En RadioMiamiToday nos gusta hablar de Duendes, porque nos ronda siempre como Angel de la guarda Max Lesnik por eso hoy hacemos este homenaje a la virtud de Federico García Lorca, según él mismo, reside en la capacidad de un poema de «estar siempre enduendado» y «bautizar con agua oscura a todos los que lo miran», como lo expresó en su conferencia «Teoría y juego del duende» y otro travieso Duende Nicolás Guillén el autor de Tengo que como tengo la tierra tengo el mar, no country, no jailáif, no tennis y no yacht, sino de playa en playa y ola en ola, gigante azul abierto democrático: en fin, el mar..
El verde de la primavera, con su renacimiento y vitalidad, es una metáfora poderosa para la vida, un poema que celebra la esperanza y la renovación. Para los que amamos y praticamos la holistica el verde representa el Chakra 4 EL CORAZON
La primavera como símbolo de vida: VERDE QUE TE QUIERO VERDE….Hay un LAGARTO verde que desde el MAR DE LAS ANTILLAS….La primavera es un período de renovación y crecimiento, donde la naturaleza se despierta después del invierno, simbolizando la esperanza y la posibilidad de un nuevo comienzo.
El verde como color de la vida:
El color verde, asociado con la vegetación y la naturaleza, se convierte en un símbolo de vida y vitalidad, reflejando la energía y la esperanza que trae la primavera.
Poemas que celebran la primavera:
Muchos poetas han utilizado la primavera como tema central en sus obras, expresando la belleza y la magia de esta estación a través de versos que evocan la naturaleza y la vida. «Verde que te quiero verde», es un fragmento del «Romance Sonámbulo» de Federico García Lorca, donde el color verde se repite para evocar la naturaleza, el deseo y la tristeza.
Verde que te quiero verde: Federico García Lorca
Romance sonámbulo
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡Dejadme subir!, dejadme
hasta las altas barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.