DESPLAZAMIENTOS IDEOLÓGICOS

 Cuando el mundo se desplaza a la derecha, también lo hace la izquierda. Ese corrimiento la lleva al centro, y la hace más exitosa. Es lo que ha ocurrido en América Latina, donde las fuerzas progresistas han avanzado más en los últimos 15 años que en todo el siglo XX.

     Esos éxitos, caracterizados por el acceso al gobierno por vía electoral de una nueva izquierda que actúa según las reglas liberales, y convive con las estructuras del  capitalismo subdesarrollado, contaminado por las prácticas oligárquicas, autoritarias y dictatoriales; tienen lugar en una coyuntura irrepetible.

Ese escenario se formó como resultado de la Revolución Cubana, el  fin de las dictaduras, las consecuencias de la lucha armada, el fracaso de los proyectos neoliberales, y la desaparición de la Unión Soviética, que provocó la anulación de las estructuras de la izquierda tradicional, formada por los partidos comunistas y las organizaciones obreras y de otro tipo que actuaban bajo su influencia.

De ese modo, con orientación progresista, en el continente han surgido una variedad de proyectos que, con diferentes enfoques y grados de radicalismo y siempre bajo enormes tensiones y dificultades, registran avances en ocasiones impresionantes.

Mientras en Venezuela se proclamó la Revolución Bolivariana y se asumió un enfoque anticapitalista, declarando la intención de “construir el socialismo del siglo XXI”, en países como Bolivia, Ecuador, Nicaragua y El Salvador, se adoptaron formulaciones menos explícitas, mientras que Brasil, Argentina, Uruguay y otros emprendieron programas de beneficio popular y justicia social, sin cuestionar el sistema establecido.

Actualmente, ante la combinación de problemas en el seno de los gobiernos populares, una coyuntura económica adversa, y la movilización de la reacción interna y externa, aparece la preocupación de que puede estarse gestando el fin de la etapa de auge del movimiento popular, lo que pudiera conducir a un retroceso global, incluso a una restauración de la derecha y el conservadurismo, cosa que me parece francamente improbable.

   No obstante que algún gobierno cambie, se pierda una u otra elección, se altere la composición de ciertos parlamentos, o se ralenticen proyectos locales o comunes, difícilmente pueda registrarse un retroceso global. La razón es obvia, el tiempo no es reversible, ni muchas de las transformaciones esenciales, y aunque las fuerzas de derecha conserven sus esencias conservadoras, tampoco son inmunes a los cambios. En alguna medida las circunstancias las obligan.

No obstante, corresponde a la izquierda maniobrar. No sólo para perpetuar los liderazgos, sino para conservar la orientación progresista de los procesos económicos, sociales y políticos. Allá nos vemos.