
Esta organización de masas ha contribuido en mucho a diversas tareas para la sociedad cubana, en cuanto a la creación y vigencia de los trabajos voluntarios de diversos fines, incluyendo una estricta vigilancia con muy buenos resultados sobre algunas conspiraciones que se pudieron detectar contra la Revolución y el pueblo cubano, evitando daños materiales y humanos con su actuación rápida y a tiempo.
Aquí en esta parte de la diáspora cubana, en este Sur de Florida, hay muchos miles de cubanos que salieron de la isla, después de estos años de 1,960. Unos buscando nuevos horizontes de manera material, otros por simplemente mudarse de domicilio con sus familiares de por acá, sin objetivos políticos y otros los muy pocos, por razones de desacuerdos con la sociedad cubana en su conjunto. Pero una cosa curiosa es que en su inmensa mayoría colaboró con esos CDR de alguna manera y la mayoría de estos no se arrepienten de haberlo hecho y cuando regresan a visitar sus familiares en Cuba, son recibidos y comparten con la actual membrecía de esta organización en sus barriadas que les reciben con cariño genuino de buen vecino.
Por todo esto a los miembros en Cuba y a los ex miembros de esta parte de los cubanos que vivimos por este mundo, vaya nuestro sincero saludo por esta nueva celebración de los CDR.
El parqueo de la aplanadora de la ignominia.
Hay un sitio en Miami, en el centro de la Pequeña Habana, que se ha convertido, para ganancia de sus dueños, en una especie de parqueo de todo lo que exista contra Cuba y los cubanos de esa hermosa patria. Ese no es otro que el Restaurante Versailles, en la emblemática Calle Ocho, propiedad de la más recalcitrante casta de anti cubanos que lidera este “exilio histérico”. En ese lugar se escenifican las más ridículas y repugnantes acciones públicas. Las que lejos de mostrar un aspecto racional del caso contra la Revolución Cubana, por el contrario producen lástima por su forma y contenido tan inverosímil como imbécil.
En sus espacios tanto dentro como en su exterior, fácil se llenan de unas cuantas personas con sus acostumbrados letreritos y gritería que abarcan hasta los más inverisímiles actos de repudio a la inteligencia humana. Una aplanadora con un loco de conductor, destruye desde discos musicales y hasta literatura, tipo cuando las hordas hitlerianas quemaban montañas de libros como si de esas formas se pudieran aplastar las ideas, la cultura y las realidades de un pueblo
Pues en ese repugnante lugar ayer se presentó el fracasado “debatista” politiquero aspirante a la imposible presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, como para ratificar que en sus sueños de una noche de verano, había ganado el encuentro con la también espirante Hillary Clinton, celebrado unas horas antes y que fue visto y oído por cien millones de estadounidenses. El estrepitoso fracaso de su incoherente y débil participación durante una y media hora ente las cámaras de le televisión nacional, fue mostrado por la una inmensa mayoría de tres cuartas partes de la población, según todas las encuestas realizadas de inmediato.
Su presencia en ese teatro de acciones anticubanas no se hizo esperar por más tiempo, el que este sujeto no se le había ocurrido realizar su entrada triunfal, fallida en dos ocasiones anteriores. Allí tomó cafecito cubano y dejó un billete cien dólares mostrando una vez más su supremasía trayectoria de humillar al empleado latino, tratando de comprar su imposible voto.
Este acto circense de Mr. Trump solo muestra su gran debilidad de acción cuando se debe refugiar en semejante antro que solo le trae desprestigio y lo peor del caso es que él no es desconocedor de esto, pues si así fuera al menos se le pudiera dar al beneficio de la duda.
Así andan las cosas en nuestro Miami revuelto, ahora con Trump a la cabeza.
Les habló, “Desde Miami”, Roberto Solís.










