La Guana, árbol tunero y Mambi

LA GUANA, ÁRBOL TUNERO Y MAMBÍ

Por Dr. Salvador Capote  

(Artículo publicado en la revista Bohemia el 29 de julio de 1978)

Árbol intimamente ligado a su herencia y al paisaje, cuando el viajero llega a Las Tunas queda sorprendido al contemplar el verde tronco y el airoso porte de la guana, Hildegardia cubensis, en la cual se combinan la majestuosidad de la ceiba con la gracia y frescura de las palmas.

Puede afirmarse que no existe otro árbol más representativo de Las Tunas. Su área de distribución se enmarca principalmente dentro de los límites geográficos de la provincia. Los primeros ejemplares pueden verse al este de Sibanicú, todavía en territorio camagüeyano; y los últimos, ya en las provincias orientales, sobrepasan Majibacoa.

Perteneciente al género Hildegardia, en ningún otro lugar de nuestro país existe, y según indica el segundo término de su nombre científico (cubensis), tampoco se encuentra fuera de Cuba.

La corteza de guana proporciona una fibra muy apreciada con la que se elaboran artesanalmente diversos objetos de extraordinaria calidad.

El arte de torcer la empleita, o cinta que sirve como unidad básica para la confección de esos artículos, data de varios siglos.

Por el testimonio de veteranos de la Guerra del 68 que sirvieron a las órdenes del General Vicente García, sabemos que los mambises utilizaban la guana con permanente frecuencia. Algunos miembros de la tropa adquirían gran habilidad para tejer las hamacas, las cuales tenían la ventaja de su frescura y escaso volumen y peso, muy favorable cuando había que trasladarse con sus pertenencias.

Otros han relatado como las tropas de Vicente García se distinguían por andar siempre bien vestidas; y puesto que el área de sus operaciones se corresponde precisamente con el de la distribución geográfica de la guana, no resulta aventurado atribuir a la existencia de esta planta un papel significativo para el abastecimiento de ropas y otros útiles de la indumentaria mambisa.

En el Museo Bacardí de Santiago de Cuba, puede verse en una de las vitrinas, un pantalón mambí confeccionado con fibras de guana. Más, su utilización principal se concentra en la elaboración de sombreros. El sombrero de guana es muy fresco, muy ligero y de una blancura excepcional. El tejido conforma un dibujo sencillo, pero elegante, tiene la apariencia de un fino encaje.

El proceso de extracción de la fibra de guana es bastante simple. Los troncos de cortan en trozos de 2 ó 3 metros de largo y 20 a 30 centímetros de ancho, y se golpean con un mazo hasta separar la corteza. Un corte longitudinal facilita la eliminación de ésta, y el resto se sumerge durante, aproximadamente 12 días, en un arroyo de aguas lentas. El agua corriente arrastra toda la materia indeseable y queda una capa de blanca fibra que ha de ser la materia prima del antiguo arte tunero. Manos expertas de hábiles tejedoras tuercen la empleita y con ella fabrican principalmente los famosos sombreros de guana.

Lamentablemente, la explotación de la guana durante siglos redujo a un mínimo su población, en otros tiempos numerosa. Según el sabio cubano Dr. Juan Tomás Roig “en el pasado se exportaba gran cantidad para Alemania”. Ya en su obra Flora de Cuba, los botánicos León y Alain expresaban: “este hermoso árbol tiende a desaparecer debido a la tala inconsiderada”.

Esteban Pichardo, en su Diccionario Provincial de Voces Cubanas (1836), relata que con la guana “se hace un comercio considerable para los Estados Unidos, donde se beneficia la guana, haciéndose rusias y otras telas”. El propio Pichardo define la rusia como “Una tela de hilo y tejido algo grueso, cruda, fuerte y empleada en catres, hamacas, etc.”

Miguel Rodríguez Ferrer, en su Naturaleza de la grandiosa isla de Cuba (1876-1887), dice: “La guana ofrece una finura superior a la majagua en las fajas corticales de su tronco, las que sacadas o extraídas con gran cuidado, forman como un fino y transparente velo, de las que conservo algunos ejemplares, teniendo entendido que en La Habana se han llegado a bordar varias telas vegetales para dirigirlas a señoras principales de la Corte”.

Aunque conocida y utilizada desde tiempos lejanos, la guana atrajo la atención de los botánicos en fecha relativamente reciente. Fue colectada por primera vez para su estudio científico por el botánico sueco Erik Leonard Ekman en 1915, entre Mir y el río Rioja, al sur de la actual provincia Las Tunas, y descrita por el alemán Ignatium Urban, en 1925.

Los pequeños bosques de guana que aún quedan presentan una exigua cantidad de ejemplares adultos. La herencia de una explotación irresponsable nos sitúa ante un dilema: preservar el arte de la confección de artículos de guana, que forma parte de la tradición tunera, como importante elemento de la cultura popular, y preservar simultáneamente la materia básica en que se asienta su origen.

La tala de guana, así como la de guáimaro, está prohibida ya desde el 4 de julio de 2923 por el decreto 979. La prohibición de su tala fue erigida en ley el 3 de mayo de 1926. Sin embargo, no hubo interés en los gobiernos de la pseudorrepública por hacer cumplir estas disposiciones, y mucho menos, por tomar medidas para la repoblación de la especie.

Es solamente con la creación del INDAF, tras el triunfo de la Revolución, que se reglamenta la protección y, al mismo tiempo, una explotación racional de la guana. En 1964 y 1970 fueron sembrados miles de ejemplares de este precioso árbol. Ahora su tala se autoriza únicamente en aquella áreas reclamadas para la construcción de viales.

La Revolución también llegó a tiempo para que el arte del tejido de la guana no muriera. Se preserva en la tradición del pueblo, se perfecciona, y se enaltece.

Si bien la producción de sombreros de guana es necesariamente pequeña en aras de los planes de protección y propagación de la especie, su calidad se mantiene e incrementa. El sombrero de guana sigue constituyendo un precioso regalo con que el pueblo tunero puede expresar el cariño, la amistad y la solidaridad a sus huéspedes y visitantes.

Una particularidad notable de la guana es el marcado contraste de sus diferentes fases fenológicas. En cada época del año, el árbol se presenta de una forma distinta.

En la época de lluvias, es de un color verde, tanto su tronco como su follaje. Posteriormente, pierde todas sus hojas, lo cual le permite evitar la transpiración y resistir la sequía. Hacia el comienzo de la primavera, florece y se cubre de miles de frutos de color rojo intenso. Esta última fase es de una extraordinaria belleza, acentuada por el contraste con el verdor de las sabanas en esa época del año. Nos parece que adquiere entonces este árbol, tunero y mambí, categoría de símbolo de una vida nueva y luminosa.

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