Paralelamente a esta noticia, diversas fuentes de esa Administración, han manifestado que la Casa Blanca realiza un estudio para el eliminar algunas de las órdenes Ejecutivas aprobadas por el Presidente Obama, las cuales tenían como objetivo, allanar el espinoso camino entre Washington y La Habana.El Presidente Trump ha intentado cumplir con todas “las promesas” que hizo durante su campaña. Una tras otra, le ha sido imposible materializarlas.
Desde la Muralla Trump, la eliminación del Obamacare, la subida arancelaria a los productos chinos y mexicanos, la prohibición de ingresar al país a ciudadanos de regiones musulmanas, la erradicación de regulaciones sanitarias y alimenticias, orientadas a la protección ciudadana, y cuánto aspecto planeara o improvisara en sus cuasi mesiánicos discursos, han sido considerados desde su elección a la presidencia, sin embargo, ninguna aceptada en su totalidad. La existencia de intereses varios en el Poder del Estado, las legislaciones, las organizaciones de inmigrantes, las instituciones ambientales, especialmente las dedicadas a garantizar ciertas protecciones al consumidor, la Corte Suprema y otras, las han bloqueado total o parcialmente. Hasta el momento, la única que, al parecer, tendrá debido cumplimiento, es su reciente decreto de abandonar los acuerdos de Paris, lo cual coloca a Estados Unidos, al lado de Nicaragua y Siria, únicos países que no fueron signatarios de dicho acuerdo, causando además reacciones internacionales de furia, dado que la nación estadounidense, es la segunda causante, de emisiones de carbono, después de China. Y permítame aquí hacer la acotación, que todo indica que el Gigante Asiático ha decidido entrar en la contienda de “Salvar el Planeta” y casi podemos apostar que no desperdiciará recursos para materializar el proyecto.
En estos momentos la promesa pendiente es Cuba. Sin embargo, es significativo que el Presidente haya planeado un viaje internacional horas antes del 20 de mayo, fecha robada de la historia cubana y más que nada, tergiversada, por el sector conservador cubano que vive en Estados Unidos. Es una fecha que la estrategia electorera estadounidense, aprovecha para cortejar a un sector de origen cubano de dimensiones minoritarias del sur de Florida, quienes contribuyen financieramente en cuantías no despreciables, con las maquinarias políticas demócratas y republicanas, especialmente con ésta última, lo cual explica el interés de lisonjearla con promesas, aunque estas vayan en detrimento de 11 millones de personas que viven en Cuba. En esta oportunidad, el Presidente se manifestó con un mensaje desde la distancia.
Cuba fue un asunto casi sin importancia, en la política de Washington, hasta el momento en que la Administración de Obama entendió que para obtener pasaporte de ingreso al sur del Río Bravo y navegar políticamente por el Caribe, era necesario hacer las paces con Cuba. No obstante, esta relevancia está íntimamente ligada, al interés que Latinoamérica pueda tener para la nueva Administración.
Si Donald Trump insiste en priorizar el planteamiento más generalizado y plausible a mediano plazo, de aislarse relativamente del resto político del Orbe y no “malgastar” (palabra de Trump) recursos, dictándole a otros países lo que deben hacer, (otro insistente planteamiento de Trump en la campaña), la cuestión cubana será una promesa cumplida a medias, aunque esta vez no será solamente por dificultades con otros sectores del Poder, sino porque este guerrillero de la política empresarial, acostumbrado a dar órdenes desde el pico de su majestuosa Torre Trump, no se va a contradecir inmiscuyéndose en la cuestión cubana, segundo, porque negaría también la “libertad de empresa” que a su estilo proclama y tercero, porque el Estado estadounidense permite algún capricho de sus Ejecutivos, pero no les concede impunidad.
Si bien el Estado cubano hace bien en sostener que su sistema socialista no es negociable, también es cierto que las penurias cubanas tienen una dosis de deficiencias provenientes de los actuales mecanismos en vigor. De aquí que el gobierno haya dicho que hará “ajustes”. Si estos se realizan objetivamente, es de esperar que muestren resultados favorables, tanto para la ciudadanía cubana, como para el entorno internacional. No habría flaqueza alguna en hacerlo realzando que se han dado pasos concretos con resultados favorables. No es menos cierto que estas reformas dentro del sistema, tendrán que replicar mecanismos conocidos de la economía actual, así como prácticas políticas, adaptadas al modelo cubano, pero cuya efectividad las han convertido en patrimonio universal, como el debate no controlado, aceptar rincones de información desligadas de las fuerzas del Estado, el derecho de escoger la administración del Estado sin dirección o presión de ningún tipo y otras más.
El viaje de Trump a Miami, si se realiza, es todo un show más del histrionismo que le ha permitido manipular a más de uno. Dirá que hará cambios, pero continuará con la línea general de la anterior Administración, la cual no avanzó más y no avanzará, porque del otro lado no se han dado pasos para que la Administración estadounidense se justifique frente a ciertos sectores del Poder en Washington. No es un asunto de “dar yo y tú me das”. Es un problema más complejo. Una cosa no está ligada a la otra. Por un lado, el Estado cubano, que no es Cuba, debe darle a su sociedad beneficios que, por motivos perfectamente explicables, no ha podido brindarle. Avanzar en esto brindaría un doble resultado: primero, facilitar al conservadurismo anticastrista estadounidense, aceptar los cambios y detener la política de despojo practicada por Estados Unidos en contra de Cuba y segundo, facilitaría avances en la sociedad cubana, prioridad que va más allá de las disputas políticas entre vecinos y que los hijos no tienen por qué heredar.











