Quemar la cultura = Aplastar la música.
Desde que éramos adolescentes nos enteramos con los estudios de la historia que hubieron etapas en las sociedades lejanas y otras ni tanto, en que se usaba por determinados entes poseedores del “genio supremo” de su imbecilidad mental, que por darse el gustazo de tratar de ocultar el brillo del sol de la verdad con un dedo tapando un ojo, ordenaban a quemar grandes cantidades de libros. Sí, óiganlo bien, libros, como mostrando de esa forma que convirtiendo en cenizas esas obras, así como sus autores, eliminarían sus mensajes e ideas al resto de la humanidad que debiera obedecer y vivir solo a sus antojos por creerse esos cretinos, dueños y señores de estas.
El hacer de esto casi un ritual por razones casi siempre políticas llevadas al fanatismo ideológico, nos trasladan desde las épocas de quien realizó las primeras quemas de libros seguido por el asesinato de los intelectuales en el año 212 ANE por la dinastía de Qui She Hueng, en China, seguida más tarde con la quema de la Enciclopedia de Alejandría por su emperador, Dioclesiano en el año 292 DNE. Llegando más recientemente a las épocas del siglo XV de la quema de la Hoguera de las Vanidades, en Florencia, Italia. La del gran fuego de los Manuscritos Mayas, en Yucatán, México, en 1562. Saltando un poco la historia de estos desastres y crimines contra la cultura, llegamos a Hitler en su Alemania en 1933, en Bebleplatz cuando los nazis dieron fuego a las primeras hogueras de libros, práctica que se generalizó en los países ocupados durante toda la II Guerra Mundial.
En 1966 recuerdo cuando John Lennon declaró públicamente que “Los Beatles eran más conocidos que Jesús Cristo” y se quemaron millares de sus discos de estos famosos músicos aquí en Estados Unidos. Cuando la feroz dictadura de Pinochet en Chile, se hacían estos actos frecuentes entre ellos la quema de una obra del genio de literatura americana, Gabriel García Márquez, cuando quemaron 15,000 ejemplares de su novela Las aventuras de Miguel Littin clandestino en Chile”. Así mismo cuando la asesina dictadura militar en Argentina se llegaron a quemar 1.5 millones de libros.
Toda esta triste historia de los enemigos fanáticos contra la cultura en general, llena parte de sus espacios en este punto microscópico de mapa del mundo conocido por el Miami donde viven, todavía, un grupito conocido por “exilio histérico”, que le ha dado la fama de “Aldea Bananera del Primer Mundo”, Aquí se ejemplariza a manera de aplanadora aquellos esquemas de la quema de libros de antes. Cada vez que algún exponente de la cultura, ya sea cantante, músico, poeta escultor, pintor, o simplemente un ser humano que solo se atreva a pensar distinto y tenga la osadía de expresarlo públicamente, ya sea en un viaje a la isla de Cuba, una expresión a favor de las relaciones entre ambos pueblos, un encuentro con las raíces, o cualquier manifestación a favor de aquellos más de once millones y los otros dos que viven fuera, ese gran pecado, bastará para realizar otro espectáculo del pequeño y minúsculo teatrico bufo en los predios de un restaurant de la Pequeña Habana, que se presta como plaza conocida por el protestogrado de esta locura llamada exilio cubanoamericanomiamense.
Hace unos días un famoso cantante, ya algo mayorcito, pero muy popular todavía, se atrevió a declarar respondiendo a un periodista, que “…le gustaría ir a cantar a Cuba…¿por qué no?… lo que pasa es que no puedo por ahora, ya que tengo que cuidarme que no me vayan a poner una bomba en el jardín de mi casa en Miami”; en clara alusión a la triste historia de esta ciudad sitiada por una caterva de terroristas y politiqueros que en sus años de estrellato , hacía estallar a bombas donde quiera que costaron vidas humanas y daños materiales, para imponer sus criterios anticubanos.
En la susodicha esquina se reunieron media docena de los asalariados personajes ya conocidos, con cartelitos ofendiendo al artista de marras y le pasaron por encima con una aplanadora, destruyendo discos de música de este cantante. Ya hacía algún tiempo que escaseaban los dolaritos de estos imbéciles dirigidos por el cretino mayor, el más orate de todos, quien lidera ese grupúsculo sensacionalista, el viejo canoso de los tirantes. Y salieron por la televisión y todo. Increíble pero cierto, cosas de Miami.
Les habló, “Desde Miami”, Roberto Solís.
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