Mambises yanquis
Hace días regresé de Cuba y anduve por el barrio de Carlos Manuel, en Pinar del Río, donde mataperreando crecí. La diplomacia, por supuesto, tiene su lenguaje, pero la calle tiene otro. Allá, entonces, hubiesen catalogado a Obama de flojo de pierna, de cobardón, los más finos lo hubieran tildado con doble moral, pues luego de últimamente abogar tanto por el levantamiento del bloqueo a Cuba, se pone nervioso y en la ONU ordena a su representante y al israelí que vote en contra no solo de Cuba sino de 191 países que votaron a favor. Democracia made in USA, sin dudas.
Pero el tema de esta crónica no es el bloqueo ni la ONU. Sino el de unos yanquis a los que no les temblaban las piernas y se hicieron mambises. Y es que en La Habana tuve la dicha de leer dos enjundiosos artículos del escritor y Presidente del Instituto de Historia de Cuba, René Gonzales Barrios.
Uno se titula “Estadounidenses en la independencia de Cuba.” Trata sobre la contribución de numerosos y valientes ciudadanos de ese país para con Cuba, ajenos totalmente a los sueños geopolíticos de algunos en el Washington de aquella época y en la actual. No se debe olvidar la palabrería de la Resolución Conjunta del Congreso de los Estados Unidos que en 1898 declaraba que “el pueblo de la Isla de Cuba es, y deber ser, libre e independiente.” Ahora la retórica es diferente, pero con idéntica dirección. Más o menos, esto se comprobó hace días en la ONU.
No se debe olvidar que hubo cuatro años de primera intervención militar, impusieron la Enmienda Platt, apoyaron a Fulgencio Batista e invadieron por Bahía de Cochinos, entre otros muchos hechos encaminados a que fuéramos “independientes.” Hasta 1959 el señor embajador estadounidense era el segundo hombre de Cuba, y “a veces más importante que el presidente cubano,” dicho esto en un libro por uno de esos embajadores, Earl T. Smith.
Pero René González Barrios nos revela norteamericanos de coraje, nobles y justicieros, verdaderos internacionalistas cuando no se usaba ese término y que por decenas “se enrolaron en expediciones mambisas y viajaron a Cuba a pelear por la independencia y contra la esclavitud.”
Nueve estadounidenses pelearon como coroneles mambises, dos como teniente coroneles, ocho fueron comandantes, diecisiete capitanes y ocho tenientes. Otros 83 combatientes obtuvieron diferentes grados.
El Mayor General, Thomas Jordan, natural de Virginia, arribó a Cuba en mayo de 1869 al mando de una expedición y siete meses después fue jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador.
Henry M. Reeves, el famoso Inglesito, como le decía la tropa cubana, fue un héroe de leyenda que alcanzó grados de General de Brigada y cayo combatiendo en el occidente del país en agosto de 1876.
Cinco coroneles nacidos en tierra norteamericana murieron en la contienda: John Asby, James Clancy, Carlos Westreyo, David Johnson y el compañero de Antonio Maceo Charles Gordon,
El comandante Dana Osgood cayó en 1896 en el sitio de Guáimaro. Tres de los expedicionarios del George W. Upton que arribó en mayo de 1870 a nuestras playas murieron también por la libertad de Cuba. Hamison H. Harrinson, capitán del ejército de los EE.UU., murió en combate durante el desembarco. Otro capitán de apellido Hawison fue hecho prisionero a los pocos días del desembarco y fusilado en Nuevitas. El también capitán Edmond H. Fredericks murió en campaña en 1897.
Las historias que saca a la luz el historiador René González Barrios son hermosas y parecen interminables y en el espacio de esta crónica no podré darlas todas ni con la extensión debida.
El teniente George S. Newton, de New York, herido en combate y hecho prisionero murió a los pocos días en prisión. El también teniente, este artillero, James Pennie, expedicionario del vapor Bermuda y a las órdenes del Mayor General Calixto García perdió una pierna durante la contienda. En noviembre de 1898 en la manigua murieron por enfermedad los soldados Francis H. Dover Star y Loow Water. En la acción del Cerro, en Sancti Spíritus, en septiembre de 1896, cayó el también soldado Agustín W. Caballero.
González Barrios nos revela que Carlos Spehaman y Alberto Wyeth fueron fusilados por los españoles en 1869, que en ese mismo año morían en campaña el sargento del ejército norteño William Crosceland y Harry Chave, secretario del general Thomas Jordan. El ayudante del General Domingo Goicuria, Ws Ashly, cayó en acción de guerra en 1870. Hechos prisioneros y fusilados fueron el sargento Blake y Ed. H. Hurt. Similar destino corrió el capitán de buque Joseph Fry. En Santiago de Cuba fueron fusilados los expedicionarios del Virginius John C. Harrris, Eudad Day, Thomas Read y John Brown.
En la gesta de 1895 tampoco faltaron patriotas estadounidenses. Por ejemplo, el lobo de mar John O Brien, conocido como el Capitán Dinamita, condujo a Cuba numerosas expediciones y luego del fin de la guerra fue jefe de prácticos del puerto de La Habana. Frederick Funston, teniente coronel artillero a las órdenes de Calixto García, años después fue Mayor General del ejército de los Estados Unidos. El cadáver del médico Charles Docks, que murió en campaña en 1896, fue expuesto por los españoles en la plaza pública de Placetas. Antonio Maceo había tomado afecto al ingeniero mecánico Pearce Alkison, quien murió de un balazo en la frente durante el ataque a un tren en Pinar del Río.
Imposible referirnos a todos, pero para vergüenza de los comunicadores de los canales de Miami, no dejaremos de mencionar al corresponsal del The Chicago Record, Charles E Crosby, quien murió en combate cuando acompañaba al General en Jefe Máximo Gómez.
No nacieron en Cuba. Pero la defendieron y con su actitud enaltecieron también su bandera. Los comunicadores de Miami, por supuesto, tienen también bandera, pero ésta solo parece llevar el emblema del dólar. En Washington debe haber algo parecido. Nada que ver con aquellos mambises yanquis.
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