El desborde de la guerra y Paz por territorios

El desborde de la guerra

Guerras que como la que se libra en Ucrania, por sus protagonistas y por sus efectos, tienen consecuencias globales, se desbordan para afectar  no solo a los actores principales y de reparto, sino a otros muchos más lejanos y a actividades que nada tienen que ver con el conflicto, entre ellas figuran el comercio internacional, incluso de alimentos, las cadenas de suministros tecnológicos y las actividades de la marina mercante y la aviación civil.
Rusia acaba de sufrir dos lamentables consecuencias, una fue el ataque y hundimiento, calificado como terrorista del buque Ursa Major en el mar Mediterráneo, hasta hoy cubierta por la secretividad de las operaciones militares y la otra mucho más letal, asociada a la catástrofe del avión de Azerbaijan Airlines que, luego de ser impactado sobre Grozni se precipitó a tierra en la ciudad de  Aktau en Kazajistán, mezclando en un solo hecho a tres países.
El aparato, Embraer-190 de fabricación brasileña, que en la mañana del pasado miércoles despegó de  Bakú, capital de Azerbaiyán rumbo a Grozni, en  Chechenia con 67 pasajeros, (38 de los cuales murieron) para un vuelo sobre tierra de unos 540 km/h. Según reiterados comentarios, sobre Grozni, capital de Chechenia, la nave fue alcanzada por una “interferencia”, presumiblemente por fuego antiaéreo.
Según el presidente de Rusia, Vladimir Putin quien el sábado en la tarde se comunicó con Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán a quien ofreció disculpas debido a que el suceso que dio origen a la catástrofe se produjo sobre territorios ruso. El mandatario ruso, expresó: “Profundas y sinceras condolencias a las familias de las víctimas, deseando una pronta recuperación a los heridos”.
Tanto el presidente como expertos explicaron que, en el momento inicial del incidente, las defensas antiaéreas en la ciudad de Grozni estaban activadas debido al ataque de drones ucranianos contra infraestructuras civiles de la ciudad.
Reiteradamente, para evitar las incursiones de la aviación rusa, Ucrania ha pedido que se decrete una “zona de exclusión aérea sobre su territorio”, a  lo cual Rusia sea negado y que ahora, a la luz de los frecuentes ataques que, como parte del conflicto, realiza Ucrania, quizás se justifique sobre territorio ruso.
En cualquier caso, se trata de la guerra que afecta a ciudadanos no beligerantes de ambos países y actividades civiles ajenas al conflicto, incluyendo soportes vitales como son las infraestructuras energéticas.
Tal vez, al iniciar una vasta operación militar contra Ucrania, Rusia esperaba obtener garantías de seguridad e incorporar al suyo los territorios ucranianos de Donbass y otros; la OTAN puede haber acariciado la quimera de derrotar a Rusia en los campos de batalla, y el complejo militar industrial de Estados Unidos, obtener beneficios con enormes ventas de armas y de energía. De todo ello, lo único cumplido es lo último.
Aunque Moscú ha pedido no adelantar hipótesis, cosa observada por los gobiernos de Azerbaiyán y Kazajistán, así como por las autoridades de Grozny, otros observadores no lo han hecho, llamando la atención sobre datos  relevantes como fueron, el impacto al avión, al cual, a pesar de la solicitud de los pilotos, no se le permitió aterrizar en emergencia en Grozni y que, con el avión averiado volaron sobre los 400 kilómetros del mar Caspio para finalmente caer a unos tres kilómetros del aeropuerto de la ciudad de Aktau.
Las investigaciones en curso esclarecerán los hechos y depurarán responsabilidades, las disculpas y los pésames pudieran aligerar las penas de los deudos, pero sólo la paz podrá detener la matanza. La guerra que se ha desbordado, pone en peligro a todo el mundo, confirmando que se trata de “una fiera voraz que pisa

Paz por territorios

En lo que resultó ser su última intervención en la política internacional contemporánea, Henry Kissinger sugirió a Ucrania aceptar la terrible oferta de cambiar “paz por territorios”, cediendo a Rusia, a cambio de cesar la guerra, las regiones de Donbass y otras que, hasta hoy suman alrededor del 20 por ciento del territorio ucraniano.
El rasgo predominante del desarrollo humano durante decenas de miles de años fueron la combinación de desplazamientos y asentamientos poblacionales que dieron lugar al surgimiento de comunidades humanas que, con el tiempo y las interrelaciones diversas, principalmente económicas, lingüísticas y culturales, adquirieron los perfiles que hicieron de ellas nacionalidades y naciones.
Entre estas entidades humanas, separadas por enormes distancias, así como por accidentes naturales como océanos y mares, ríos, desiertos y montañas que actuaron como fronteras naturales. Alrededor del siglo XV en Europa, Asia, así como Sur y Centro América, tales procesos maduraron dando paso a la era moderna en la cual emergieron los estados nacionales y también imperios que caracterizaron la época, basados en la apropiación de territorios.
Ninguno de los imperios de la antigüedad o de la era moderna, todos construidos sobre la base de la apropiación por la fuerza de territorios poblados por nacionalidades y naciones, sobrevivió. Los últimos imperios, ruso, otomano y austro-húngaro, dejaron de existir como resultado de la Primera Guerra Mundial.
Para no hablar de conquistas territoriales puras mediante las cuales algunos países, principalmente europeos y asiáticos, se han apoderado del territorio de otros, como fue el caso de Polonia, un inmenso y milenario reino europeo que, en 1795 fue borrado del mapa al ser devorado por los imperios ruso, austro-húngaro y Prusia, situación que, aunque se prolongó por un siglo, fue revertida.
Para las naciones, el territorio no es sólo el más importante patrimonio, sino el más significativo indicador de la identidad y la cultura nacionales y expresión de la soberanía. De ahí que su defensa e integridad sea la función más importante de los estados. La Carta de la ONU, principal tratado de derecho internacional, aprobado por unos 200 estados, ratifica esos preceptos. Perder territorios, arrancados por la fuerza, es para los estados y las naciones la más dolorosa y humillante mutilación.
En los tiempos modernos, gobiernos involucrados en conflictos armados realizaron intercambios de “paz por territorios”.
En las Américas la mayor transacción territorial ocurrió en 1848 cuando, como resultado de una desigual guerra, Estados Unidos obligó a México a ceder, a cambio de la paz, inmensos y ricos territorios que hoy forman los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado, Arizona y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma, en total unos dos millones trescientos mil kilómetros cuadrados.
En 1918 tuvo lugar la más grande operación de paz por territorios cuando, mediante el Tratado de Brest-Litovsk, para conseguir la paz con Alemania en la Primera Guerra Mundial, la Rusia bolchevique encabezada por  Lenin,  entregó a Alemania, Bulgaria y al Imperio otomano los territorios de Polonia, Lituania y Bielorrusia, Ucrania, Estonia, Letonia y Finlandia y otros que formaban parte del Imperio Ruso. En total unos dos millones y medio de kilómetros cuadrados.
A la altura del siglo XXI las conquistas territoriales son un anacronismo que la humanidad consideraba trascendido. No obstante, si fuera una solución viable para rescatar la paz, tal vez Kissinger tuviera razón y valga la pena el sacrificio. Allá nos vemos.

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