El papa Francisco junto a Robert Francis Prevost en septiembre de 2023, en la Ciudad del Vaticano.
Los legados del papa
En una meteórica carrera, Robert Francis Prevost Martínez, creado cardenal por el papa Francisco en 2023, dos años después, acaba de ser electo papa.
Robert Francis Prevost Martínez quien, al escoger nombre, optó por el de León XIV, lo cual recuerda y honra a León XIII, el papa de mayor proyección social de todos los que, desde el Trono de San Pedro han ejercido la dirección de la Iglesia católica, por cierto, en el papado de más larga duración.
Gioacchino Vincenzo Raffaele Luigi Pecci, León XIII ejerció como el papa 256º con un reinado de 25 años desde 1878 a 1903. Vio prosperar en Europa la Revolución Industrial con todas sus consecuencias económicas y sociales, asistió a la consolidación de las ideas liberales y fue contemporáneo de Karl Marx a quien coadyubó y criticó en su obra cumbre, la encíclica: Rerúm Novarum, en español, De las cosas Nuevas.
Las Cosas Nuevas a las que se refería León XIII, fueron las nuevas realidades surgidas en la Europa de su tiempo, entre ellas la opresión material y espiritual de las mayorías empobrecidas por el capitalismo salvaje, explotadas implacablemente por elites enriquecidas con el trabajo ajeno.
A su filosofía y desempeño se debe el surgimiento de las organizaciones políticas y los sindicatos de inspiración cristiana entre ellas la democracia cristiana y los sindicatos de esa orientación.
Entre los actos de su largo pontificado estuvo la activa mediación entre Estados Unidos y la Corona Española para tratar de impedir la Guerra Hispano-Americana en 1898, en la cual finalmente la España católica y devota, fue convincentemente derrotada por la potencia protestante, en la cual, 57 años después, en 1955 nacería un varón que se haría sacerdote católico y, exaltado al papado, adoptaría el nombre de León XIV.
León XIII auspició la participación de los laicos católicos de matiz progresista en la vida política. Esa proyección, sumada al desempeño social del papa Francisco cuya obra no pudo ser más popular, y al cual el flamante León XIV honró al presentarse ante el mundo.
Destacado para servir en Perú en 1985, tras ordenarse sacerdote regresó a Perú para dirigir el Seminario Agustiniano permaneciendo diez años en esa función, en 2014, fue administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo, período en el cual por solicitud propia adoptó la nacionalidad peruana.
En idioma español saludó a sus fieles de los tiempos de servicio religioso en Perú donde llegó a ser Miembro de la Conferencia Episcopal y Obispo de Chiclayo. Con voz firme, para todo el que lo quiere oír, abogó por “La paz desarmada”, es decir la paz sin armas y sin guerras.
En lo adelante muchas veces, con toda justicia, se mencionará a León XIV como un papa latinoamericano y a su persona como peruano- americano.
La reciente elección papal es un acontecimiento de relevancia universal, digno de ser estudiado. Prometo contribuir a ello. Bienaventurado sea su servicio.
El papa, la Iglesia y la esperanza
Dado que ningún papa se selecciona a sí mismo, sino que lo hace el cónclave, en términos generales, cada elección expresa la voluntad de la Iglesia como institución. El más reciente formado por 133 purpurados de 71 países, puede haber sido iluminado para responder a las urgencias del momento con una proyección de futuro. Un papa equilibrado, avanzado y joven, puede ser un hallazgo.
Portadores de la milenaria sabiduría de la Iglesia, los electores generaron una exquisita ambigüedad. León XIV es estadounidense y peruano, americano de las dos Américas, ciudadano del norte y del sur y a la vez norteamericano. El misterio, cosa común en la Iglesia y la fe, es: ¿Cómo 130 purpurados de 70 países, sin acuerdo previo ni influencias externas, alinearon tantos matices? La cristiandad asume que Dios lo quiso
Aunque debido, entre otras cosas, a la universalidad de su perfil, la Iglesia tiende a alejarse de los asuntos temporales, al elegir a Robert Prevost, el colegio cardenalicio, al fin y al cabo, un grupo humano deliberante, puede haber considerado pertinente colocar a un clérigo proveniente de una potencia global, en la máxima posición de liderazgo espiritual, cosa que no ocurría desde los tiempos de Constantino (306). El que hubiera uno idóneo en Estados Unidos se puede atribuir a la Providencia.
A propósito, al declararse “sede vacante” debido al deceso de Francisco, el presidente Trump se apresuró a manifestar que para Estados Unidos sería importante contar con un papa, hecho consumado con la elección de Robert Prevost, León XIV, aunque tal vez, debido a los antecedentes del ahora Santo Padre, las cosas pueden no haber resultado a la medida de sus deseos. No obstante, la historia está siempre por escribirse, lo cual beneficia la duda que, en este caso, no alude a la desconfianza, sino a las expectativas.
No es de extrañar que, con buen tino, ante la oportunidad, la Iglesia católica, la primera entidad con carácter genuinamente global y que, aunque con diferente capacidad de impacto, ejerce su liderazgo espiritual por todo el planeta, haya optado por traer a la palestra a León XIV.
Aunque Rusia, otra potencia que en la coyuntura es decisiva para el avance de la civilización global, por razones, en parte asociadas a enfoques erróneos, felizmente superados que convirtieron el ateísmo en religión de estado, el catolicismo se frenó, el visible auge de la religiosidad que penetra las esferas sociales y oficiales, puede contribuir a equilibrar fuerzas y atemperar comportamientos.
El acercamiento logrado por Francisco y Su Santidad el Patriarca de la Iglesia ortodoxa Kiril (Cirilo) que 971 años después de la ruptura en 1054, se encontraron y dialogaron en La Habana, fue un nuevo comienzo que puede abrir perspectivas interesantes. La devoción religiosa y la empatía entre el presidente Vladimir Putin, y el Patriarca Kiril puede ser un tanto a favor de lo más urgente que es la búsqueda de “la paz sin armas”.
La “Paz sin armas” a que alude León XIV, no es sólo un pacto para parar lo que circunstancialmente ocurre, sino un compromiso para desterrar, para siempre a la guerra como recurso y como opción. Aunque no hay que dejar la solución en manos de los religiosos, sino promover su apoyo para que su liderazgo espiritual contribuya al bien común.
No hay que remontarse al sinlo III ni afiliarse al dogma de que “Fuera de la fe no hay salvación”, sino de sumar al credo religioso, las convicciones en la utilidad de la virtud y buscar la paz en la condición humana. El nuevo papado es fuente de esperanzas. Corresponde a León XIV contribuir a realizarlas. ¡Que así sea!, o como se dice en castellano: Amén. Allá nos vemos.