Visitar un amigo siempre es una sensación agradable. Visitar el lugar donde descansan los restos de un gran compañero con quien además tuvimos una gran relación, es toda una peregrinación.
Recientemente estuve en La Habana y allí como de costumbre recibí el cariño de muchos amigos de antaño, de la época en que estudiábamos en el Instituto cursando el bachillerato. Compartí también el extraordinario efecto de las nuevas amistades muchas de las cuales ya se extienden por más de dos o tres décadas y quienes siempre muestran lo mejor de sí cuando nos encontramos, de igual manera que yo muestro hacia ellos lo mejor de mí.
Esta visita tenía un significado muy especial y diferente a todas las anteriores. En mi última había llevado, las cenizas de Max Lesnik y Miriam Álvarez su eterna compañera, acompañando a sus familiares. Por tanto, una de las primeras cosas que hice al llegar a La Habana, fue visitar el nicho que se encuentra en el patio de la basílica menor De San Francisco y en cuyo recinto descansan los restos de esos dos grandes amigos.
Allí conversé en silencio con Max, escuché a Miriam en sus comentarios y me transporté por unos segundos a las horas vividas durante poco más de treinta años, a la vera de Max, compartiendo sus faenas, en una dinámica de aprobación y crítica fuerte, pero respetuosa, que nos hizo comprendernos y unirnos de modo inseparable.
Sólo se trató de meditar, reflexionar y contemplar aquel sitio, algo paradisiaco, del cual emana un silencio sagrado, a pesar de escucharse constantemente el ruido producido por el tráfico que cruza la calle del puerto de La Habana. Todo el panorama que rodea el lugar, produce un ambiente cargado de la energía emanada de las grandes figuras que allí reposan.
Elena Freyre
Muchos de quienes visitamos La Habana, sentimos la obligación de hacer acto de presencia en aquel lugar, para saludar a Max Lesnik, un gran luchador por la independencia de Cuba y acérrimo defensor de su soberanía nacional. Para reverenciar además a los grandes compañeros y amistades de ambos que también reposan junto a ellos.
Jesús Pérez Rodríguez
Se trataba solamente de hacer ese recorrido y tener esa meditación, depositando a su vez una rosa blanca que realmente pedimos prestada de otra de las amistades que ahí se encuentran y la cual significó el reconocimiento merecido por su dedicación a las nobles causas del pueblo cubano. También quise recordar cuánto hizo por sus amigos, a quienes ayudó tanto y algunos de los cuales en sus momentos críticos mostraron aquella “ingratitud probable de los hombres” de la que habló Martí a la hora del reconocimiento franco a las labores de otros. En sus últimas horas lo escuché decir en un par de oportunidades: “Y dónde están muchos de aquellos a quienes tanto ayudé en todos los aspectos, económica y políticamente. ¿Dónde están en esta hora terminal?
Pero más allá de esas pequeñas ingratitudes, aquella flor que deposité con todo mi cariño y todo el fervor de mi corazón, llevaba en sí el agradecimiento y el reconocimiento de todos los que supimos aquilatar en su plenitud, la fuerza extraordinaria de aquel ser humano y de la compañera que le sirvió durante toda su vida de espuela y freno.
Medité un instante y pensaba que todos aquellos que visitemos La Habana, debemos pasar por ese jardín fabuloso, acogedor y hasta cierto punto sagrado, del cual trasciende la sensación de un deber cumplido, para rendir un pequeño tributo de silencioso recordatorio, a ese gran hombre que se llama Max Lesnik y a su compañera Miriam Álvarez, al tiempo que reverenciemos a los demás amigos que allí se encuentran acompañándolo: Eusebio Leal y su madre, Torres Cueva, Núñez Jiménez, El inolvidable fotógrafo del tabaco en la boca Liborio, Ana Cairo y tantos otros que compartieron junto a él en múltiples oportunidades y a quienes Max visitaba siempre que viajaba La Habana, compartiendo felizmente con ellos aunque fuera un minuto. Porque Max además de ser una persona de firme pensamiento y defender con conocimiento de causa el socialismo democrático, también por encima de todo era alguien que creyó en la amistad y vivió fiel a ella como lo fue siempre a sus ideas y a la defensa de la integridad territorial de Cuba.












