El 15 de octubre de 1962, informado por la CIA de la presencia en Cuba de misiles nucleares soviéticos, el presidente John F. Kennedy movilizó a su staff, entre ellos al embajador en Naciones Unidas, Adlai Stevenson, ex gobernador de Illinois y dos veces candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Un día después, Kennedy impuso a Stevenson de la situación y le comentó que la mayoría de sus asesores eran partidarios del bombardeo inmediato a las instalaciones coheteriles, incluso de la invasión a la Isla. El 17, el embajador le envió un memorándum secreto que puede haber cambiado la historia.
Stevenson ofreció al presidente argumentos, no sólo para la solución diplomática de aquel entuerto, sino un programa para lidiar con la cuestión nuclear. El diplomático aconsejó descartar la idea de atacar Cuba y considerar, entre otras medidas, el desmantelamiento de algunas bases de misiles en Europa a cambio de la retirada de los cohetes soviéticos en la Isla. Aquella sugerencia puede haber sentado las bases del enfoque de los Kennedy que lograron un acuerdo con Jruschov para desactivar la más peligrosa crisis de la Guerra Fría.
También propuso al presidente que eligiera un emisario, “preferiblemente uno que no fuera conocido por simpatizar con la revolución castrista”, para llevar en secreto un mensaje a Castro advirtiéndole que los misiles soviéticos en territorio cubano ponían a su país en grave peligro. Simultáneamente, otro enviado llevaría una nota a Jruschov, abriendo un canal para negociar la retirada de los misiles.
El memorándum incluía ideas para la “neutralización y desmilitarización” de Cuba, el estacionamiento de fuerzas de observación y mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas y organizar una reunión cumbre entre Kennedy y Jruschov sobre las armas nucleares. Como un “gesto que muestra nuestra sabiduría y buena fe”, Stevenson recomendó un canje de la base de Guantánamo por el retiro de las instalaciones soviéticas en Cuba”.
Aunque Kennedy descartó las propuestas del enviado a Fidel y la retirada de la base naval, parece haber asimilado la esencia de la opción diplomática.
Probablemente, como parte de los trabajos del ExCom, el presidente dio a conocer las consideraciones de Stevenson en el memorándum del día 17 que era secreto. El caso es que fueron motivo para un ataque público en el cual se le comparó con el primer ministro británico Neville Chamberlain, ponente de la política de “apaciguamiento” y de concesiones a Hitler que condujeron al Pacto de Múnich.
La pieza central de aquel ataque fue el artículo publicado en diciembre de 1962 por la revista The Saturday Evening Post: En tiempo de crisis, de la autoría de los reporteros Stewart Aisop y Charles Bartlett en el cual ofrecieron una detallada información del mecanismo de toma de decisiones durante la crisis y, al exponer el consenso a que se había llegado respecto a la acción militar contra los misiles, emplazaron a Stevenson.
“Solo Adlai Stevenson, disintió del consenso del ExComm…Adlai quería un Múnich»…»Quería cambiar las bases de misiles turcas, italianas y británicas por las bases cubanas»… No parece haber duda de que prefería la negociación política a la acción militar…”
“…El presidente escuchó a Stevenson y luego dio su aprobación al plan McNamara…” que puede resumirse en: “Si el bloqueo naval y las presiones, fallan, luz verde a la opción militar”.
La crisis de los misiles es historia, pero la agresividad de los Estados Unidos contra Cuba no. Tal vez sea aconsejable volver sobre las reflexiones y los compromisos de las partes en aquellos días, sobre todo el de no invadir a Cuba que ha sido interpretado por Estados Unidos del modo más estrecho y sobre el cual prometo abundar. Allá nos vemos.
*Algunos elementos han sido aportados por documentos desclasificados, recién publicados por el Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos (National Security Archives NSA), institución privada con sede en Washington.
13 días para Ucrania, por Jorge Gómez Barata
Sesenta años atrás, en 1962 se desató la Crisis de los Misiles, la mayor y más peligrosa confrontación de la Guerra Fría que involucró a Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética y puso al mundo a un clic de la hecatombe nuclear.
El 14 de octubre de 1962 un avión espía de los Estados Unidos fotografió en Cuba obras para levantar rampas de lanzamientos de misiles nucleares. El 22 el presidente John F. Kennedy se dirigió al país, lo impuso de la situación, exigió a la Unión Soviética la retirada de los misiles y anunció el establecimiento del bloqueo naval a Cuba para impedir la llegada de suministros militares.
La Unión Soviética respondió reivindicando la legalidad y legitimidad de la acción y el derecho de la URSS y Cuba a utilizar tales armas para su defensa y continuó los trabajos y el despliegue de los misiles. En Cuba, Fidel Castro llamó al pueblo ¡A las Armas!, y decretó ¡Alarma de Combate! La Crisis de los Misiles había comenzado.
Por primera vez en la historia las fuerzas armadas de los Estados Unidos, incluida su cohetería estratégica fueron colocadas en DEFCON 2, una condición de defensa previa a las acciones combativas y el Comando Aéreo Estratégico en DEFCON 1, lo cual implicaba que los aviones permanecían cargados con las bombas atómicas y los misiles y algunos permanecían en el aire. 90 buques, fueron desplegados en torno a Cuba para detener 25 mercantes soviéticos en ruta hacía la Isla.
Las fuerzas armadas de la Unión Soviética y el Tratado de Varsovia y naturalmente sus tropas en Cuba que se aproximaban a los 50.000 hombres asumieron la completa disposición combativa. Nunca antes hubo tantos militares movilizados ni tanta técnica en posiciones de combate. La guerra mundial era inminente.
Mientras Kennedy y Jruzchov se esforzaban por bajar los humos a los halcones de ambas partes que creían poder sorprender y derrotar al adversario y eran partidarios de acciones militares inmediatas, emprendieron un intenso quehacer diplomático. En Washington, Moscú y Nueva York, sede de la ONU, los embajadores de Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba, Adlai Stevenson, Valerian Zorin y Mario García Inchaústegui, desplegaron todas sus capacidades.
En esas gestiones se destacó Robert Kennedy, Fiscal General de los Estados Unidos y hermano de JFK quien se implicó en las gestiones de mayor calado. Según cuenta, en un momento decisivo, cuando partía a entrevistarse con el embajador soviético, el presidente le recomendó: “Presiona a Jruschov al límite, pero no lo lleves ni un metro más atrás de donde debe estar que se vuelve muy peligroso…”
13 días después, gracias a la intensa actividad diplomática y política, a la sensatez y sentido de la responsabilidad histórica y los instintos de supervivencia, el peligro fue conjurado. Los militares se replegaron, se enfundaron los cañones y el mundo respiró aliviado. Las soluciones basadas en rectificaciones y compromisos no complacieron plenamente a los protagonistas, pero fueron suficientemente rentables como para que cada uno de los pueblos implicados ganara algo y todos los estadistas implicados se beneficiaron. La paz prevaleció y hasta ahora no se había reiterado el peligro de un conflicto nuclear.
13 días bastaron entonces para que la Unión Soviética y los Estados Unidos dieran pasos al encuentro y ofrecieran chances a la paz. Es lo que se necesita hoy. Voluntad política para retomar las sendas del diálogo y la colaboración, otra vez los protagonistas son Rusia y Estados Unidos y una vez más, solo hay que parar y retroceder, todos a la vez. No habrá humillación. En nombre de la humanidad: ¡Háganlo! Bienaventurados los pacifistas que serán ganadores. Allá nos vemos.
Un comentario
La imprudencia de llevar a Rusia al límite, acercándose cada día más la OTAN a su frontera, son la consecuencia de esta catastr9ofe entre dos pueblos hermanos.
Selenki actual presidente de Ucrania principal responsable de esta agonía para ambos pueblos por ser un títere de EEUU y por dejarse llevar a esta aventura por ordene de su amo.
Hoy el mundo espera angustiado el desenlace de esta irresponsable aventura.
Ojalá que prevalezca la PAZ para todos y no la destrucción de nuestro planeta donde todos podríamos vivir felices sin que prevalezca la ambición de algunos.