Del imperialismo geográfico al imperialismo político

Existen muchas experiencias fallidas de Los Estados Unidos de América respecto a sus aventuras imperiales de los últimos 100 años. La enseñanza ha sido que en ninguna de ellas han salido airosos, ni han logrado objetivos loables. Por el contrario, en el mejor de los casos todas han dejado rastro de dictaduras y en el peor de ellos, sangrientas tiranías.

La vida de Donald Trump ha mostrado ser la de un ignorante con mando. Como tal piensa que su poder, esa fuerza misteriosa que hierve en las cabezas de las personas que alcanzan algún tipo de mando con inmunidad, está dada por la Gracia de Dios. Así lo ha manifestado en ocasiones y de ahí que se considera un tipo de divinidad que, como tal, es infalible.

Las intentonas militares estadounidenses en Haití (1915-1934), República Dominicana (1916-1924) y Nicaragua (1926-1933) no propiciaron el auge de la democracia, sino déspotas brutales: François «Papa Doc» Duvalier, Rafael Trujillo y Anastasio Somoza. El derrocamiento, respaldado por la CIA, en 1954 del presidente izquierdista electo de Guatemala, Jacobo Arbenz, contribuyó a una sangrienta guerra civil que duró 36 años. También radicalizó a muchos latinoamericanos, incluyendo a un joven médico argentino llamado Che Guevara, quien se encontraba en Guatemala cuando se produjo la invasión de los marines. El golpe de estado al presidente electo chileno Salvador Allende, trajo como resultado una brutal dictadura donde según cifras oficiales, hubo más de 3000 asesinatos políticos.

Si Trump quiere marcar una diferencia a largo plazo en Venezuela, debería emprender una campaña de diplomacia pública para apoyar a la oposición venezolana, liderada por la ganadora del Premio Nobel de la Paz, María Corina Machado, junto con otros opositores destacados por su lucha contra ese gobierno. Esto, por supuesto, requeriría replantear los contraproducentes esfuerzos del gobierno para cerrar la Fundación Nacional para la Democracia, la Voz de América y otras herramientas de diplomacia pública. Intentar impulsar un cambio de régimen mediante la fuerza militar o acciones encubiertas probablemente resultará fatal y simplemente alimentará el sentimiento antiyanqui en Latinoamérica. Si la historia sirve de guía, un cambio de régimen duradero debe surgir desde dentro.

Sin embargo, para navegar dentro de semejante contexto, Venezuela presenta una variante de fondo respecto a otros regímenes que han sucumbido a las presiones estadounidenses o han sido víctimas de oscuras conspiraciones dirigidas y financiadas por la Agencia Central de Inteligencia de Los Estados Unidos de América.

Dicha variante consiste en el carácter ideológico del proceso venezolano en contraposición a las características políticas de otros como el caso de Salvador Allende en Chile y gobiernos etiquetados de izquierda, los cuales son simplemente parte del sistema imperante fundamentado en las teorías liberales, pero carentes de un proyecto socio político y económico que requiera reestructuraciones de base para modificar el sistema.

Lamentablemente los acontecimientos no inclinan a pensar que el deseo de Washington hacia un cambio de régimen tenga probabilidades de pasar por la diplomacia. Al menos eso indican los movimientos que comenzaron hace unos meses atrás con la movilización de las fuerzas armadas estadounidenses hacia la región del Caribe, oficialmente enfocada a Venezuela con el pretexto de que el presidente Maduro es un gran capo del Cartel de los Soles.

Han existido momentos en los cuales surgen dudas. Uno de ellos es el tiempo transcurrido desde el primer movimiento militar y las declaraciones de Trump, la mayoría de las veces cantinflescas, asegurando que Maduro debe irse y por otro lado negando que busca un cambio de régimen.

Entrelazadas en el vaivén de esas encontradas expresiones, los artífices del golpe, han estado incesantemente sacando sus cuentas. La principal de ellas es la creación de modelos computacionales, para tener un aproximado de la reacción sociopolítica que ocasionará en esa área las acciones agresivas de Washington. Por ejemplo, qué pasaría en caso de un ataque militar sin ocupación; o un atentado mortal a Maduro o una ocupación parcial del territorio venezolano. En todos los modelos presentados hasta ahora, las respuestas han sido semejantes: ocasionaría un gran desequilibrio dadas las características territoriales y la gran cantidad de armamentos diseminados en el área y sobre todo por el alto porcentaje de fanáticos que creen seriamente en el proyecto chavista.

El fantasma de Irak, donde la muerte de Sadam Hussein ocasionó, luego de terminada la contienda un millón de muertos y un país que aún no ha logrado alcanzar la estabilidad relativa que tuvo en vida del dictador, quien en realidad no hacía más que seguir las normas de un sistema imperante en la región con la anuencia mayoritaria de la población, persigue a los estrategas imperiales estadounidense.

Ese fantasma junto al de Afganistán, Líbano o la misma Siria donde han tenido que dar la bienvenida y abrazarse a un terrorista por quien Washington llegó a ofrecer una recompensa de diez millones de dólares, los tiene pensando sobre la decisión a tomar en el caso de Maduro.

No obstante, lo expresado hasta aquí, recientemente han aparecido informaciones y comentarios sueltos en medios ingleses como The Telegraph y The Independence, sobre la existencia de una oposición organizada que tiene planes realistas respecto a cómo manejar la situación.

Se habla de que esa oposición tiene perfectamente claro qué hacer en las primeras 100 horas de liquidados los mandos superiores, en los siguientes 100 días y finalmente el trabajo a realizar en el año que trascurriría previo a las elecciones que tendrían lugar al cabo de ese tiempo. También mencionan que sólo el 20% de los militares son fanáticos del proyecto mientras el 80% está compuesto por personal no politizado. Este nuevo enfoque se enlaza en estos instantes con la actitud más agresiva de Washington la cual se observa en la impunidad manifiesta del presidente Donald Trump, quien no tiembla para decir que a Maduro le quedan días y al propio tiempo alertar al presidente colombiano Petro, amenazándolo de que ha estado en la mirilla de su rifle desde el inicio de las operaciones; su respuesta referente al tanquero de petróleo asaltado en alta mar por fuerzas especiales estadounidenses, sobre la cual expresó: “nos quedamos con el petróleo. Es nuestro. Ya veremos qué hacemos”, es un indicio de que “le importa madre”, como dicen los mexicanos, lo relacionado con la corrección política y las consecuencias de sus actos.

Lo anterior se suma a la actitud del Caribe y varios países sudamericanos frente a esas políticas que abiertamente lo apoyan, con lo cual no estamos ante un enfrentamiento de USA y Venezuela y de soslayo Colombia, sino de una porción de Sur América, dispuesta a participar en ese enfrentamiento, al lado de Los Estados Unidos de América. Esto coincide plenamente con quienes estamos conscientes que el presidente Trump no está loco, aunque se comporte de modo que los fanáticos de otros bandos lo acusen de serlo, administrando ese estilo con magnífico preciosismo.

Trump en un gran manipulador y ha trasladado sus dotes de empresario tramposo y astuto al plano de la gobernación de uno de los poderes más grandes que haya existido desde el surgimiento de la humanidad. Con ese estilo va dividiendo y ganando adepto en todas las regiones del planeta y ahora le toca a Suramérica.

La situación es grave porque el gigante imperial no está sólo, sino que cuenta con una labor de zapa paciente que, partidos políticos coincidentes con el movimiento MAGA, surgen en la región y obtienen un respaldo ciego (al menos de momento), de Washington. Política que también ha extendido a Europa, donde ha dado un espaldarazo y gran apoyo a Hungría e Italia y sigue laborando para quebrar el bloque europeo.

Internamente el liderazgo de Trump se mantiene gracias a un nutrido grupo de fanáticos que siempre acompañan a estas extrañas figuras. La historia, esa sucesión de acontecimientos que va tejiéndose en el tiempo con absurdos y caprichos, pero también con denuedo e inteligencia, nos sorprende en ocasiones traviesamente, regalándonos personajes de esta mórbida talla.

La humanidad ha atravesado por épocas de imperialismo geográfico, luego por el imperialismo económico y actualmente estamos en presencia de la formación de un imperialismo político fundado por Donald Trump.

Esperemos que quienes abrieron la puerta por donde ingresó este vendaval, la cierren antes que la destrucción alcance proporciones no reparables.

 

 

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