El 5 de diciembre de 2016 hice esta breve nota, parece que fue ayer
Que nadie se llame a engaño. Acabo de regresar de Cuba y soy testigo solidario de lo que es una nación en luto por la muerte de quien fuera en vida alma y guía de una Revolución, que de la isla cruzó los mares para fecundar rebeldía en la conciencia de todo el continente americano y más allá en todo rincón lejano y oprimido del planeta.
La muerte de Fidel no cambiará el destino de Cuba – ya libre de todo poder extraño- haciendo realidad el sueño martiano de una patria soberana cuyos hijos sabrán defenderla como suya.
Murió Fidel y ahora nace la leyenda. Fue Julio Antonio Mella, otro precursor de la Cuba rebelde el que dijo: “Hasta después de muertos somos útiles, porque servimos de bandera”.
Yo sentí allá en la Cuba profunda el dolor de un pueblo herido, gritar con clamor de alma entristecida : “Yo soy Fidel”, “Yo soy Fidel”, “Yo soy Fidel”. Era la voz enardecida del rostro fresco combatiente de la Joven Cuba, en respuesta a los que odian y maldicen antes de entrar esos miserables en el basurero de la historia.
Yo estuve allí en la Cuba de mis sueños. Fue mi viaje al futuro. Repito: Que nadie se llame a engaño.