EL MODELO ECONOMICO Y LAS REMESAS

 

En la normalización de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que de hecho inicia el desmantelamiento del bloqueo, las finanzas son una prioridad. No por gusto entre los anuncios del presidente Obama el 17 de diciembre estuvo la liberalización de las remesas y el uso de tarjetas de crédito. La explicación es obvia: sin dinero no hay negocios, viajes, ni intercambios. Tampoco prosperidad.

Antes de que el turismo, las inversiones, y el comercio propicien la transferencia de capitales de Estados Unidos a Cuba, lo hacen por su cuenta los emigrados, que desde hace más de veinte años lo realizan de manera legal en forma de remesas, una entrada imposible de subestimar, y que pudiera ser ampliada y mejor aprovechada.

En 2014 a América Latina y el Caribe llegaron unos 65 mil millones de dólares por concepto de remesas, de ellos México recibió 23,645 millones, Guatemala 5,544, República Dominicana 4,571 y El Salvador 4, 217. Las cantidades compiten con los montos de la inversión extranjera directa. ¿Cuántos de esos millones llegaron a Cuba y para qué sirvieron?

En general, esas enormes cantidades de dinero contribuyen a la elevación del consumo, muchas veces de productos importados, bisutería, y “pacotilla”, con lo cual regresan al punto de partida, sin incidir en la prosperidad de los países receptores que no han logrado diseñar políticas para convertir las remesas en capital de inversión.

En Cuba, donde la población tiene resueltas muchas necesidades básicas, y el modelo económico está sometido a revisión, pudiera marcar una diferencia.

Naturalmente, para ello se necesitaría un cambio de mentalidad y de actitud de los operadores de la economía, las finanzas, las aduanas, incluso de la dirección política para auspiciar iniciativas asociadas con la participación del capital de los emigrados en la economía nacional, sobre todo en la creación de pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales en el mundo son negocios familiares.

Con políticas apropiadas, la tendencia al aumento de las remesas que naturalmente acompaña a la normalización, y que a corto plazo pudiera aproximarse a los cinco mil millones de dólares, sería posible trabajar para aumentar los flujos de dinero, y canalizarlo de modo que, en lugar de al consumo, se oriente hacia la inversión o al ahorro en el sistema bancario nacional. ¿Qué hacer?

Además de cambiar la mentalidad respecto a la intervención de los emigrados en la economía nacional acompañando a sus familiares en Cuba, habría que legislar para que fuera posible y expedito su retorno definitivo o temporal, la adquisición de propiedades, y el otorgamiento de licencias para, aprovechando su doble ciudadanía, operar pequeñas y medianas empresas y negocios.

Al respecto, los bancos cubanos deberían diseñar opciones para que parte de las divisas que se declaren como remesas y sean depositadas en los bancos, y por ende puestas a disposición del estado, reciban un trato privilegiado en cuanto a intereses y tasas de cambios.

Cuando a corto plazo es inminente la desaparición de la dualidad monetaria y cambiaria, el incremento de las relaciones entre los emigrados y sus familias, y el interés de unos y otros por las actividades económicas lucrativas, deberían ponerse en marcha iniciativas no sólo para aumentar las remesas, sino para evitar que sus virtudes terminen convertidas en defectos.

Recuerdo como si fuera historia antigua los apasionados debates asociados a las decisiones para el inicio de los viajes de los emigrados a fines de los años setenta, y en torno a la recepción del dólar y de las remesas en los noventa. Ayer se trataba de una crisis, ahora de una oportunidad.

En situaciones políticas extraordinariamente adversas, y cuando se tenía en contra a la maquinaria del gobierno de los Estados Unidos y la contrarrevolución, Fidel Castro condujo los procesos que abrieron el juego y aparecieron las fórmulas. Entonces no faltó determinación ni imaginación para encontrar caminos. Ahora, además de menos adversarios hay más experiencia. El tema está abierto. Allá nos vemos.