Los republicanos se pliegan a los deseos de Trump y aprueban la megaley que recorta impuestos a los ricos y subsidios a las rentas bajas
El Congreso alcanza un acuerdo a tiempo de que el presidente de EE UU pueda firmar el Día de la Independencia su reforma fiscal “grande y hermosa”, que amenaza con disparar el déficit
Aún faltaba por emitir, eso sí, el último episodio del culebrón legislativo de la temporada en Washington, que terminó a eso de las 14.30 de este jueves. Tras un discurso de casi nueve horas con el que el líder de la minoría demócrata, Hakeem Jeffries, batió un récord histórico de dilación parlamentaria, sus rivales en la Cámara baja dieron el sí definitivo a la ley tras meses de negociaciones y cambios tan significativos en el Senado que hicieron necesaria una segunda revisión en el Congreso.
Así que la norma llegará, como quería el presidente estadounidense, a tiempo para que pueda firmarla este viernes, Día de la Independencia, en los jardines de la Casa Blanca. Trump había presionado para que se cumpliera un plazo tan simbólico como artificialmente impuesto. Que los miembros de su partido se plegaran a cumplirlo y, sobre todo, a aprobar una ley que le deja las manos libres para acometer la gran transformación de la sociedad estadounidense que se ha marcado como objetivo, supone otro gran triunfo para un Trump en racha, encaramado a lo más alto de su poder político cinco meses después de jurar el cargo.
La BBB también rompe algunos de sus compromisos electorales: el presidente estadounidense prometió en campaña que no tocaría Medicaid, pero la BBB mete un recorte de casi un billón de dólares a ese escudo social para los más desfavorecidos, al sistema de hospitales rurales y al programa SNAP, que es como ahora se llama al sistema de distribución de cupones para alimentos. Teniendo en cuenta que Trump consiguió ganar las elecciones haciendo un truco de prestidigitación con el que logró hacer pasar al republicano por el partido de la clase trabajadora, está por ver cómo se tomará su base esta reforma fiscal, cuyos críticos pintan como a una especie de Robin Hood a la inversa: quitará el dinero de los pobres para dárselo a los ricos.
Pese a las dudas sobre la factura política que la reforma fiscal pueda pasarles, los congresistas conservadores hicieron de tripas corazón y aprobaron un texto de 940 páginas que apenas tuvieron tiempo de leer tras los cambios del Senado, donde la norma fue aprobada gracias al voto de desempate del vicepresidente, J. D. Vance, y tras cuatro días agónicos. En su última encarnación, la apisonadora de la BBB incorpora ciertas líneas rojas en materia de gasto público por las que muchos de ellos, especialmente los miembros del ala más dura del partido, dijeron que no pasarían y finalmente cruzaron.
Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, un organismo independiente del Capitolio, la ley sumará 3,3 billones de dólares al déficit estadounidense, que anda en cifras récord desde la pandemia. Ese número encendió los ánimos del hombre más rico del mundo, Elon Musk, que ya no está encargado de adelgazar la Administración estadounidense al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), pero se opuso en las últimas semanas de un modo tan brutal a la aprobación de la ley como para acabar en un desagradable divorcio en directo con Trump.
El miércoles, que empezó con la cancelación por las tormentas de verano de los vuelos de vuelta a Washington de algunos de miembros de la Cámara de Representantes, había sido otro día de infarto en el Capitolio. No faltaron las negociaciones a la carrera y las presiones en los pasillos, las demostraciones de indocilidad de cara a la galería y los compromisos arrancados a puerta cerrada. También, el premio a la mejor declaración de la jornada. Fue para Ralph Norman (Carolina del Norte), que dijo a los periodistas, antes de cambiar definitivamente de idea: “No puedo decir que sea un ‘sí’; tampoco, que sea un ‘no”.
Presiones públicas y privadas
Entre bambalinas, Trump presionaba a los indecisos a golpe de llamadas telefónicas desde la Casa Blanca y a través del doctor-de-la-tele metido a funcionario de sanidad Mehmet Oz, al que mandó al Capitolio para que distribuyera un argumentario de tintes aporofóbicos que los congresistas repetían en las televisiones por cable: que el tajo a Medicaid, que amenaza con dejar a 12 millones de personas sin protección sanitaria, no se aplica más que a aquellos que, estando en condiciones de hacerlo, se nieguen a trabajar.
El presidente estadounidense también empleó las armas de las redes sociales que tan bien domina. Durante toda la jornada, empujó a los indecisos a base de mensajes que se debatieron entre un lenguaje más propio de una animadora de instituto (“¡Vamos, compañeros!”) y otro, más clásico en él, teñido de impaciencia: “A los republicanos: ¡Debería ser un voto fácil! ¡RIDÍCULO!”, escribió a las 0.45 del jueves, antes de desconectarse por unas horas de su red social, Truth.
El trabajo de campo (más bien, de la moqueta azul del hemiciclo) corrió a cargo del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, que iba de un lado a otro con su cara de niño aplicado y un mantra de perogrullo (con una ley ómnibus como esta, “es imposible contentar por completo a todos”). Mientras tanto, Johnson vendía, a cambio de votos, concesiones. No en la forma de cambios de última hora en el texto, ya intocable, si no de decisiones ejecutivas favorables para este o aquel Estado y los ajustes que hicieran falta con tal de terminar con la agonía antes del 4 de julio.
Lo sucedido con la BBB en la Cámara de Representantes, que aprobó la ley en primera instancia en mayo, por un solo voto y al final de otra noche en vela, fue una nueva demostración de la inoxidable lealtad de Johnson hacia Trump, así como un notable triunfo para el improbable speaker. El político, un fundamentalista cristiano de Luisiana, llegó al cargo como último recurso y logró poner fin, aunque casi nadie confiaba demasiado en ello, a una época turbulenta para su partido en la Cámara. Esta semana se ha afianzado en el puesto.
Johnson tuvo la última palabra previa a la votación, que aprovechó para prometer que “los mejores días de Estados Unidos están por venir” y decir que este jueves marcaba el “principio de una edad dorada”, porque la “ley grande y hermosa” hará del país “un lugar más fuerte, seguro y próspero”. “Es la culminación de la agenda ‘Estados Unidos primero’ del presidente Trump” para todos sus compatriotas, añadió. Y especialmente, para los que lo votaron: “la coalición más amplia y diversa de la historia”, dijo sin importarle faltar a la verdad.
Antes, el líder de la minoría demócrata, Hakeem Jeffries, hizo uso de esa provisión parlamentaria que en Washington llaman “el minuto mágico” por llamarla de alguna manera: habló durante casi 540 minutos y avisó de que no dejaría pasar la oportunidad, pese a las horas y el cansancio acumulado, de darse al menos el gusto de agotar la paciencia de sus rivales. “Como consecuencia de esta ley grande y fea”, sentenció, cuando los reporteros aún no se habían perdido en sus pensamientos, “la gente en Estados Unidos morirá, y serán muertes innecesarias, que pesarán sobre las conciencias de los miembros de esta Cámara”. Al rato, Johnson le respondió: “A veces, cuesta más tiempo construir una mentira que decir una simple verdad”.
Los republicanos controlan la Cámara de Representantes con una magra mayoría, que es algo más desahogada en el Senado. Ni un solo demócrata ha votado en favor de la BBB en ninguno de sus trámites, y eso, en un sistema parlamentario en el que no prima la disciplina de partido, indica que no había nada en esas 940 páginas que pudiera convenirles apoyar de cara a sus electores.
También, a todas luces, encierra un cálculo de posibilidades. Desnortados, faltos de liderazgo, alejados de buena parte de su base tradicional y sin saber del todo si serán capaces de volver a ganar en las urnas, los demócratas confían en que las consecuencias de la gran reforma fiscal aprobada este miércoles hundan las perspectivas de los republicanos en las legislativas del año que viene. Si sus cálculos son correctos, eso les permitiría retomar el control de una o de las dos Cámaras y, entonces sí, empezar a hacer oposición a Trump de maneras menos teatrales y más efectivas que leer un aburrido discurso durante casi nueve horas.
Trump logra su primera gran victoria legislativa tras la aprobación del Congreso de su ambicioso proyecto de ley
Los legisladores republicanos le han otorgado al presidente Donald Trump su primer gran logro legislativo de su segundo mandato, tras una feroz campaña de presión por parte de los líderes republicanos para unir a un partido profundamente dividido en torno a su amplia agenda nacional.
Los republicanos de la Cámara de Representantes votaron el jueves por la mañana a favor del enorme paquete de recortes fiscales y del gasto federal, así como de aumentos de fondos para el Pentágono y la seguridad fronteriza, lo que autoriza el envío del proyecto de ley a la Casa Blanca para su firma. El Senado aprobó el proyecto a principios de semana.
Esta histórica victoria para los republicanos se produce tan solo seis meses después del inicio del segundo mandato de Trump, un plazo rápido que parecía cuestionado hasta la votación final. El presidente y sus aliados en el Capitolio intensificaron la presión sobre los sectores más reticentes del partido en los últimos días, argumentando que el paquete ayudará a consolidar el legado de Trump en temas como la inmigración y la política fiscal, incluyendo el cumplimiento de promesas clave de campaña, al tiempo que intenta frenar el gasto con recortes históricos al apoyo federal a la red de seguridad social.
“Solo un hombre puede sellar el acuerdo”, dijo la representante Anna Paulina Luna sobre la participación de Trump en las últimas horas del esfuerzo de la Cámara para aprobar el proyecto de ley.
También es una victoria significativa para el presidente de la Cámara, Mike Johnson, y el líder de la mayoría del Senado, John Thune, los dos republicanos de mayor rango en el Congreso, quienes son relativamente nuevos en las filas del liderazgo. Lo que los miembros han dudado durante semanas ahora sucederá: Trump podrá firmar su “gran y hermosa ley” para el 4 de julio.
Con un margen de error casi nulo, los dos líderes republicanos del Congreso convencieron a casi todos los miembros de su partido para que se alinearan con Trump. Lo lograron a pesar de meses de críticas sobre el aumento explosivo del déficit con un proyecto de ley de US$ 3,3 billones y, por otro lado, de las preocupaciones de los miembros más moderados sobre el recorte de US$ 1 billón a Medicaid.
La fuerza impulsora detrás del megaproyecto de ley republicano era simple: Trump y su férreo control sobre el Partido Republicano.
El presidente se aseguró de que su paquete de medidas se enfocara en tres de las políticas más populares del Partido Republicano: abordar la seguridad fronteriza, reforzar las fuerzas armadas y otorgar recortes de impuestos.
Incluye algunas de sus mayores promesas de campaña, como la eliminación de impuestos sobre las propinas y el pago de horas extra, un aumento de fondos para el Pentágono y miles de millones de dólares para financiar una ofensiva migratoria a nivel nacional.
Solo en cuanto a la política fronteriza, el proyecto de ley abrirá nuevos centros de detención, financiará una oleada de contrataciones de agentes fronterizos y financiará cientos de kilómetros adicionales del llamado muro fronterizo de Trump desde su primer mandato.
Estas políticas, ampliamente populares, ayudaron a convencer a los republicanos de la Cámara de Representantes, que se habían mostrado muy escépticos ante el proyecto de ley de Trump.
El representante saliente Don Bacon, de Nebraska, por ejemplo, había advertido a su partido que no apoyaría más de US$ 500.000 millones en recortes a Medicaid, aunque el proyecto de ley final del Senado reduciría la financiación federal del programa en un billón de dólares, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
“¿Voto para proteger los impuestos de la gente? ¿Protejo a nuestras fuerzas armadas? ¿Mejoro nuestra seguridad fronteriza y quito algo de nuestros hospitales?”, dijo Bacon a CNN el miércoles, añadiendo que esperaba que el Congreso aún pudiera evitar que algunos de los recortes a la atención médica entraran en vigor dentro de cinco años. “Pero, ¿saben?, tengo una opción. ¿Qué me proporcionará más beneficios”.
Si los republicanos hubieran bloqueado el proyecto de ley, se habrían enfrentado a la ira de Trump y también a una dolorosa realidad en materia de política fiscal.
Millones de estadounidenses estaban a punto de ver un aumento de impuestos el próximo año tras el vencimiento de la ley republicana de 2017, otra poderosa razón para impulsar el proyecto de ley.
Un plazo rápido para un proyecto de ley multimillonario
El proyecto de ley es el resultado de más de un año de arduo trabajo entre bastidores por parte de los legisladores republicanos y la administración, que comenzó incluso antes de la elección de Trump en noviembre.
Los republicanos lograron que el paquete se aprobara en ambas cámaras con solo tres votos a favor y tres en contra en cada una.
Históricamente, el Congreso, liderado por el Partido Republicano, aprobó el proyecto de ley con una rapidez notable. El proyecto de ley fiscal de Trump en su primer mandato y el emblemático proyecto de ley de salud, impuestos y clima del presidente Joe Biden requirieron aproximadamente 18 meses de prolongadas negociaciones con el Congreso.
Hubo mucho drama en el proceso. Un republicano clave, el senador Thom Tillis, sorprendió a Washington al anunciar que no buscaría la reelección tras desafiar a Trump y votar a favor de bloquear su proyecto de ley en el pleno. (Un día después de que Trump amenazara con una primaria, Tillis abandonó la contienda por completo).
Otros que se resistieron, tanto ultraconservadores como miembros de tendencia centrista, pasaron semanas criticando un proyecto de ley en los noticieros por cable y asambleas públicas, que finalmente apoyaron.
Trump y los líderes republicanos del Congreso, quienes se vieron sorprendidos, en gran medida, sin una agenda política detallada cuando Trump ganó en 2016, estaban preparados esta vez. Los líderes republicanos de la Cámara de Representantes comenzaron a celebrar sesiones de “grupos de trabajo” sobre política fiscal, fronteriza y sanitaria en la primavera de 2024, meses antes de las elecciones.
Los demócratas planean dedicar las elecciones intermedias al proyecto de ley de Trump
El líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, ha dejado claro que los demócratas harán de la agenda de Trump el eje central de su campaña para dar la vuelta a la Cámara el próximo noviembre.
Y lo dejó aún más claro el jueves, justo antes de la aprobación del proyecto de ley, cuando pronunció un discurso récord de más de ocho horas en el que criticó duramente los recortes de Trump a los programas de protección social a cambio de lo que describió como recortes de impuestos para los donantes multimillonarios.
Durante su discurso en el pleno, Jeffries leyó fragmentos de varias carpetas llenas de ataques contra los republicanos.
“Después del proyecto 2025, viene el proyecto 2026”, dijo Jeffries en el pleno.
Los demócratas planean insistir en que el proyecto de ley recortará drásticamente los fondos federales para Medicaid, lo que podría poner en peligro la cobertura médica de 11,8 millones de personas, así como los recortes al programa de asistencia nutricional SNAP.
House Majority Forward, la organización sin fines de lucro afiliada a los líderes demócratas de la Cámara de Representantes, ya está trabajando en anuncios para atraer a republicanos vulnerables a su voto, según una persona familiarizada con los planes.
Se espera que la campaña publicitaria se dirija a varios distritos, incluyendo a los representantes Scott Perry en el centro de Pensilvania, Tom Barrett en el sur de Michigan y Derrick Van Orden en el oeste de Wisconsin.