Ejercer el periodismo no es delito

Aludiendo a Julian Assange acusado por Estados Unidos bajo los términos de la ley de Espionaje de 1917, los editores y directores de The New York Times, de Estados Unidos, The Guardian, Gran Bretaña, Le Monde de Francia, Der Spiegel, Alemania y El País de España, han recordado a Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, algo que para los estadounidenses es obvio: “Publicar no es delito”. Según la Primera Enmienda a la Constitución adoptada en 1791: “El Congreso no podrá hacer ninguna… ley limitando la libertad de expresión, ni de prensa…”

Pudieron añadir que tampoco es delito investigar, opinar ni criticar a los gobiernos y estamentos militares, también pudieran insistir en que, no es lo mismo suministrar información a los enemigos del país con la intención de obtener beneficios o hacer daño, que informar a la opinión pública de actividades que el gobierno oculta deliberadamente.

Aunque se ha intentado, nunca en ninguna parte, ha existido un mandato constitucional vinculante que prohíba a los gobiernos realizar actividades secretas y ocultar a los pueblos que los sostienen, asuntos decisivos para su bienestar y su vida. La secretividad de la gestión estatal desmiente el carácter social de la función pública.

En los 14 Puntos, expuestos en 1918 como plataforma política para la constitución de la Sociedad de Naciones que al finalizar la Primera Guerra Mundial pretendió crear un orden internacional que excluyera la guerra, Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, reclamaba la abolición de la “diplomacia secreta”, empeño que, compartían los bolcheviques. En marzo de 1917, el periódico Pravda publicó un editorial titulado: “Ninguna diplomacia secreta”.

En 1915, el presidente Wilson, presentó una ley contra el espionaje destinada a penalizar a quienes colaboraran con los enemigos de los Estados Unidos; la ley incluía alusiones a la censura y la prensa, cosa expresamente prohibida por la Primera Enmienda. El Congreso tardó dos años hasta que, en 1917, cuando ya Estados Unidos combatía en la Primera Guerra Mundial, adoptó la ley suprimiendo las alusiones a la censura. No obstante, en 1919, la Corte Suprema dictaminó que la ley no violaba la libertad de expresión.

Concluida la Primera Guerra Mundial, en 1919, tal vez afectado por los efectos de la ley que había promovido y que contradecía las esencias del credo democrático americano, el presidente Wilson, indultó a unos 200 condenados al amparo de la Ley de Espionaje que, con la paz, cayó en desuso.

No obstante, en virtud de esa ley, también fueron juzgados y ejecutados Julius y Ethel Rosenberg, Daniel Ellsberg, Chelsea Manning, Edward Snowden y más recientemente Julian Assange han padecido, en tiempos de paz, el rigor de una ley creada para situaciones de guerra.

Los críticos de la Ley de Espionaje denuncian el abuso que significa homologar las actividades en beneficio de enemigos de los Estados Unidos con la de aquellos que realizan “filtraciones de interés público”. Al respecto, Daniel Ellsberg quien publicó los Papeles del Pentágono, dijo: “…La Corte Suprema de EE. UU. nunca ha abordado la constitucionalidad de aplicar la Ley de Espionaje a las filtraciones al público estadounidense…”

 La intervención de cinco de los “pesos pesados” de la prensa liberal mundial significa un cambio trascendental en el affaire Assange y quizás un síntoma de que la prensa establecida reacciona frente al “intrusismo profesional” de las redes sociales y otras manifestaciones que amenazan a los grandes medios de prensa que, confundidos se han alineados al poder.

Tal vez se trata de un renacer de la prensa que en Estados Unidos movilizó a la opinión pública contra los desmanes del colonialismo español, obligó a renunciar a Nixon, se sumó al movimiento contra la guerra en Vietnam y con la publicación de los Papeles del Pentágono asestó un golpe rotundo al secretismo.

Se trata de la prensa para la cual, por décadas, trabajaron Karl Marx y José Martí y que inspiró, entre otros, a los grandes diarios y revistas liberales de México, Sudamérica y Cuba en las confrontaciones con las oligarquías nativas y las dictaduras.

Julian Assange nunca estuvo solo, pero ahora está mejor acompañado. Allá nos vemos.

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