mundo para hacer que no comercien con esa nación, simplemente porque su ejemplo a ellos molesta.

     El encarne es grande. Es desaforado. Parece criminal, ¿o no?. Y para justificarlos inventan hasta ataques contra funcionarios de su actual embajada en el Malecón con desconocidos rayos sónicos, tan insólitos que parecieran del más allá, o que Cuba es país terrorista. Pero en seis décadas de Revolución no han podido presentar ni una sola prueba de un acto terrorista castrista –como gusta decir a ellos– en territorio norteamericano. Cuba, en cambio, ante organismos internacionales, ha presentado minuciosas evidencias de cientos de ellos y todos provenientes de territorio estadounidense. ¿Cómo fue, por ejemplo, y por citar un solo caso, el horrible crimen del atentado al Vuelo 455 de Cubana de Aviación que provocó la muerte de todos sus ocupantes, setenta y tres en total?

     Sin duda que Joe Biden debe rectificar o tal como escribió recientemente el director de la Casa de las Américas, Abel Prieto, pasará a la historia como otro Emperador vencido por una digna islita del Caribe. 

     Por eso, a la luz de hoy, aquellas palabras dichas por Biden en La Habana bien que a algunos les sonaría a burla, engaño incluso a Barack Obama, pues pareciera que su Vice le andaba escondiendo la bola, tal y como se dice en Cuba antes casos como éste. ¿Si no es así, ahora que es el Presidente, qué le impide al menos luchar para ser fiel a sus palabras en la Plaza de Armas? ¿Serán las  armas de los senadores Bob Menéndez o Marquitos Rubio? ¿O ingenuamente creerá que el voto cubano que tuvo su rival en La Florida él lo podrá conquistar?  Mala memoria no ha de ser. No hace tanto de aquellas aseveraciones suyas, dichas no por un Joe cualquiera, sino por un Joe Vicepresidente de los Estados Unidos de Norteamérica y que a Presidente aspiraría. 

     Para Radio Miami, Nicolás Pérez Delgado.