Violencia contra Civilización y Europa, siempre Europa

 Antes de que la OTAN se obsesionara por sumar a Ucrania a sus filas, sin escuchar los alegatos de seguridad expuestos por Rusia que de tan razonables fueron endosados, entre otros por Kissinger y Merkel, y Putin creyera que podía obtener por las armas seguridad y territorios, el mundo global en construcción, aunque no era una panacea, marchaba razonablemente bien.

Tan bien iban las cosas con la globalización que, atrayendo a los capitales occidentales y ofreciéndole su fabuloso mercado interno, en unas décadas China, el segundo país comunista y el primero más pobre, se transformó en la segunda economía mundial y en una potencia en todos los órdenes.

Ese entorno absorbió el colapso del socialismo real que abarcó a Europa Oriental y la Unión Soviética y que de tragedia se convirtió en transición que permitió el establecimiento de unos 25 estados en los territorios ex soviéticos y el renacer de Rusia bajo el liderazgo de Putin. En apenas un lustro, unos 50 países protagonizaron el mayor ajuste geopolítico desde el descubrimiento de América, de un modo totalmente pacifico.

La economía global creó condiciones para el florecimiento de un numeroso grupo de países que pasaron de tercermundista a emergentes y se abrieron paso hasta las primeras filas del concierto mundial, llegando a integrarse al G-20.

En esa riada, aprovechando la oportunidad que apareció con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, el entonces presidente Raúl Castro que impulsaba reformas en Cuba, con pragmatismo, audacia y sin prejuicios, negoció avances trascendentales que prosperaron hasta que la extraña combinación del primitivismo de Donald Trump y el predominio de tendencias conservadoras en la Isla, frenaron el proceso.

 Aquel proceso global, que no era todavía el “mundo bonito” pero lo anunciaba, fue tan fecundo que permitió una inédita aproximación de Rusia con Europa, auspiciando el diálogo y la colaboración económica conducidos por Angela Merkel y Vladimir Putin, una de cuyas expresiones más elocuentes fue la construcción Nord Stream 1 y 2.

Los gasoductos Nord Stream que encadenaron los vastos yacimientos de gas de Rusia con los mercados energéticos europeos aportaron tres soluciones: (1) Dieron valor de uso al gas que sepultado en Siberia carece de todo significado. (2) Con poco esfuerzo y baja inversión proporcionaron a Rusia cuantiosos ingresos y (3) Aseguraron el suministro a Europa de energía segura, ilimitada y barata.

Los avances civilizatorios que dieron lugar a la implantación del modelo internacional resultante de los consensos alcanzados durante la II Guerra Mundial que dieron lugar a la globalización han sido frenados por dos eventos excepcionalmente violentos: la guerra y el sabotaje a Nord Stream.

En Ucrania Rusia ataca, mientras en el Báltico es atacada. Puede haber llegado la hora de parar porque de ocurrir una escalada se trataría de una tragedia global de proporciones planetarias. Nunca antes fue tan evidente que la guerra es antítesis de la civilización. Allá nos vemos.

Europa, siempre Europa

                  Europa no es la OTAN ni la Unión Europea, sino cuna, fragua y núcleo de la civilización occidental de la cual Rusia y Ucrania forman parte. El más pequeño de los continentes es la región que agrupa a más pueblos, la que más ha aportado a la civilización mundial y el único núcleo civilizatorio cuyas proyecciones culturales, ideológicas y políticas poseen carácter universal. Sin las lenguas europeas el mundo no se entendería.

Del desempeño cultural y político europeo surgieron grandes doctrinas humanistas, importantes escuelas filosóficas y las corrientes políticas más decisivas, entre ellas el liberalismo, el marxismo, el socialismo y el comunismo, aunque también el militarismo y el fascismo.

Con luces y sombras, entre lo mejor que le ha ocurrido al mundo figura la europeización que consistió en la expansión de la civilización desde los núcleos más avanzados al resto del mundo, fenómeno que tuvo entre sus hitos el desborde del Imperio Romano y la llegada de Colón al Nuevo Mundo que dio lugar a la Era moderna, el período más fecundo en la historia humana.

Tales procesos exhaustivamente documentados y estudiados y sometidos a la crítica se desplegaron con tal violencia que generaron costos humanos y sociales inauditos entre los cuales las cruzadas, la conquista, la colonización y la evangelización de América, así como la trata de esclavos africanos, figuran entre los más violentos.

El revés más significativo en la historia europea fue el predominio del fascismo que en un lustro (1939-1945) ocasionó el más importante retroceso político y la mayor catástrofe humanitaria de toda la historia. No obstante, en la adversidad Europa encontró la entereza necesaria para deponiendo la contradicción entre el capitalismo y el comunismo, convertir la alianza entre Estados Unidos, Rusia, entonces llamada Unión Soviética y Gran Bretaña en un liderazgo mundial antifascista.

La victoria sobre el fascismo fue un fruto de la unidad, una victoria del espíritu humano, del pensamiento avanzado y del humanismo sobre la barbarie que dio lugar a un curso que mediante reflexiones maduras y arduas negociaciones, dictadas por la buena fe y la voluntad política de enrumbar a la humanidad por cursos positivos, condujo a un orden apropiado a las tareas de la humanidad en el siglo XX.

El orden internacional forjado en las conferencias de El Cairo, Moscú, Teherán, Yalta, Potsdam, Dumbarton Oaks y San Francisco, instalado en la posguerra con base en la ONU y los acuerdos de Bretton-Woods, no fue perfecto pero soportó las pruebas del tiempo y de la Guerra Fría, contribuyendo a crear los ambientes propicios para la prosperidad de la posguerra que excluyó la guerra, propició la descolonización, contribuyó al auge económico de occidente, a la consolidación de la Unión Soviética, al impresionante despegue de China y a los avances de los países emergentes.

Entre los corolarios de ese breve período histórico figuran la integración económica y política y la Unión Europea que, más que una conquista política de los países del Viejo Continente es un avance civilizatorio, un contundente argumento a favor de la integración en otras regiones y un paradigma planetario.

Por el contrario, la desunión, expresada en el abandono de la Unión, cosa que ya hizo Gran Bretaña, y que se manifiesta en el triunfo de la derecha y el conservadurismo que gobierna en varios países, así como la guerra que hoy se libra, son la evidencia más rotunda de a dónde conducen los ambientes de hostilidad y tirantez y la falta de apropiados mecanismos de seguridad colectiva.

La Unión Europea y sus estructuras son la única experiencia de integración política, económica, financiera y monetaria y humana, viable y madura cuya vigencia y eficacia la convierten en un paradigma, debería ser el crisol donde se forje la paz y el foro donde se debatan las diferencias y se alcance la convivencia civilizada.

Si fuera cierto que las grandes crisis proveen grandes oportunidades, en la búsqueda de la paz que todos necesitan, los países europeos que integran la OTAN, Ucrania que también es Europa y Rusia que geográfica y culturalmente pertenece al continente al cual desde hace siglos intenta aproximarse, pudieran encontrar los motivos y los argumentos para dialogar y avanzar para, primero convivir y luego cooperar en lo mejor que sabe hacer Europa: crear civilización. Allá nos vemos.

Un comentario

  1. De nada sirve que el viejo continente sea el creador de civilizaciones si estas están concebidas para ser lacayo de otras potencias en especial de EEUU.
    Los pueblos tienen que ser libres e independientes, sus mandatarios tienen que luchar por las buenas relaciones, sin imposiciones ni presiones de otros. La convivencia pacifica es el ideal para un mundo mejor.
    Ucrania y Rusia se desangran mientras que otros prolongan el sufrimiento para seguir llenándose los bolsillos. Qué pena para un mundo que se dice ser civilizado.

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