MÉDICOS, ARMAS E HIPOCRESIA
Jorge Gómez Barata
Debido a que cuentan con capital humano idóneo y en las cantidades
requeridas y han dedicado voluminosos recursos a la investigación y
desarrollo (I+D), un reducido grupo de países han desarrollado la
industria médico-farmacéutica, convirtiéndola en una rama de su
economía. Unos más que otros, son capaces de crear tecnologías y
fabricar equipamiento destinado a la medicina, producen medicamentos,
exportan servicios técnicos ejercidos por profesionales calificados y
ofrecen capacidades para la formación de médicos, enfermeros, técnicos
y tecnólogos de la salud.
En todos los casos se trata de países desarrollados o emergentes,
económicamente prósperos que, con la única limitación de sus recursos
y habilidades, adquieren materias primas y tecnologías, participan en
licitaciones, obtienen licencias y patentes y comercializan sus
productos.
En ese selecto club, solo hay una excepción: Cuba, la cual es
reprobada, criticada e incluso sancionada por ofertar personal médico,
enfermeros y técnicos, bloqueada en la adquisición de materias primas,
equipamiento tecnológico y excluida de licitaciones o de legítimas
operaciones de mercado. En cierto número de países se bloquea la venta
de medicamentos cubanos o fabricados en Cuba.
Con todo derecho e inmensos sacrificios, de modo legítimo e incluso
altruista, Cuba ha convertido en una rama de su economía, por cierto,
la más exitosa y competitiva, la industria productora de medicamentos
avanzados y exportadora de personal de la salud, principalmente
médicos, enfermeros, técnicos, así como profesores, incluso asesores
en organización y administración de hospitales, campañas de
vacunación, proyectos de higiene y epidemiologia y otras actividades
afines.
Para muchos países relativamente solventes o emergentes no tener
médicos ni facultades de medicina donde formarlos a dejado de ser un
problema porque existe Cuba, que es capaz de proveerlos
ventajosamente.
Cuba nunca formó médicos, enfermeras y técnicos para exportar, sino
para asegurar su cobertura de salud, proceso en el cual se gestaron
excedentes con los cuales se ofreció una nunca desmentida solidaridad.
No era inteligente rechazar los pedidos de médicos cubanos a cambio de
compensaciones económicas, cosa de la cual ningún país tendría que
avergonzarse, sino todo lo contrario.
Algunos países, sobre todo Estados Unidos, no contratan médicos
cubanos, no solo porque no los necesitan, sino porque los obtienen de
contrabando, es decir, ofreciendo incentivos económicos, facilidades
migratorias y justificaciones ideológicas que estimulan la emigración,
cosa que, dicho sea de paso, ocurre también con deportistas,
entrenadores, artistas y profesionales de todas las ramas.
No puedo soslayar el hecho de que, tanto los Estados Unidos como los
países europeos, asiáticos y alguno de Latinoamérica que son
productores y exportadores de equipamiento médico y medicamentos, lo
son también de armas y material militar. En este orden de cosas, de
nuevo hay una excepción y otra vez es Cuba, que no produce para el
mercado ni vende una sola bala.
¡Oh! Las paradojas. Los reyes de la comercialización de la medicina
intentan lapidar a Cuba por cobrar los frutos de su esfuerzo a quien
los puede pagar y ofrecerlos a quien no disponen de recursos para
hacerlo. Tal vez, cuando se haga el inventario de aquello que “la
pandemia se llevó” se incluya la hipocresía y la mala fe. Allá nos
vemos.












Un comentario
La historia absolverá al pueblo cubano y a su medicina de alta calidad.