Curiosidad francesa – cubana
Al calor de la reciente exitosa visita del presidente actual de Francia, Francois Holland, a Cuba y después de instruirme otra vez más con cosas de los galos – a esa nación se le llamó Galia hace muchísimo tiempo, me tropiezo con algo que ya sabía pero no en tantos detalles. Se trata de uno de los símbolos de ese país que junto a otros monumentos hacen atractivo a todos sobre el planeta. La Torre Eiffel.
Esa nación que se desconoce exactamente su fundación aunque se calcula que fue dentro de la llamada Edad Media – comenzada en el año 476 Antes de Nuestra Era – tiene una rica historia cultural destacándose sus artes principales entre las pinturas, las esculturas y las más diversas edificaciones antiguas, contemporáneas y modernas.
Podríamos estar mucho tiempo destacando sus grandes obras que hacen de ese antiguo país muy famoso. Algunas son muy espectaculares: El Arco de Triunfo, El Panteón, La Basílica de Notre Dame, Palacio Royal, El Pensador, Museo de Louvre, etc., etc., etc. Pero hay un monumento de acero que se destaca como el símbolo de ese país: La Torre Eiffel en el centro de su capital París – Ciudad de las Luces – y que tiene una historia no totalmente conocida por muchos.
Resulta que buscando atractivos de Francia me tropiezo con datos en que se mezcla lo cubano con lo francés y no precisamente en La Habana de ahora, sino en el Paris en la década de 1880 hasta que finalmente en 1889 se inaugura una obra especial y monumental, La Torre Eiffel.
Para entonces hubo joven cubano nacido y criado en Guanabacoa, La Habana, Guillermo Pérez Dressler, hasta que se fue a estudiar en la prestigiosa Universidad Sorbonne de París, con solo 16 años de edad y se graduó de arquitecto a los 21 años. Allí después de realizar algunos trabajos, puentes, autopista, edificios y hasta una catedral; su profesor y arquitecto Gravier de Vergennes, al cual le simpatizaba, admiraba y le agradaba su gran educación adquirida, de Guillermo, le ofrece ser su segundo en la terminación del diseño y ejecución de esa gran Torre Eiffel.
Para este empeño, Guillermo quien ya al hacerse ciudadano francés, hubo de cambiarse con el nombre de Guillaume Dressler, debe dejar otras jugosas ofertas para dedicarse por entero e este nuevo desafío.
En todo esto hay un interesante detalle y se trata de que el señor profesor y arquitecto Vergennes, padeciera de “vértigo” (fobia a las alturas) y no podía siquiera subir al primer piso de la Torre en construcción. Fue desde entonces cuando Guilluame – aquel otrora juguetón Guillermito de Guanabacoa – asume la supervisión de toda la obra realizándole muchas modificaciones en el trayecto hasta la punta de la misma Torre.
O sea que el aporte de este cubano, concedió a la obra el acento criollo y se puede decir que esta inigualable y genial estructura de arquitectura metálica, del siglo XIX, brinda a la historia que su puesta en escena y funcionamiento hasta los elevadores, tiene 50 % francés pero el otro 50 % es cubano. No sé si el presidente Hollande y el líder cubano Fidel Castro tocaron este tema, pero de todas formas ahí va esto para todos ustedes. ¿Qué les parece amigos?
Les habló “Desde Miami”, Roberto Solís.
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