Salvador Capote
Con enorme disgusto porque involucra a una organización juvenil a la que aprecio y respeto desde su fundación, he leído un artículo publicado por Javier Gómez en el blog “Joven Cuba” al cual estoy suscrito desde hace varios años. Con evidente desconocimiento de la realidad de los cubanos en el extranjero, Gómez, a quien no conozco, se permite editorializar con un artículo titulado “La distante letanía” sobre el importante tema de las relaciones entre la nación cubana y su emigración. Aunque la oscuridad de algunos párrafos e incluso errores de sintaxis ofrecen lecturas contradictorias y hacen prácticamente imposible entender a cabalidad las intenciones del autor, algunas cosas quedan claras con una claridad que asombra por su insustancialidad y arrogancia.
A Gómez le molesta la frase (tal vez prefiera los muros a los puentes) “hay que crear maneras más inclusivas para la participación de los cubanos que viven fuera”. Sin embargo, del mal llamado “exilio histórico”, en gran parte de prosapia batistiana y plattista –actualmente en vías de extinción- a la emigración posterior, fuertemente motivada por razones económicas y de reunificación familiar, hay distancias insalvables de orden cualitativo, y ha sido una sabia política de las autoridades de la isla la implementación gradual de reglamentaciones que, en la medida que lo han permitido estos cambios en la composición social de los emigrados y la seguridad de la nación, están facilitando el acercamiento entre los cubanos de ambas orillas del Estrecho de la Florida. Queda, ciertamente, un largo camino por andar y muchos –aquí y allá- quisiéramos recorrerlo con mayor velocidad, opinamos que mucho más pudo y debió hacerse, pero entendemos y compartimos las razones para un andar cauteloso.
La política de inclusión no es, por tanto, una “letanía”, es decir, no es un discurso aburrido ni una retahila de lamentaciones, sino algo imprescindible para lograr que la emigración no signifique desarraigo, separación familiar, dolor y resentimiento, sirva para unir a todos los cubanos de buena voluntad y allane los caminos para la participación de todos en la nueva sociedad que edificamos.
Afirma Gómez que siente “una ligera incomodidad” cuando escucha la idea de la inclusión, y ésta, que es una tarea delicada pero imprescindible, la equipara lamentablemente con la expresión ambigua “yo aspiro a ver algo antes de morirme” con la que algunos en Cuba disfrazan su cansancio espiritual, su derrotismo. En este contexto consideramos abominable la mención, traída por los pelos, de Gloria Stefan. ¿Qué tiene que ver la voluble opinión de alguien que sólo desea el fracaso del proceso revolucionario y la desaparición de su gobierno, con la parte de la emigración, cada vez mayor, que aspira a no perder el contacto con su tierra y con su pueblo y que visita a la isla con la frecuencia que puede, a veces con grandes sacrificios económicos personales y familiares?.
Coincidimos con Gómez en que “hay muchas maneras de ejercer una inclusión propia en cuanto a Cuba” y en que hay “gente que ha logrado con mucho esfuerzo, enfrentándose a la incomprensión, a la antipatía, incluso a la hostilidad, sobreponiéndose a experiencias personales, mantenerse cerca de Cuba y participar de ella”. Pero a la hora de citar ejemplos cita algunos cuyos méritos no discutimos, pero ignora por completo, en forma que no entendemos, a compañeros y organizaciones que no durante años sino durante décadas, han defendido a la Revolución Cubana y la han acompañado en todas sus grandes batallas, como las luchas por la devolución del niño Elián, el levantamiento del bloqueo, y la liberación de los cinco heroes cubanos, entre muchas otras.
Día tras día, durante largos años, Radio Miami ha salido al aire para desmentir a los enemigos de Cuba y defender su soberanía y su derecho a elegir libremente su sistema social. ¿Cómo es posible ignorar a periodistas y locutores que abnegadamente han mantenido, nada menos que en Miami, este bastión de la causa de Cuba? ¿Quién no conoce, por ejemplo, el personaje de El Duende, que en notas breves pero llenas de ingenio y de inigualable chispa criolla utiliza para denunciar a los enemigos de Cuba nuestro director Max Lesnik? (El mismo que, en su oportunidad, viajó a Matanzas para saludar y felicitar a los compañeros integrantes de Joven Cuba). Incontables son las manifestaciones, actos de calle, caravanas de autos y otras actividades, que llevaron a cabo durante todo ese tiempo las organizaciones que integran la Alianza Martiana, entre ellas la Brigada Antonio Maceo, uno de cuyos miembros fundadores, Carlos Muñiz Varela, fue asesinado a causa de su defensa del derecho a viajar a Cuba. Y debido al vínculo de Joven Cuba con uno de los grandes patriotas y revolucionarios de nuestra historia, señalemos que el único lugar de Miami en el que se rinde homenaje a Antonio Guiteras es en el local de la Alianza Martiana, donde un gran retrato del mártir de El Morrillo ocupa un lugar de honor.
Para no extenderme demasiado, dejaré en el tintero comentarios acerca de algunos otros aspectos del artículo de Gómez. Sólo quiero referirme, por último, a una advertencia que en forma inapropiada, por decir lo menos, y no sé con qué autoridad, nos hace al finalizar su escrito. Gómez nos aconseja, a los que estamos fuera de Cuba, que nos incluyamos, por nuestra propia cuenta, de todas las maneras que encontremos. “Pero, por favor, -nos advierte con aires de perdonavidas- no esperen a que alguien vaya hasta donde estén y les diga: Pss, hey…ya pueden venir”. Admito que algunos, por razones que no comparto, se opongan a una sana política de inclusión, es decir, a una política que favorezca el acercamiento de los emigrados cubanos a su patria de origen, pero si alguien se aproximase a nosotros con ese “psst…hey” irrespetuoso y prepotente, lo mandaríamos de inmediato a ese lejano lugar que los cubanos –los de aquí y los de allá- tradicionalmente acostumbramos a mandar a los que nos amenazan, ofenden o menosprecian.










