Tiempo atrás descubrí, “La servilleta de Churchill”, una anécdota sobre un almuerzo con Stalin en 1944, previo a la Conferencia de Yalta. Así lo contó el entonces primer ministro británico en sus Memorias.
“…Se hallaban presentes Stalin, Molotov, Edén y yo que dije: Hablemos de nuestra situación en los Balcanes…Apunté lo que sigue en una servilleta: Rumania: Rusia, 90 por 100. Los demás aliados, 10 por 100, Grecia, Gran Bretaña (de acuerdo con los Estados Unidos), 90 por 100. Rusia.10 por 100. Yugoslavia: 50-50. Hungría: 50-50. Bulgaria: Rusia, 75 por 100. Los demás aliados, 25 por 100”. “Pasé la hoja a Stalin quien tomó un lápiz azul y escribió un grueso visto bueno en la hoja. Así, en menos de lo que canta un gallo, se aprobó la división de áreas de influencia”.
Finalmente, yo dije: «¿No nos considerarán unos cínicos por haber decidido cuestiones de consecuencias tan graves para millones de personas de una manera tan improvisada? Quememos esta hoja.” “No, guárdela usted”, dijo Stalin…Y así lo hice”.
No recuerdo que, en medio de una guerra, de modo tan frívolo, se negociara un acuerdo tan trascendental como el que acaba de ocurrir en Siria mediante el cual se ha puesto fin al gobierno de Bashar al-Assad quien, sorpresivamente abandonó su cargo, dejó a su país y a su pueblo a merced de fuerzas de odio y se refugió en Moscú, un país profundamente ajeno.
En el arreglo, el gran perdedor es el pueblo sirio, su juventud, sus minorías, sus mujeres y su intelectualidad. Assad, un dictador que se negó a todas las fórmulas internas que reclamaban la democracia, cedió, huyó y adoptó la peor de las soluciones dejando su país despedazado y en mano de terroristas de la peor calaña.
En el incruento arreglo tomaron parte, además del presidente Bashar al-Assad y la coalición Hayat Tahrir al Sham (HTS), una leva islamista de matriz sunita, definitivamente terrorista, dirigida por Abu Mohamed al Jolani, al menos cuatro estados: Siria, Rusia, Turkiye y, naturalmente, Estados Unidos.
La comunidad kurda, así como Hezbollah y Hamas, son factores que de algún modo deben haber estado enterados, así como los servicios de inteligencia de la OTAN, Arabia Saudita, Egipto y Jordania y, naturalmente el Mossad y el gobierno israelí que, en menos de 24 horas pasaron de observadores a protagonistas.
Irán un perdedor neto que, o bien fue marginado, o él mismo se auto excluyó por diferencias entre la jerarquía chiita, reacia a involucrarse en arreglos con la entente sunita, ha perdido al único estado árabe aliado, en cuyo territorio estableció poderosas bases militares, fábricas y almacenes de armamentos desde los cuales abastecía a Hezbollah y Hamas, un desenlace que subraya el aislamiento político.
Es probable que las nuevas autoridades sirias (me gustaría decir “ocupantes), con palabras que no significan nada, hayan ofrecido a Rusia garantías de que, sacrificando a Al-Assad, podría conservar sus bases en Tartús y Latakia, por cierto, las únicas que la superpotencia nuclear posee en el extranjero, para más señas en el Mediterráneo por donde pudieran acceder al Mar Negro y al Atlántico.
Si en algún momento, los facinerosos que se han apoderado del poder en Siria, retiran la autorización para permanecer allí, Rusia pudiera simplemente marcharse o intentar imponer su presencia, convirtiéndose de ex aliados de un gobierno que ya no existe en ocupantes, lo cual acarrearía nuevos conflictos.
En ofrenda a su apoyo, Turkiye puede haber obtenido pasaporte para la permanencia de sus tropas en Siria para contener a los kurdos y proteger sus fronteras. Por su parte, Estados Unidos por intermedio de Israel hará su trabajo, no solo para mantener a raya a los terroristas, sino para desplazar a Irán y Rusia.
Es difícil predecir qué ocurrirá en Siria, pero puedo afirmar que nada positivo saldrá de la alianza entre las fuerzas terroristas que, mediante una sucia maniobra, aprovechando del desgaste y el descrédito Bashar Al-Assad se han apoderado del poder, para lo cual cuentan con la sospechosa neutralidad de fuerzas externas presentes en el país.
De momento, cosa extraña, activamente sólo Israel los confronta, mientras los estados y la Liga Árabe, miran para otro lugar o se escudan en la retórica.
Por ahora, lo único cierto es que, sin nadie que lo contenga, Israel ejecuta con prontitud lo que puede ser la política de Estados Unidos para desplazar a Irán y Rusia, tratar de impedir que los terroristas se consoliden y encomendar a Israel lo que mejor sabe hacer que es representar, a mano armada, los intereses norteamericanos en la región.
Quienes esperaban una victoria sobre el terrorismo en Siria, yo entre ellos, han conocido una componenda que lo refuerza. En las próximas semanas seguramente se conocerán detalles e intenciones. Junto al colectivo de ¡Por esto!, los mantendré al tanto. Allá nos vemos.