Las elecciones para escoger a los jefes de gobiernos son eventos nacionales, propios de cada país que las realizan a su modo y según sus leyes. En la mayoría de los casos los comicios pasan inadvertidos para los demás. La excepción son las presidenciales de los Estados Unidos que constituyen un evento de relevancia internacional por la importancia política, económica, comercial, financiera y cultural de ese país y porque, desde ese cargo, se toman decisiones y se impulsan políticas que repercuten en grandes áreas geográficas, incluso en todo el mundo.
Conozco comentaristas que trabajan para mercados influidos por las confrontaciones con Estados Unidos que critican las elecciones en ese país y, confiriendo un tono peyorativo a la expresión, las califican de “show”. No obstante, se trata de un proceso electoral que, a pesar de enormes defectos, como el protagonismo del dinero y las formas de recaudar, es de los más originales, elaborados y sofisticados del mundo. Además, fue diseñado en el siglo XVIII.
Para ser presidente de los Estados Unidos el primer requisito es desear serlo y luchar para ser candidato. Allí, donde la carrera presidencial comienza unos dos años antes de la elección, a diferencia de otros países donde los partidos, movimientos o comisiones, postulan a los candidatos, los aspirantes se nominan ellos mismos. De hecho, en los primeros momentos suele haber varios por cada partido y algunos independientes que, en el curso del proceso se decantaran.
Según el sitio del gobierno de los Estados Unidos, en la primavera del año anterior a las elecciones: los aspirantes anuncian sus intenciones de postularse y registran su candidatura en la Comisión Federal Electoral (FEC por sus siglas en inglés). Entre enero y junio del año de la elección, en cada estado, los partidos realizan elecciones primarias y, entre junio y septiembre tienen lugar las convenciones nacionales de los partidos para elegir a sus candidatos.
La guinda del pastel son los debates presidenciales que, en su formato actual y con transmisión por televisión, se realizan desde 1960, cuando 66 millones de televidentes, presenciaron el encuentro entre Richard Nixon y John F. Kennedy. Tales eventos tienen lugar entre septiembre u octubre.
Finalmente, el primer martes después del primer lunes de noviembre, los ciudadanos acuden a las urnas ejercer su derecho al voto, cosas que muchos no hacen. El abstencionismo, común en prácticamente todos los países, incluso en aquellos en los cuales votar es formalmente obligatorio, está presente en Norteamérica. En las tres últimas elecciones de los Estados Unidos la abstención ha alcanzado el 42, el 38,6 y el 33 por ciento respectivamente.
Consumado este hecho el protagonismo se traslada a los colegios electorales de cada estado, una entidad electa o designada por la legislatura estatal, formada por un número de delegados igual al número de Representantes y Senadores del estado, cada uno de los cuales posee un voto. En total en Estados Unidos hay 538 compromisarios u electores. Por tanto, quien obtenga 270 electores será elegido presidente. La existencia de estos colegios (no son un lugar sino un proceso) añade una complejidad exclusiva de los Estados Unidos.
Según la Enmienda XII a la Constitución, el tramo final de la elección presidencial ocurre de la siguiente manera (No es textual)
Los compromisarios se reunirán en sus estados y votarán para presidente y vicepresidente…Los resultados se remitirán al presidente del Senado quien, en presencia de ambas cámaras, contará los votos. Quien obtenga el mayor número de sufragios para presidente, será electo como tal. Si ninguna persona obtuviese tal mayoría, entonces de entre los tres más votados, para presidente, la Cámara de Representantes, elegirá al presidente.
En la práctica, suele ocurrir que el candidato que obtiene el mayor número de los votos populares, obtenga también la mayoría de los votos de los compromisarios de los estados. No obstante, desde las elecciones de 1824, en cinco ocasiones, candidatos que han ganado el voto popular han perdido la elección, ellos fueron: John Quincy Adams 1824, Rutherford B. Hayes 1876, Benjamín Harrison 1888, George W. Bush 2000 y Donald Trump 2016.
Si bien el momento final de la elección presidencial ocurre cuando se cuentan los votos de los 538 electores (cifra que es igual a la de 100 senadores+435 congresistas+ 3 delegados por Washington D.C) que forman los colegios electorales de los estados, ello no significa que el mandatario sea electo por este exiguo número de personas, sino que se trata del momento final de un dilatado, complicado, sofisticado e interesante proceso electoral que dura al menos dos años en el cual, de un modo u otro se involucra a todo el país.
Con este sistema se asegura que todos los ciudadanos (que lo deseen), todos los estados y el Congreso Federal participen en la elección del presidente y vicepresidente de los Estados Unidos. En todos los casos la prensa es parte del control social.
Si bien el proceso es criticado por su complejidad, lo cierto es que se ha desplegado en 69 oportunidades, sin ocasionar mayores traumas. Lo principal es que, excepto ocho vicepresidentes que han sustituido a igual número de mandatarios fallecidos en ejercicio (cuatro de muerte natural y cuatro por magnicidios) todos han sido electos. Existe un caso, institucionalmente avalado, Gerald Ford que fue vicepresidente y presidente de los Estados Unidos sin ser electo para ninguno de los dos cargos.
Estados Unidos es el país políticamente más estable del mundo, entre otras cosas, porque nunca ha sido depuesto un presidente no ha ocurrido allí un golpe de estado, ni ha dejado de celebrarse una elección. Como dije al principio se trata de un proceso local con relevancia mundial. Es su elección y a ellos les funciona. En breve les contaré de otros aspectos relacionados como son la historia electoral, así como, demografía y geografía electoral. Allá nos vemos.
Elecciones en los Estados Unidos (Apuntes)
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