Estados Unidos-Rusia. Plan contra Plan

Según el presidente Vladimir Putin, la operación en Ucrania persigue objetivos limitados; mientras Estados Unidos y el occidente desarrollado despliegan sanciones mediante las cuales parecen pretender deconstruir el sistema internacional y edificar uno sin Rusia o en el cual ese país tenga la menor relevancia posible.

Con razón o sin ella, Rusia ha desatado una guerra con armas avanzadas, pero con formas de realización que recuerdan las guerras del pasado. Entre tanto, Estados Unidos responde con sanciones económicas, aislamiento político, apartheid cultural y bloqueo mediático. El conjunto se encamina a excluir a Rusia de la sociedad internacional.

Si bien Rusia es una superpotencia no solo militar sino económica, científica y tecnología, la asimetría en su confrontación con occidente es abrumadora. Un artículo de Michael Roberts publicado en la plataforma gerenciada por Humberto Herrera Carles revela que, mientras la economía del G7 opera 50 billones de dólares, la de Rusia y Bielorrusia juntas apenas llegan a 4 billones. Esa supremacía es la base de la guerra económica, financiera y comercial total contra Rusia.

La Unión Soviética emergió de la II Guerra Mundial como una superpotencia, no solo por su poderío militar y por el fabuloso crecimiento de sus capacidades industriales, sino porque unido a aquellos factores,  resolvió el problema del aislamiento internacional y se alió con Estados Unidos y Gran Bretaña con los cuales en Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945) pactó el reparto de Europa que dio lugar al nacimiento del campo socialista que con China y otros países formó el “Sistema mundial del socialismo”.

La estrategia norteamericana no se limita a sanciones económicas aisladas, sino que se trata de más 2.000 medidas con las cuales aspira a excluir a Rusia de la economía mundial, de los circuitos financieros, del comercio en gran escala, de los intercambios científicos y culturales, incluso deportivos, privada además del acceso a las tecnologías avanzadas.

Excluida de la carrera espacial y del G-20, privada de inversiones extranjeras, sin acceso ni relaciones con las instituciones globales (Banco Mundial, FMI, Organización Mundial de Comercio, relegada por las agencias de Naciones Unidas (OIT, OMS, UNESCO, UNICEF, OACI, y entidades privadas y públicas como el Comité Olímpico Internacional, FIFA y otras) y sin poder realizar operaciones bancarias internacionales ni usar sus reservas en oro y divisas extranjeras, se pretende inmovilizar a Rusia.

Por otra parte, la censura prácticamente total de sus medios de expresión y agencias de noticias, le impide exponer sus argumentos y defender sus políticas. Según se pretende, los científicos, expertos, hombres de negocios y autoridades rusas dejarán de estar presentes en eventos y reuniones internacionales en las cuales hasta hace poco eran protagonistas.

Está por ver la capacidad de los aliados de Estados Unidos para sobrellevar el efecto bumerang de las sanciones que perjudican los negocios y causa penurias a las poblaciones. Se trata de medidas que ponen en peligro la cohesión de las élites empresariales que han de renunciar a los beneficios que representan los intercambios con Rusia.

La arquitectura de las sanciones contra Rusia, unida a la operación especial en Ucrania que se ha transformado en una guerra grande, crea tensiones internacionales que ponen en peligro la seguridad mundial, primero la de Europa, pero también la de Estados Unidos que no estaría excluido de un desenlace nuclear estratégico.

Obviamente, con su poderosa economía que proporciona importantes rangos de autarquía, la cohesión interna de su sociedad, otras veces probada, el respaldo que pueda ofrecer China y la calificación de su liderazgo, Rusia tiene importantes espacios para la maniobra. No obstante, todas sus acciones y sus perspectivas, pasan por: ¡Parar ya! y encontrar cómo restablecer los avances que había registrado y detener ulteriores acciones contra ella. Allá nos vemos.

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