A continuación les trasladamos un comentario del periodista investigativo uruguayo, Fernando Ravsberg, desde La Habana.

La educación,

una industria que necesita inversión.

A nadie en su sano juicio se le ocurriría dejar de reinvertir en el negocio que representa el 80% de sus ingresos. En Cuba el sector que tiene esa rentabilidad es la educación, todo lo invertido allí produce enormes dividendos y está sacando a la nación de la peor de sus crisis.

Que el entusiasmo por el crecimiento del turismo no nos ciegue, se necesitaría superar los 10 millones de turistas al año -y muchísima más eficiencia- para alcanzar los ingresos que hoy produce la venta de servicios profesionales en el extranjero, más de U$D 8 mil millones.

Pero esos profesionales no surgen por generación espontánea sino del sistema educativo nacional. Es una “fábrica” de recursos humanos inagotable, cuando se reinvierte lo suficiente en mejorar sus instalaciones, la tecnología y el salario de sus “obreros”, los maestros.

Hace unos días la Ministra de Educación Ena Elsa Velázquez reconoció que el presente curso escolar se iniciaba con una fuerte escasez de docentes, una tendencia que se mantiene desde hace años sin que exista aun un plan sólido para revertir la crisis.

Entre el 2012 y el 2013 se graduaron 2600 maestros menos y este año quedaron vacantes 15000 plazas para cursar estudios pedagógicos, solo se entregaron 4000. Evidentemente los jóvenes cubanos no consideran la docencia como una buena opción de vida.

Desde hace años se intentan diferentes fórmulas para contrarrestar la crisis, como la creación de los maestros “emergentes”. La gente los llamaba “instantáneos” porque impartían clases primero y estudiaban después. Lo cual repercutió en la calidad de la enseñanza.

Y hoy se sigue con planes de emergencia. En este curso “trabajamos con jubilados reincorporados, profesores en formación y estudiantes de cuarto y quinto año de la Universidad Agraria”, explica Daylexis Cabrera, maestra del centro República de Argelia, en Batabanó.

Ahora apuestan a incorporar al magisterio a los estudiantes de más bajo nivel académico. Crearon un curso de nivel medio de 2 años y convierten en maestros de primaria y secundaria a quienes no han sido capaces de aprobar los exámenes de ingreso a la universidad.

El declive de la educación

Un joven, que fue hasta hace 3 años profesor de secundaria, nos asegura que dejó el magisterio porque las condiciones de trabajo eran pésimas, “trabajaba de las 7,30 de la mañana hasta las 5 de la tarde por un salario mensual de $ 590”, unos U$D 25.

“Daba 7 turnos de clase y tenía que ir hasta los sábados, en ocasiones solo para escuchar los teques políticos del director. Está todo tan mal organizado que no hay tiempo para la auto preparación, a veces ni siquiera para corregir debidamente los exámenes”, nos cuenta.

Ahora gana bastante más, imparte clases particulares preparando estudiantes para las pruebas de ingreso a la universidad. Paradójicamente, trabaja tapando los baches producidos por la salida de profesores como él del sistema nacional de educación.

Las consecuencias de esta crisis serán también sociales. Si la enseñanza pública es incapaz de preparar a los estudiantes, solo ingresará a la universidad quien tenga dinero para maestros particulares, violando el principio de dar a todos las mismas oportunidades.

La solución parece ser mejorar los salarios y las condiciones de vida de los educadores. Ya se hace en la Salud Pública con los aumentos salariales y las 28 medidas que les dará acceso privilegiado a la vivienda, el automóvil, internet y la contratación, entre otras cosas (4).

El proyecto de educación comenzó en los años 60, cuando se alfabetizó a todos los cubanos. Durante medio siglo se garantizó un aula y un maestro para el 100% de los niños, incluyendo a decenas de miles de minusválidos y otros con necesidades educativas especiales.

La apuesta por la masividad y calidad de le enseñanza consumió un enorme por ciento del presupuesto estatal pero al final permitió a las universidades formar más de 1 millón de profesionales, cuyo trabajo en el extranjero sirve hoy para sostener la economía de Cuba.

Y, a pesar de lo alcanzado, todo ese esfuerzo nacional y toda esa inversión podría desvanecerse si no se toman medidas que garanticen la creación y mantención de un plantel de educadores con la profesionalidad, la energía y la madurez necesarias para formar a las nuevas generaciones.

El futuro de vuestros hijos, de la economía nacional y de la cultura cubana, depende de la masividad y calidad de la educación. Perder la principal fuente de ingresos de la nación por no invertir lo suficiente en los salarios de los trabajadores sería un suicidio.

Les habló, “Desde Miami”, Roberto Solís.