Por JOSE ORO*
J. McCarthy, R. Cohn y R. Reagan, adalides del “eje del mal” que engendró a Donald J. Trump (I)
La tesis principal de este artículo se refiere a un tema muy tratado, el papel de la personalidad en la Historia, en especial en lo que se refiere a la acumulación de poder personal y el uso descontrolado de ese poder (1).
En este escrito nos referimos a de Donald J. Trump, pero se podría mencionar en el pasado a Alejandro de Macedonia, Atila Mundzuk (el huno), Gengis Kan, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, Napoleón Bonaparte, A. Schicklgruber (Hitler), B. Mussolini, F. Franco, Pol Pot y muchos otros. Ninguno de ellos surgió de la nada, todos fueron consecuencia de circunstancias históricas específicas y han tenido antecesores/mentores. Todos cometieron crímenes de lesa humanidad e imaginaron imperios milenarios, pero sin excepción fueron efímeros en el tiempo histórico, o por decirlo de forma más axiomática, en esa “prehistoria de la humanidad” que son las sociedades clasistas (2). La única diferencia es que Donald J. Trump podría concentrar más poder y capacidad de destruir a la Humanidad que todos los mencionados juntos.
Acerca del fascismo en los Estados Unidos de América
Ya en la década de 1920, algunos intelectuales estadounidenses prestaron atención al movimiento fascista de Mussolini en Italia, pero pocos de ellos fueron sus partidarios, incluso- para mi sorpresa- criticándolo desde la derecha. Fue popular entre los emigrantes italoamericanos recién asentados en el noreste de los EEUU. En los 1930s, surgió la organización paramilitar Legión Negra, rama del Ku Klux Klan (KKK) que buscaba establecer el fascismo en los EEUU. Fue responsable de varios ataques, pero no pasó de ser una reducida banda de fanáticos.
Según Noam Chomsky, el ascenso del fascismo europeo post Primera Guerra Mundial fue visto en gran medida de manera positiva por los gobiernos de EEUU. y del Imperio Británico, su comunidad empresarial y una parte significativa de las clases pudientes. La visión fascista de la sociedad capitalista les prometía enfrentar tanto a la Unión Soviética, como a los partidos de izquierda, sindicatos y movimientos independentistas en sus propios países y dependencias coloniales. Hitler, gozó de un fuerte apoyo británico y estadounidense hasta que ellos mismos se vieran agredidos.
El Bund Germano- Americano, fue la organización fascista más destacada y mejor organizada en EEUU. Fue fundada en 1936, siguiendo el modelo de varios grupos más pequeños, incluidos los Amigos de la Nueva Alemania (1933), la Legión Plateada de América (1933) y la Sociedad Libre de Teutonia. Su principal objetivo era promover una visión favorable de la Alemania Nazi en los EEUU. Sus miembros recibieron uniformes y asistieron a campos de entrenamiento militar. Denunciaron a la administración del presidente Franklin D. Roosevelt, a los judíos, al comunismo, a los sindicatos “dirigidos por Moscú”, etc. Las raíces del trumpismo y MAGA en los Estados Unidos se remontan a la presidencia de A. Jackson (1829 -1837). Eric Rauchway expresó que: “El trumpismo tiene profundas raíces en la historia estadounidense. Pero el propio Trump le dio un propósito nuevo y más maligno”. Los seguidores de A. Jackson sentían que él era uno de ellos, apoyando con entusiasmo (como los MAGA hoy) su desafío al derecho constitucional cuando obstaculizaba sus ambiciones. Jackson inició la expulsión forzosa del pueblo Cherokee de sus tierras para beneficiar a los granjeros blancos a un costo de unos seis mil Cherokee (hombres, mujeres y niños) muertos.
El fascismo no solo está vivo en los Estados Unidos de América de hoy, pero escalando posiciones en el gobierno y el poder político para darle el tiro de gracia al intento de la democracia burguesa de crear un “estado de bienestar”, ahora sumamente en quiebra, y que tuvo su momento de más impulso durante la época del New Deal de FDR. Según el “German American Bund”, un fascista es aquel que «descubre que la democracia no funciona» y que George Washington fue el primer fascista del hemisferio occidental, entre otras insensateces (que muchos, lamentablemente, creen).
En imágenes del ataque al Capitolio de Washington el día 6 de enero del 2021, se observa a Proud Boys (supremacistas blancos) con camiseta que dicen 6MWE (seis millones no fueron suficientes) y Camp Auschwitz, ambos referidos al Holocausto judío. Vergüenza para ellos y aún más para aquellos judíos que los apoyan e imitan.
Formas de expresión del fascismo en los EE.UU. durante el siglo XX.
En algunas partes de Estados Unidos, a las personas “de color” se les prohibió ejercer empleos gubernamentales, incluso durante la segunda mitad del siglo XX. Los blancos utilizaron su poder económico y político para promulgar leyes de segregación en espacios públicos y edificios.
El antisemitismo ha sido con frecuencia parte integral y una de las manifestaciones más visibles del pensamiento y la praxis fascista (3). Legislaciones aprobadas en Estados Unidos entre 1921 y 1924 eran antisemitas, porque restringían severamente las cuotas de inmigración de naciones de Europa Oriental; a pesar de lo cual aproximadamente tres millones de judíos emigraron a Estados Unidos hasta 1920.
Entre los principales pro- nazis en los Estados Unidos se encontraban Henry Ford y la familia Rockefeller. En 1938, Ford fue condecorado por Hitler con la medalla de la Orden de la Águila Alemana. Durante esta década, el Ku Klux Klan en los Estados Unidos alcanzó la cantidad de cuatro millones de miembros y se aprobaron políticas inmigratorias discriminatorias, como el Acta de Inmigración de 1924. A partir de 1930, la Fundación Rockefeller ofreció apoyo financiero al Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología y Herencia Humana (KWIA), el cual más adelante inspiró y condujo los experimentos de Eugenesia del Tercer Reich. La Fundación Rockefeller continuó financiando hasta 1939 los estudios raciales nazi, incluso después de la aprobación de las leyes de Nuremberg de 1935 y de que estuviese claro que la investigación estaba siendo usada para tratar de justificar la demonización de los judíos y otros grupos.
La OSI (Oficina de Investigaciones Especiales) estimó que unos 10 mil criminales de guerra fascistas entraron en Estados Unidos tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los colaboradores fascistas llegaron a Estados Unidos como personas desplazadas de 1948 a 1950 y la Ley de Ayuda a los Refugiados de 1953. Los partidarios de esas leyes sólo prestaron una mínima cautela de que los criminales de guerra fascistas entraran en Estados Unidos legalmente, y la mayor preocupación se centró en impedir el ingreso de comunistas. Este cambio de enfoque se debió a las presiones de la Guerra Fría, en los que el gobierno de Estados Unidos se centró en la lucha contra el comunismo y la Unión Soviética, muchísimo más que contra el nazismo. En realidad, siempre había sido así, pero de forma menos visible.
Durante la década de 1950, el Servicio de Inmigración y Naturalización llevó a cabo varias investigaciones sobre presuntos criminales de guerra nazis, pero de ellas no surgió ningún juicio oficial. La década de 1950 no desencadenó un discurso generalizado sobre el Holocausto o la posibilidad de que hubiera colaboradores fascistas viviendo en el país. En los 1960s, Estados Unidos comenzó a descubrir a los criminales de guerra fascistas que permanecían en el país. Esto se debió a varios factores, como el juicio de Adolf Eichmann en 1962 y una serie de artículos publicados por Charles R. Allen, en los que se detallaba la presencia de criminales de guerra fascistas que vivían en EEUU.
Desde el final del siglo XX a la fecha, diversos movimientos neofascistas estadounidenses se vieron reforzados e incrementaron su actividad violenta, especialmente tras la llegada a la presidencia del país de Donald J. Trump. Con datos del Southern Poverty Law Center (2020), formaciones de extrema derecha como la National Alliance- fundada en los años 70 y considerado «el grupo neonazi más peligroso y mejor organizado», con su apogeo en la década de los 90- habían perdido a casi todos sus miembros mientras que otros grupos, como Atomwaffen Division, habrían ocupado su lugar. Los grupos neonazis estadounidenses se han convertido en organizaciones más descentralizadas y con presencia en las redes sociales, enfocadas hacia tácticas de tipo terrorista, a menudo presentándose como “supremacistas blancos”. El número de grupos de odio en Estados Unidos se incrementó desde 954 (2020) hasta mil 820 en 2024, es decir se multiplicó por 1.9,
Debo dejar en claro que la aplastante mayoría de los más de 74 millones de personas que votaron por Trump en 2020, no sabe que votaron por un redomado fascista. Muchos de los más exacerbados supremacistas blancos y otros grupos de odio, no consideran ser fascistas ellos mismos.
Acerca de los mentores de Donald J. Trump y MAGA
Joseph Raymond McCarthy (14 de noviembre de 1908 – 2 de mayo de 1957) fue un político estadounidense que se desempeñó como senador republicano por el estado de Wisconsin desde 1947 hasta su muerte a los 48 años en 1957. A partir de 1950, McCarthy se convirtió en el personaje más visible del fascismo en los EEUU. La cara pública de un período en Estados Unidos en el que las tensiones de la Guerra Fría alimentaron pesadillas de una “subversión comunista” generalizada. Alegó que numerosos comunistas y espías y simpatizantes soviéticos se habían infiltrado en el gobierno federal de los Estados Unidos, las universidades, la industria cinematográfica, y otros lugares. Al final, fue censurado por negarse a cooperar y abusar de los miembros del comité establecido para investigar si debía ser censurado o no. El término “macartismo”, acuñado en 1950 en referencia a las prácticas de McCarthy, pronto se aplicó a las actividades anticomunistas en general. Hoy en día, el término se utiliza de forma más amplia para referirse a acusaciones demagógicas, arteras y sin fundamento, así como a ataques públicos al carácter o al “patriotismo” de los oponentes políticos en los EEUU.
En un incidente por el que sería ampliamente criticado, McCarthy presionó para que se conmutara las penas de muerte impuestas a un grupo de soldados de la Waffen- SS condenados por crímenes de guerra al llevar a cabo la masacre de prisioneros de guerra estadounidenses en Malmedy en 1944. Criticó las condenas porque las confesiones de los soldados alemanes supuestamente se obtuvieron mediante tortura durante los interrogatorios. Sostuvo que el ejército estadounidense estaba involucrado en un encubrimiento de mala conducta judicial, pero nunca presentó prueba alguna para respaldar la acusación. Poco después de esto, una encuesta de 1950 entre el cuerpo de prensa del Senado votó a McCarthy como «el peor senador estadounidense» actualmente en el cargo. Su biógrafo, Larry Tye, ha escrito que el antisemitismo puede haber influido en las opiniones abiertas de McCarthy sobre Malmedy. Aunque contaba con un importante apoyo judío, en particular Lewis Rosenstiel, de Schenley Industries; el rabino Benjamin Schultz, de la Liga Judía Estadounidense contra el Comunismo, y el periodista George Sokolski, quien lo convenció de contratar a Roy Cohn y G. David Schine, McCarthy utilizó con frecuencia insultos antijudíos. Por esta y otras características recibió el apoyo entusiasta de políticos antisemitas como el dirigente del Ku Klux Klan Wesley Swift y exteriorizó su admiración a “Mein Kampf” del que afirmaba: «Esa es la manera de hacerlo».
Una de las bases más fuertes del sentimiento anticomunista en Estados Unidos fue la comunidad católica, que constituía más del 20 por del voto nacional. McCarthy se identificó como católico pero a medida que crecía su descrédito como notorio anticomunista, algunos católicos se le opusieron.
Estableció un estrecho vínculo con la poderosa familia Kennedy, y se hizo amigo cercano de Joseph P. Kennedy Sr. Robert F. Kennedy era un caso inusual entre sus amigos de Harvard por defender a McCarthy, y éste lo eligió para ser abogado de su comité de investigación, pero renunció después de seis meses debido a desacuerdos con McCarthy y el abogado del comité Roy Cohn. Joseph Kennedy apoyó a McCarthy como un político católico nacional que podría allanar el camino para la candidatura presidencial de un Kennedy en el futuro. A diferencia de casi todos los demócratas, el futuro presidente John F. Kennedy, que sirvió en el Senado con McCarthy desde 1953 hasta la muerte de este último en 1957, nunca atacó a McCarthy y a sus brutales violaciones de la ley.
A principios de 1954, el ejército estadounidense acusó a McCarthy y su abogado principal, Roy. Cohn, de calumniarlos, y el senador fascista aprendió cuán cierta es la máxima cubana de “puedes jugar con la cadena, pero no con el mono”
Al final de las audiencias, el senador Stuart Symington le hizo un comentario enojado y profético. Cuando McCarthy le dijo que » usted no está engañando a nadie», Symington respondió: «Senador, el pueblo estadounidense lo ha estado observando durante seis semanas; usted tampoco está engañando a nadie».
Un número cada vez mayor de republicanos y conservadores comenzaba a ver a McCarthy como un lastre para el partido y el anticomunismo. El representante George H. Bender señaló: «Hay una creciente impaciencia con el Partido Republicano. El macartismo se ha convertido en sinónimo de caza de brujas, y negación de… libertades civiles».
A pesar de ser estigmatizado como individuo, el senador McCarthy dejó una huella indeleble en la política estadounidense, incluso a nivel de futuros presidentes como Richard Nixon, Ronald Reagan y en su forma más actual y manifiesta en Donald J. Trump. (seguirá…)
Nota:
1. Se conoce como “dictum de Acton”, a una célebre frase acuñada por el historiador católico británico John E. E. Dalkberg Acton (Lord Acton) en 1887. En su redacción original decía: “Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely”. La frase se ha traducido de diversas formas: pero la más frecuentemente utilizada es: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”
2. “Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción… pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean, al mismo tiempo las condiciones materiales para resolver este antagonismo. Con esta formación concluye, por consiguiente, la prehistoria de la sociedad humana”. Marx, Karl (1859). Prólogo, en “Contribución a la crítica de la economía política”.
3. Es necesario establecer analogías y comparaciones entre el nazismo y otras experiencias históricas de jerarquización, exclusión y aniquilación (simbólica y/o física) de poblaciones por motivos raciales. Al contrario, tratar el antisemitismo y sus terribles consecuencias como una excepción histórica, desligada de otras lógicas racistas no relacionadas con crímenes contra los judíos, implica renunciar a extraer las lecciones que de él se derivan y contribuye a reproducir dichas lógicas, es una manifestación de exclusivismo (y por ende racismo) en sí misma. Lo acertado o no de las comparaciones en todo caso puede ser objeto de discusión, pero no de criminalización y censura. Las acciones del sionismo contra el pueblo de Palestina y en general su concepción de que existe “un pueblo elegido de Dios” es una forma suprema de racismo, tan asesina y fascista como el antisemitismo.
J. McCarthy, R. Cohn y R. Reagan, adalides del “eje del mal”, que engendró a Donald J. Trump (II y final)
Roy Marcus Cohn fue un abogado y fiscal estadounidense que saltó a la fama por su papel como abogado principal del senador Joseph McCarthy, sobre todo durante las audiencias entre el Ejercito de los EEUU. y ese personaje en 1954, cuando ayudó en las inquisiciones del legislador sobre presuntos comunistas infiltrados en las filas militares de los Estados Unidos.
A finales de los años 1970 y durante los años 1980, se convirtió en un destacado mediador político en la ciudad de Nueva York. También representó y fue mentor del magnate inmobiliario de esa gran urbe y futuro presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, durante el inicio de su carrera empresarial. Sus otros clientes incluían al propietario del club de béisbol Yankees de Nueva York, George Steinbrenner; a Aristóteles Onassis, y a los «capos» de la mafia neoyorquina Tony Salerno, Carmine Galante, Paul Castellano y John Gotti.
Cohn nació en el distrito del Bronx de la ciudad de Nueva York y se educó en la célebre Universidad de Columbia. Saltó a la fama como fiscal del Departamento de Justicia de los Estados Unidos en el juicio de los esposos Julius y Ethel Rosenberg. Los persiguió con saña criminal hasta su ejecución sin evidencias en 1953. Como fiscal principal durante los juicios McCarthy, su reputación se deterioró a partir de los últimos años de la década de 1950 después de la caída de senador.
En 1971, Donald J. Trump emprendió por primera vez grandes proyectos de construcción en Manhattan. En 1973, el Departamento acusó a Trump de violar la “Ley de Vivienda Justa” en 39 de sus propiedades. El gobierno alegó que la corporación de Trump mostró diferentes términos y condiciones de alquiler e hizo declaraciones falsas de «no hay vacantes» a los afroamericanos para los apartamentos que administraba en Brooklyn, Queens y Staten Island. En su representación, R. Cohn presentó una contrademanda frente el gobierno por 100 millones de dólares, afirmando que los cargos eran «irresponsables e infundados». No tuvo éxito. En 1978, la Organización Trump volvió a comparecer ante los tribunales por idénticas causas; Cohn y Trump negaron los cargos (1). Cohn participó en la construcción de la Torre Trump, planeada para ser de hormigón, pero había una huelga de camioneros en New York. El abogado había representado a mafiosos de la urbe en el pasado y cuando Donald Trump necesitó hormigón, lo recibió del líder sindical camionero John Cody, vinculado con el padrino mafioso P. Castellano.
Otro cliente de Cohn era Rupert Murdoch, en cuyo nombre presionó repetidamente al presidente Ronald Reagan para que promoviera sus intereses. Se le atribuye el haber presentado a Trump y Murdoch, a mediados de la década de 1970, comenzando lo que sería una asociación larga y estrecha entre ambos.
En 1986, fue inhabilitado por la Corte Suprema del estado de Nueva York por conducta poco ética después de intentar aprovecharse de un cliente moribundo obligándolo a firmar una enmienda del testamento dejándole a él su fortuna. Murió cinco semanas después de SIDA.
Ronald Reagan y el ascenso al poder del conservatismo proto – fascista en los Estados Unidos
El extremismo violento está aumentando mientras nos acercamos a las elecciones del 5 de noviembre. La representante demócrata de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, dijo que Estados Unidos se estaba “enfrentando a un entorno de fascismo”, mientras que el presidente Biden ofreció un discurso de advertencia contra los “republicanos extremos del MAGA”. Varios analistas han discutido las múltiples definiciones del término y, mucho más relevante que los nombres, la importancia vital de comprender la grave amenaza que plantea el fascismo hoy. Los líderes estadounidenses han hablado durante mucho tiempo sobre lo que constituye el fascismo, y Ronald Reagan provocó en su momento una ronda de debate particularmente vigorosa debido a su propensión a sugerir que los miembros de la administración del presidente Franklin Delano Roosevelt admiraban a los fascistas italianos (¡!).
Reagan atacó la “Ley de Pleno Empleo Humphrey– Hawkins”, un proyecto preparado por el senador y ex vicepresidente Hubert Humphrey y el representante demócrata Augustus Hawkins. La propuesta, modificando la “Ley de Empleo de 1946”, ordenaba al Congreso y a la Reserva Federal aplicar políticas económicas y de impuestos que mantuvieran el desempleo por debajo del tres por ciento. El 21 de mayo de 1976, por ejemplo, en una conferencia de prensa en Nashville, el candidato la calificó de “lo más parecido al fascismo jamás propuesto en este país”. “El fascismo fue realmente la base del New Deal. Fue el éxito de Mussolini en Italia, con su economía dirigida por el gobierno, lo que llevó a los primeros partidarios del New Deal a decir: pero Mussolini mantiene los trenes funcionando a tiempo”.
La vinculación que hizo Reagan de la administración de Franklin Delano Roosevelt –y de Hubert Humphrey– con las doctrinas de Mussolini y Hitler, particularmente teniendo en cuenta los respectivos papeles de FDR y Humphrey en la Segunda Guerra Mundial, inicialmente pasó desapercibida
Sin embargo, siguió invocando los años de Roosevelt mientras avanzaba hacia su carrera presidencial de 1980, pero dando una veloz media vuelta, comenzó a argumentar que en realidad él era un heredero del legado político de FDR, incluso mientras seguía sugiriendo que la planificación gubernamental al estilo de los años 30 contenía elementos fascistas.
Esta tendencia culminó en julio de 1980, durante el discurso de aceptación de Reagan en la Convención Nacional Republicana en Detroit. Reagan invocó el discurso de FDR en la Convención Nacional Demócrata de 1932, en el que el entonces candidato había declarado: “Durante tres largos años he estado recorriendo este país predicando que el gobierno- federal, estatal y local- cuesta demasiado”. “Ha llegado el momento de redimir las promesas que otro candidato hizo al pueblo estadounidense, en otro momento y en otro lugar”, declaró Reagan en el discurso de 50 años de FDR.
Un mes después, el 12 de agosto de 1980, el senador de Massachusetts Ted Kennedy pronunció su icónico discurso “El sueño nunca morirá” en la Convención Nacional Demócrata de 1980. Kennedy, comenzó con un enérgico ataque contra toda una serie de pronunciamientos derechistas de Reagan, desde que «la participación en la Seguridad Social debería ser voluntaria» hasta su declaración de que «el 80 por ciento de nuestra contaminación del aire proviene de plantas y árboles”. Luego viene lo mejor: “Y los mismos republicanos que invocan a Franklin Roosevelt han nominado a un hombre que dijo en 1976, y estas son sus palabras exactas, ‘el fascismo fue realmente la base del New Deal’. Y ese candidato cuyo nombre es Ronald Reagan no tiene derecho a citar a Franklin Delano Roosevelt”. Al final de su amplio discurso, Ted Kennedy (2) recibió una ovación de pie de 38 minutos.
En realidad Reagan estaba desarrollando la teoría del “Fascismo amistoso” o lo que se describe en el libro “Friendly Fascism: The New Face of Power in America”, del científico social Bertram Gross. En 1980, la política capitalista estadounidense llevaba una “máscara de ser buena gente”, un disfraz muy inquietante para encubrir un despotismo progresivo en el que los ultrarricos se estaban fusionando con un poder estatal centralizado para explotar aún más a la población. Este autoritarismo corporativo inmanente amenazaba con subvertir la democracia constitucional. Pero a diferencia de las usurpaciones violentas y repentinas que condujeron al fascismo en los días de Hitler, Mussolini y los constructores del imperio japonés, esta nueva variedad estadounidense “sonriente” de fascismo estaba ganando terreno a través de atropellos graduales y silenciosos de las “libertades” del pueblo estadounidense.
Publicado por primera vez hace más de tres décadas, “Fascismo amistoso” predice asombrosamente las amenazas y realidades de las tendencias actuales del poder político y económico. El autor Bertram Gross, asesor presidencial de FDR durante la era del New Deal, rastrea la historia y la lógica del declive de la democracia en los países del Primer Mundo y señala el crecimiento transnacional capitalista y las respuestas inapropiadas a las crisis globales como las fuentes del despotismo de finales del siglo XX en Estados Unidos. Emite además advertencias siempre urgentes sobre lo que sucede cuando las grandes empresas y el gran gobierno se convierten en compañeros de cama (inflación crónica, recesión recurrente, desempleo manifiesto y oculto, envenenamiento del medio ambiente) y simultáneamente ofrece un cambio práctico de perspectiva que podría ayudar a los ciudadanos estadounidenses a construir lo que es supone sea una democracia más verdadera. Esta idea está cerca de la bancarrota y ha perdido mucha preeminencia y credibilidad durante la era de Joe Biden, donde ninguno de los problemas internos ha cambiado; mientras en su proyección al exterior, el gobierno persigue una política imperialista reforzada, como lo muestra el involucramiento de los EEUU. en Ucrania, el “no involucramiento” en Gaza, la mantención y reforzamiento del Bloqueo contra Cuba, etc.
Ronald Reagan and Donald Trump más cercanos de lo que muchos creen.
El ultra- racista senador Tom Cotton, (R- Arkansas), argumentó recientemente que los expresidentes Ronald Reagan y Donald Trump fueron esencialmente cortados por el mismo patrón. «A pesar de todas sus diferencias de temperamento y estilo», dijo en su discurso en la biblioteca presidencial de Reagan, «hay una continuidad más profunda en las creencias de nuestros presidentes número 40 y 45».
Cotton tiene razón en que Reagan y Trump mostraron personalidades y estilos marcadamente diferentes. Como presidente, Reagan proyectó una sensación de optimismo. Su primer discurso inaugural alentó a los estadounidenses a “soñar sueños heroicos” en apoyo de la “renovación nacional”, mientras que en su campaña de reelección declaraba con seguridad que «era de nuevo el amanecer en los Estados Unidos. Trump, en marcado contraste, presentó consistentemente una perspectiva más pesimista. Su discurso inaugural recitó una lista de agravios y rencores que constituían un estado terrible de “carnicería estadounidense”. Ese tono oscuro y sombrío en la toma de posesión de Trump– que un desconcertado expresidente George W. Bush sólo pudo describir entonces como “alguna mierda rara”- se profundizó a medida que avanzaba su administración. Las personalidades de estos presidentes, a su vez, se proyectaron en la nación que lideraban. Pero si bien estas diferencias estilísticas son significativas, en última instancia importan menos que las posiciones e ideologías fascistas compartidas por los dos.
La tradición llamada “populista de derecha” es larga en la historia de Estados Unidos. Podemos encontrar un ejemplo relevante en George Wallace en los 1960s. Las campañas políticas de Trump tienen un extraño parecido con las manifestaciones salvajes que organizó Wallace entonces. Al igual que Jackson antes que él y Trump después, Wallace defendió la causa de “la gente común” (3), en gran medida avivando su sentimiento de victimización y prometiendo vengarse de sus enemigos.
Reagan (y después Trump) impulsó el mensaje preciso de “ley y orden” del que Wallace fue pionero. Tanto se parecen, que después del escándalo Watergate, el analista político William Rusher, sugirió crear un nuevo Partido Conservador, liderado por una candidatura presidencial Reagan-Wallace.
Como presidente, Reagan continuó oponiéndose a la acción afirmativa y a los programas de transporte en autobús mientras luchaba por quitarle los impuestos para las escuelas aun racialmente segregadas. La realidad de su postura sobre cuestiones raciales quedó, para muchos, oscurecida por el carácter alegre del presidente. En un mordaz artículo en The Nation titulado “Racismo sonriente”, el activista de derechos civiles y periodista ganador del Premio Pulitzer, Roger Wilkins, lo dejó al descubierto: “El pequeño y sucio secreto de Reagan es que encontró una manera de hacer que el racismo vuelva a ser aceptable y políticamente potente”.
Pero Reagan no se limitó a expresar la desconfianza de los votantes hacia el gobierno federal. Profundizó esa desconfianza con el historial de su propia Casa Blanca. Como concluyó el experto conservador P.J. O’ Rourke al final de su presidencia: «Los republicanos son el partido que dice que el gobierno no funciona y que cuando son elegidos demuestran que es cierto».
Cuando se trata de algunos de los problemas clave que los Estados Unidos enfrentan ahora, Trump ha heredado y exacerbado las posiciones anti- pueblo de Reagan. Funcionarios de Reagan utilizaron puestos gubernamentales para cometer actos ilegales o llenarse los bolsillos. Incluso dejando de lado el escándalo masivo que fue Irán- Contras, la administración Reagan acumuló un asombroso historial de corrupción y criminalidad: sobornos de contratistas militares, subvenciones amañadas en el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, fondos malversados en la EPA (Agencia de Protección Ambiental), escándalos de cabildeo- que rodearon al subjefe de gabinete de Reagan y a un asesor principal- y así sucesivamente. En total, cerca de 40 funcionarios de la administración Reagan fueron acusados y 22 fueron hallados culpables de hechos de ese tipo. Las cifras de los funcionarios de Trump metidos en escándalos son sustancialmente mayores, sin contar por supuesto al propio mandatario.
Como consecuencias de las “lecciones” tomadas de Joe McCarthy, muy directa y prolongadamente de Roy Cohn y de los políticos George Wallace y el ex presidente Ronald Reagan, Donald J. Trump ha conformado su doctrina de MAGA (Made America Great Again). Los tiempos actuales no permiten seguir con un “fascismo amigable” como pretendía R. Reagan, estilo que está en completa bancarrota. La doctrina MAGA se basa en un fascismo más obsceno, descarnado, tóxico y letal, que ya trató de dar un violento golpe de estado en enero de 2021 y que de seguro no se va a dejar ganar “por las buenas” en noviembre de este año. Para usar una expresión de propio R. Reagan, el ex presidente, J. McCarthy y Roy Cohn, son los principales integrantes un “eje del mal” que formó a Donald J. Trump y, en consecuencia, a la peor amenaza que enfrenta hoy la humanidad: la posibilidad de un nuevo gobierno de Trump y MAGA.
rmh/jro
Notas:
1. En el Título VIII de la Ley de Derechos Civiles de 1968, también conocida como Ley de Vivienda Justa (Fair Housing Amendments Act, FHAA), se ilegaliza la discriminación en la compra, venta o renta de vivienda por razones de raza, color de la piel, religión u origen nacional de la persona. El género se agregó como clase protegida en los años 70. En 1988, la Ley de Enmiendas de Vivienda Justa agregó el estado familiar y la discapacidad a la lista, lo cual da un total de siete clases protegidas a nivel federal. Roy Cohn logró sacar a Trump del enredo con sus numerosos “contactos” en el sistema judicial estadounidense.
2. Ted Kennedy perdió la nominación demócrata para candidato presidencial en 1980 con el candidato a reelegirse James Carter, quien fue derrotado por R. Reagan. El discurso de Ted Kennedy ante la Convención Nacional demócrata fue reminiscente del discurso “Yo tengo un sueño” de MLK.
3. Sin olvidar que para George Wallace et al, los que no son blancos no son gente o no lo son ciento por ciento.