¡Cuidado, que el panorama se haria muy negro y para todos!
No sabemos si fue Blinquen, el Secretario de Estado, el que le dio la idea al Presidente, o si fue Biden al que se le ocurrió y ordenó que de inmediato el Secretario la pusiera en práctica.
Haya sido el uno u el otro, da igual. La idea, además, no es novedosa y esta vez de ella totalmente ilesos no saldrían. Existe desde hace más de sesenta años contra una pequeña isla a la que todavía quieren crearle hambre, desesperación y una miseria tal que lleve a su pueblo, el cubano, a levantarse contra el gobierno.
Ahora, a propósito de Ucrania, quieren hacer algo similar y se afilan los colmillos y casi a diario dictan bandos imperiales contra Rusia.
“Obedezcan, que ha sido Dios Todopoderoso el que nos ha dado la facultad de sancionar a cualquier país. Somos los jueces divinos.” Y más que soberbios, en lugar de mediar, de actuar en busca de pacíficas soluciones, con histeria siguen avivando el fuego de la guerra y no paran de emitir edictos anti-rusos. Parece falta de conocimientos de la historia y pensaron que contra Moscú lanzaban una arruinadora jabalina, tan mortífera que asustados e inmóviles dejaría a esos osos eslavos. Pero lo que lanzaron fue un boomerang, antigua arma de los aborígenes australiano que regresa a quien la lanza.
Y por su habitual prepotencia no tomaron en cuenta las consecuencias. Ni para ellos mismos ni para el resto del mundo. No valoraron que Rusia no es una pequeña isla del Mar Caribe y que fue un ruso en traje de campaña el que plantó la bandera de la hoz y el martillo en el Reichstag alemán, que fue un ruso el primer hombre que ingrávido anduvo en una nave por el espacio y que la Rusia de hoy es una de las naciones capitalistas más desarrolladas del mundo.
El boomerang, de regreso, duro ha dado en la cabeza de Donald Trump, perdón, dije mal, de Joe Biden, pues éste, aunque repita que todo lo tenía calculado y bien resuelto, como gusta decir, en la realidad vemos cómo se deteriora incluso la economía de los estadounidenses debido a los desbocados precios de los combustibles, alimentos, autos, vestimentas, electricidad, vivienda… de casi todo. La clase media cada vez con los bolsillos más llenos de aire. La inflación galopa. Males que se transfieren al resto del continente y a otras regiones del mundo, donde ya cunde la alarma, e incluso países de la OTAN dicen que no pueden aplicar en su totalidad esas sanciones trumpianas pues serían debacle económico para sus pueblos y …perdón, me volví a equivocar, quise decir bidianas.
Un amigo muy imaginativo, tanto que yo le digo que debía hacer literatura de ciencia ficción, me dice que parece que el presidente Biden, aliado a una oscura civilización extraterrestre, aprovecha lo de Ucrania para acabar con el mundo.
Yo le digo no exagere y sonrío e imagino al muy circunspecto Joe Biden rodeado de unos verdes y pequeños cabezones con un tercer ojo en medio de la frente. Sin embargo, lo de acabar con el mundo, hoy por hoy no sería ciencia ficción. Sería una pavorosa realidad. Ahí están en sus escondrijos los pavorosos misiles atómicos. En una guerra mundial nadie detendría que cohetes de ambos bandos atraviesen los océanos y sus megatones hagan papilla al Empire State y a toda la isla de Manhattan, igual que al Kremlin, la Catedral de San Basilio y la Plaza Roja. Las aguas del río Moscova hervirían a más de cien grados de temperatura, igual que las del Hudson y las del East River. Muerte también para el Big Ben de Londres y para la Torres Eiffel de París, entre otras muchísimas glorias de una civilización que dejará de existir. En escombros quedaría el mundo que se llama libre y también otro, no sumiso, que quieres ser libre. Nosotros, los seres que nos llamamos humanos, ni el cuento podríamos hacer despeyejados y esfumados por la radioactividad.
Así sería. Sin embargo, por aquí vemos como los medios achuchan un conflicto que no queda más remedio que resolver. Acordarse de Kennedy y de Jruschov en 1962 cuando el norteamericano puso el grito en el cielo cuando misiles soviéticos se asentaron cercanos a la frontera sur de USA. Vale preguntarse si Joe Baden permitiría en la frontera con México fuerzas militares conjuntas rusas, chinas, coreanas e iraníes, tal como EE.UU. y la OTAN diseminan alrededor de Rusia.
La solución es una sola. El acuerdo. LA PAZ. No vaya a ocurrir que un nefasto día los cohetes comiencen a cruzar los océanos y desaparezca esa ciudad de New York que tanto me gusta y ese París que era una fiesta para el joven Hemingway, y ese Moscú de la gran literatura rusa y hasta mi gran Cuba bella, todos en idéntico desastre planetario.
Para Radio Miami, Nicolás Pérez Delgado
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