El gran triunfador de las olimpiadas de París ha sido el cubano Mijail López con su quinta medalla Olímpica. Eso vale más que todas las medallas juntas de estas Olimpiadas. !Arriba Desde la redacción de RadioMiamiToday nuestro jefe Información Carlos Rafael Dieguez grabó en vivo el histórico momento en Francia cuando Mijaín López logró la medalla de oro en lucha grecorromana (130 kg) en los Juegos Olímpicos París 2024. Bien, pero también lo hizo en Beijing 2008, Londres 2012, Río 2016, y Tokio 2020. Es decir: algo fuera de lo normal, pero a la altura de su leyenda. Con este oro en la capital francesa, Mijaín López batió el récord de convertirse en campeón olímpico en una disciplina individual en cinco ocasiones consecutivas, algo que nadie ha logrado en los Juegos Olímpicos de Verano hasta él. Y así dejó una imagen que quedará en la historia del olimpismo.
Se sacó los botines, besó el corazón del mat y dejó los botines en el centro de la escena, como muestra de su despedida de la lucha. Las lágrimas de su entrenador, las lágrimas de él y las lágrimas del público convirtieron la escena en un momento inolvidable. Ya solo con llegar a París 2024, sin embargo, el cubano ya había derribado otro récord: se convirtió en el primer luchador en la historia en competir en seis Juegos Olímpicos. Para conseguir su quinta medalla olímpica de oro, superó en la final por 6-0 a otro cubano Yasmani Acosta, quien representa a Chile. Acosta ya fue edallista de bronce en el Mundial de 2017 disputado en París, y mantiene su idilio con la capital francesa tras alzarse con la medalla de plata. Hasta el momento, el mayor triunfo de Acosta fue convertirse campeón en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. Pero en París 2024 dio un paso más en el olimpo este 6 de agosto en Champs-de-Mars.
Ante la imagen, quedé, como muchos, atrapada, inmóvil, estupefacta y también incapaz. Lo que ya presagiaba y podía haber escrito desde mucho antes me dejó, en cambio, sin armas.
Acaso porque nada había que agregar, solo después, muchos minutos después, salí del shock y atiné a escribir las primeras letras, como si se pudiera entablar un diálogo normal entre la cuartilla y yo.
“¡Mijaín López es pentacampeón olímpico!”, vi repetido hasta la saciedad en todos los cintillos del mundo, que buscaron, igual que yo, la palabra más exacta, conscientes de que hay sucesos —e incluso nombres— que se escriben solos.
Nadie antes que él en la historia de 33 Juegos Olímpicos lo había logrado en ningún deporte: cinco títulos sucesivos en una disciplina individual era historia repetida; que en igual cantidad de certámenes de esta magnitud sus rivales apenas le pudieron marcar dos puntos, también.
Todo París lo sabía… y el mundo. Desde que subió por primera vez a los colchones, la noticia empezó a confirmarse. Y lo fue. Porque nunca faltó a una de sus promesas, como recalcara en su mensaje el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez: “Mijaín promete, Mijaín cumple”, nadie quiso perderse esta fiesta bajo los cinco aros parisinos.
Por eso Cuba —como el mundo— se paralizó cuatro veces, las mismas que su ídolo subió al colchón a la conquista de lo único que fue a buscar tras tres años de lucha contra el tiempo, los años, las miradas…, y que avizoró desde que entró al mundo de los títulos en Beijing 2008. Por eso la isla en peso aplazó los compromisos que tenía para la jornada en que nos dimos todos minutos feriados para ser testigos de un suceso irrepetible, que quisimos ver para que nadie nos contara después.
Ganó Mijaín y me vi llorando sin control, sin fuerzas y con ella, para besarlo desde lejos y arrullarlo como todos los que lo cargamos en mimos —o al menos lo intentamos—, a pesar de su estatura y de sus libras; o le ayudamos a virar rivales, a empujarlos, como si él necesitara de otros atributos como no fueran sus fuerzas, su coraje.
París lloró como Cuba entera ante cada segundo de una pelea con final anunciado mucho antes de empezar. Ganó Mijaín, tan alto y grande como la torre Eiffel, que lo reverenció con una gigantografía. Ganó el hombre que superó todas las presiones: las mediáticas —que llegaron a pronosticarle un bronce impensado, como la prestigiosa revista Sport Illustrated— y las de sus rivales, que fueron a ganar una batalla que ellos mismos sabían perdida.
Dígase Mijaín y se habrá dicho leyenda, hazaña, guerrero, mambí, cubano. El elegido de los dioses ganó y el cielo lo saludó desde lo alto, donde reinará por los siglos de los siglos.
Como si nadie quisiera dejarlo ir, tras una ceremonia de premiaciones interminable, regaló besos, abrazos, autógrafos, selfies, amor, humildad… en un mar de banderas cubanas y de otras naciones que anunciaron que a él —y solo a él— le tocaba vivir el privilegio de hacer escuchar por primera vez el himno, nuestro himno, en medio de un escenario inolvidable, jerarquizado mucho más por el presidente del Comité Olímpico Internacional Thomas Bach, quien estrechó la mano de quien prestigia como pocos el movimiento deportivo mundial.
Y porque nadie podrá llegar hasta donde él y su gloria, sobre el colchón de París Mijaín plantó sus botines-zapatillas del tamaño de una hazaña única, irrepetible, insuperable, que la historia calzará para sí.
Solo me quedó, como a todos, esa extraña sensación de quienes sabían que aquellas zapatillas nunca más las calzaría quien dijo adiós como los grandes gladiadores que van y regresan con el escudo.
No habrá que hacerle el monumento que muchos piden porque ya Mijaín López es ese monumento a la gloria. Es ese país que aún no quiere despertar de este sueño que el Gigante de La Herradura quiso regalarnos en un día inmortal.
Un comentario
Nuestro héroe. Nuestro Campeón.!!!