Un fantasma en las arenas
Un fantasma recorre las arenas y asusta a Europa, son los árabes, más exactamente el Estado Islámico. No se trata de un debut, sino de una reposición. En 711, los árabes invadieron y conquistaron la Península Ibérica dominándola durante seis siglos. También en el siglo VII sus huestes llegaron al centro de Francia hasta que fueron frenados en Poitiers.
En 1095 el papa y los monarcas católicos europeos retaron al Islam y emprendieron las Cruzadas. La lucha duró unos doscientos años. Jerusalén cayó en manos europeas y junto con el Reino Latino se constituyeron otros tres estados gobernados por los conquistadores cristianos.
Los árabes se replegaron y se unificaron y en 1187, al mando de Saladino, derrotaron a los ejércitos cristianos. Aunque años después, se restableció el control europeo sobre Jerusalén, la suerte de las Cruzadas estaba echada. Finalmente los reyes y los papas tuvieron que abandonar el Medio Oriente.
Durante más de medio milenio, el Imperio Otomano, que llegó a abarcar territorios de tres continentes, incluyendo Europa, a la que aterraba desde Turquía y el Canato de Crimea. En épocas de la Primera Guerra Mundial, en una movida políticamente insólita, los Imperios Centrales del Viejo Continente, encabezados por Alemania, se aliaron a los turcos para luchar contra otras potencias en una guerra que implicó a Estados Unidos, que fue el verdadero vencedor.
En cualquier caso, en materia de contiendas y alianzas existen suficientes precedentes como para temer giros imprevistos de la situación que puedan reforzar las posiciones del Estado Islámico, a punto de apoderarse de Siria y partes importantes de Irak, poniendo en peligro a Palestina y Líbano, mientras Turquía, cuya singular ambigüedad geográfica, cultural y política lo hace estratégicamente impredecible y, aunque perteneciente a la OTAN, sigue siendo un país islámico.
Después de años de lucha y de haber sufrido cuantiosas bajas y deserciones, perdido alrededor de 300.000 kilómetros cuadrados en Irak y Siria, así como instalaciones, técnica y pertrechos militares, las fuerzas armadas de esos países son obviamente incapaces de detener las huestes del Estado Islámico.
Por otra parte, Desde el aire, luego de más de 4000 misiones la eficacia de la coalición liderada por Estados Unidos es muy limitada y las fuerzas de Irán que combaten en tierra, debido a su filiación confesional, parecen ser más parte del problema que de la solución.
En el momento en que el Estado islámico logre consolidar territorios, campos petroleros, puertos y ciudades que ya posee y pase de la etapa de expansión a la de estructuración estatal, lo que hoy parece ser un problema local, se convertirá en una amenaza global.
Semejante perspectiva no solo asusta a los pequeños estados del Golfo Pérsico, sino que amenaza la estabilidad de Arabia Saudita, Jordania y Argelia, sin descartar la posibilidad de algún acomodo tácito con Israel. En el instante que tales cosas ocurran, la Europa Mediterránea afrontará un peligro que por ahora nadie es capaz de detener.
Si bien en el entorno árabe no existen tradiciones ni instituciones democráticas, líderes legítimamente electos ni prensa independiente y la cultura política gira en torno a caudillos, consignas, sentencias y rencores elementales, sobran los antecedentes violentos, los odios y las reservas acumulados y las frustraciones nacionales que favorecen alternativas como el Estado Islámico cuyo brutal perfil ejerce una extraña fascinación sobre personas de todo el mundo.
Como se ha probado, el Estado Islámico, al igual que Al Qaeda, Al-Nusra, el Talibán y otras grandes organizaciones terroristas y extremistas, cuentan con partidarios no solo en Siria, Irak, Yemen, sino también en Europa, Asia y en todos los países árabes donde pueden ser eficaces quintas columnas.
Frente a ellos no hay un solo líder ni estado árabe con suficiente capacidad de convocatoria. Los que hubo y que, de alguna manera, podían contener la situación fueron ahorcados, envenenados o linchados, otros están contra la pared. En buena medida, aquellos polvos trajeron estos lodos. Allá nos vemos.