A raíz de acontecimientos paralelos a hechos sucedidos en la década de los noventa, vemos hoy al disparatero presidente Donald Trump, dejando carticas en el Muro de los Lamentos y su visita al Santo Sepulcro, recordándonos que en aquella década de 1,990 en su comienzo – 1,993 – el entonces mandatario Bill Clinton, en ropa casual, sale en una histórica foto con los brazos abiertos y en cada uno, los personajes Arafat, líder de la OLP y el presidente de Israel, Rabin, provocando un estrechón de manos en La Casa Blanca. Aquello fue en índole propagandístico un momento muy importante. El líder del mundo occidental, logra un éxito rotundo de paz entre aquellos representantes de territorios en guerra por mucho tiempo. Después todo fracasó al final de la jornada.
Hoy el presidente yanqui impuesto, Trump, se le ve en territorio palestino, en el cual es recibido con molotes en las calles y una huelga como regalo de bienvenida. No creo que logre emular a Clinton uniendo a Mahmud Abbas y Benjamín Netanyahu en un estrechón de manos que implique la cesión y reconocimiento de Israel del territorio palestino como nación soberana. De todos modos es significativo que Trump sea protagonista de estos hechos dejando entre ver que su misión no solo es actuar y decir disparates, entre col y col de vez en vez mete una lechuga y hasta con el idish o kipá en su hipócrita cabezota.
¡ Cuánto poder tiene el terrorismo !
Las imágenes de los videos y las fotos publicadas inmediatamente después del acto terrorista en Manchester, Inglaterra. Son de espanto y horror. Cuerpos de fallecidos regados por doquiera en los pisos, gente herida, gritería, molotes, estampida, que fue lo más grave. Veintidós muertos y 60 heridos resultado del bombazo que ocasionó al parecer un individuo suicida en plena jornada de alegría y entretenimiento en el gran espectáculo, que abarcó más de 20 mil asistentes en el concierto de estrella Adrian Grande en ese lugar de Manchester.
Se hace casi imposible asegurar una estrecha y segura vigilancia para todos los que asisten a un lugar como ese. Cualquiera en una mochila, una cartera, o en un bolsillo puede transportar un artefacto explosivo de muerte y si se trata de un suicida mucho mejo, para el acto de terror.
El luto y el dolor vuelven a poner su manto sobre familias y pueblo de una nación entera, como sucede cada vez que uno de estos criminales hace de las suyas. El espanto de los primeros participantes cerca de la explosión en ese espectáculo, le siguió la gran andanada de la gran multitud que se debocó, lanzándose unos sobre otros y provocando más horror.
La lucha contra este flagelo no es nada fácil, por el contrario se pelea contra algo abstracto sin cabeza ni cuerpo, algo que es un concepto que aunque material, pues deja estela de dolor en cada una de sus acciones, no se puede palpar ni luchar en contra en determinado lugar o personas. Además de que su poder es muy grande y sofisticado y apoyado por inmensos medios financiaros y materiales de una parte de nuestro planeta, el fundamentalismo de la muerte.
Partes en las sociedades van en dos grupos, como sentenciara nuestro apóstol José Martí: Los que aman y construyen y los que odian y destruyen.
Y lamentablemente determina su victoria la parte de mayor posesión de recursos, entre ellos lo inmaterial, la fuerza de la verdad contra la mentira y el engaño fanático, que como en caso de Manchester, muestra un poder muy difícil de combatir.
Les habló, “Desde Miami”, Roberto Solís










