¿Por qué una urgente fe de vida  aparece en otro continente?  

     Pobre gente de Miami. Se les desinfla el héroe que esperanzados ellos mismos habían inflado y más cuando no quieren reconocerlo. Parece usanza del imperio.  Igual que Biden negando que en la frontera sur hubiese graves problemas. Igual que Trump negando que Biden ganara las elecciones. 

     Ahora se trató, según alborotaba Miami, de un intelectual, de un dramaturgo. Joven prócer que no demoraría en borrar hasta el más mínimo rastro de revolución castrista.

     En su última foto en Cuba se veía muy  lindo detrás de las persianas de una ventana de su casa y con una flor en la mano. No detrás de barrotes de prisión alguna. Sin embargo, lo inesperado sucedió. Desde fuera, como telón de teatro, una gran bandera cubana cayó sobre la ventana y el tan esperanzador joven, líder de una operación para cambio de régimen en Cuba, degeneró en personajillo de mediocre obra con final imprevisto, y más cuando declaró que tenía miedo. ¡Muchísimo miedo!

     En las redes sociales su gente propaló una Alarmante Nota de Prensa. El Grupo Archipiélago 16 hour ago (así, con inglés) la emitíó: “URGENTE. A esta hora podemos afirmar que otro de nuestro colaboradores acaba de regresar de la casa de Yunior García donde fue recibido por la familia de Dayana Prieto quien confirmó que no conoce el paradero de Dayana y Yunior desde la mañana de este 16 de noviembre. A partir de este momento Archipiélago los considera a ambos DESAPARECIDOS y exige de forma urgente fe de vida.”

      Por supuesto, las autoridades cubanas no dieron ningún fe de vida. Es de imaginar que hasta el señor que en ese instante limpiaba el piso del Consejo de Estado habrá dicho: “¿Con que fe de vida?, eh, … cacho de embusteros.” 

     Y fue en el Viejo Continente donde  se vino a dar la fe la vida al Europa Press informar que ambos habían aterrizado en Madrid tras haber solicitado visas de turista.

     ¿Qué inhumana incomunicación, qué cruel bloqueo sufriría Yunior?, tal como dramáticamente declaró al pisar tierra madrileña. Sucedió que abrió la puerta de su apartamento, salió a la calle, montó en un auto que se descompuso y tomando un taxi siguió rumbo al aeropuerto José Martí como cualquier turista. ¿Inhumana incomunicación? ¿Cruel persecución? 

     Abismo entre lo dicho y lo hecho. No habría forma de explicar cómo logró eludir el cerco de una brutal policía que incomunicado lo tenía, su vivienda asediada por tumultuosos actos de repudio si acomodado primero en un auto y luego en otro observa el paisaje de la Avenida de Rancho Boyeros, llega al aeropuerto, hace la fila en aduana y en una amplio salón se debió tomar su cafecito a la espera de la salida de su vuelo. Pero aterriza en España y sin perder un minuto compara al gobierno cubano nada menos que con la dictadura de Pinochet en Chile, célebre por sus miles de muertos e igual número de encarcelados y torturados. Otro colmo fue cuando dijo que las vacuna en la Isla era solo asunto político, no interés por la salud del pueblo, y  que el bloqueo era invención del gobierno cubano. Ridículas acusaciones, ruines, de puro servilismo hacia Miami. Pero hay que comprenderlo. Hay que considerar que todo el mundo –no solo los dramaturgos– tiene el derecho de inventar situaciones y algunos, además, ser cobardes.

     Este cronista recuerda que durante la dictadura de Fulgencio Batista no habían amenazas contra los revolucionarios ni había desaparecidos como estos de ahora que en Cuba aparecen tres horas después, vivitos y coleando, sin un rasguño. Los batistianos no operaban así. Ni actos de repudio, ni presos con paradero desconocido, ni llamadas a tomar calles. Los esbirros batistianos siempre seguían la misma rutina. Sacaban uñas y hacían papilla de los testículos de los prisioneros para que hablaran. Destrozaban espaldas a bichazos de buey. 

     Sin embargo, por cada revolucionario que torturado y baleado aparecía en una cuneta, otros más se sumaban a la lucha clandestina o se alzaban en las montañas de Oriente, Pinar del Río y Las Villas. Claro que el miedo andaba por todas partes. El Che dijo que el combatiente que alardeara de que nunca sintió miedo, él le diría que es un redomado mentiroso. Afirmación que asumía para él mismo. Y es que el miedo se enfrenta y se vence. Y por grande que fuera el aguacero de balas que a nuestro alrededor picara, abandonar a un compañero herido no se justificaba por ningún miedo, eso era traición. Y Morir por la patria era vivir, como señala el himno nacional.

      Entonces Washington no sancionaba a militares ni a agente policiales cubanos y estos, libres para reprimir, se ensañaban hasta con los velorios. Recuerdo el de Celso Maragoto, en la ciudad de Pinar del Río. Delante del carro fúnebre marchaban muchachas del 26 y del Directorio con coronas de flores y una bandera cubana. A seguidas un grupo de compañeros que junto a ellas entonábamos el himno nacional. A continuación el carro fúnebre y una gran multitud. Subíamos la pendiente de la calle Alfredo Porta, hoy Antonio Guiteras, llegando ya al costado de la Escuela de Comercio para alcanzar la José Martí y doblando a la izquierda seguir hasta el cementerio.

      Alfredo Porta empieza al final de la pendiente, en Maceo, donde se detuvo una perseguidora. Las manchas azules de tres policias bajaron de ella. Los veíamos plantados allá arriba, armas en manos. El cortejo no se detuvo. De pronto, una Thomson tableteó entre otros disparos. Los proyectiles daban en  la corona con sonido de papel crepé. Mi compañero y buen amigo Marín recibió un balazo en el púmulo derecho. Con los heridos se corrió a la clínica de Callejas, por suerte a escasos metros. 

     Como decíamos, los esbirro de Batista eran rutinarios en extremo. El pueblo lo sabía y no perdía el tiempo hablando de desaparecidos que, seguramente, golpeados, torturados y con cuatro balazos finales serían hallados en una cuneta. Y notable era que el Norte no invocaba ninguna violación a ningún derecho humano. Todo lo contrario. La Misión Militar Norteamericana, con sede permanente en su base habanera de Columbia daba más armas para el dictador, más entrenamiento para su ejército y más bombas para que su aviación las lanzara sobre la Sierra Maestra. 

      Así eran aquellos tiempos. Heroicos, por cierto. Ni bajo tortura se aceptaba el hablar. Era cuestión de honor, de gallardía, aunque  se sintiera todo el miedo del mundo. Así se forjaban nuestros patriotas, En cambio, el líder tan encumbrado por Miami se fue a España a gozar la papeleta de disidente cubano. Ya ni siquiera teniendo que hacer llamados a tomar calles. Ojalá que le vaya bien. Nada fue y nada  será y ojalá que al fin sea capaz de escribir una obra que valga la pena. Eso sí, que él y todo Miami recuerden que ni Martí, ni Ignacio Agramonte, ni Fidel Castro gastaban palabras diciendo que había que tomar las calles, y ellas, todas, a partir de 1959 fueron de un pueblo que rescató su vida luchando contra una verdadera dictadura que el poderoso coloso del norte apoyaba y, entonces, si de tomar algo se trataba, no eran callecitas, y a bala lo que se tomaba eran cuarteles.

     Seis décadas bastarían para mucho aprender. Se memorizaría hasta la Enciclopedia Británica. Se ganaría la Guerra de las Galaxias. Se estudiarían y practicarían varias carreras universitarias. Pero Washington, ya en más de seis décadas, no aprende. Miami, menos. No aprenden de la historia de una isla del Caribe, la más grande. Y no solo en tamaño. Y como en esa Isla Miami ni Washington tienen pueblo que secunden sus intereses quieren alborotar al mundo contra Cuba inventando represiones que no existen y exigiendo ridículos fe de vida.

      Para Radio Miami, Nicolás Pérez Delgado. 

Un comentario

  1. Excelente artículo. Muy buena descripción de la desfachatez que fue elN15. Así terminan todos aquellos que se convierten en súbditos de una potencia extranjera en contra de su patria y muy bueno recordar para aquellos con poca memoria o que no hayan vivido una verdadera dictadura sangrientamente lo que fue el batistado. No nos dejamos engañar. Viva Cuba

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