Fotos de Roberto Suárez, Yohana Tablada, Nelson Ricardo y Hedelberto Lopez
Habana, 23 abril de 2025
Querido Max:
Vivien, tu hija, te bautizó el hombre de las dos Habanas. Y no solo eres y has sido ese hombre; sino que
eres el revolucionario de los dos mundos, el de aquí y el de allí. El del amor y el de la ciudad del odio.
He escrito varias veces sobre ti, pero esta, tengo un sentimiento contradictorio de tristeza y alegría; de
saber que te has ido pero que a la vez estás aquí. Que desde esta mañana tus restos y los de tu querida
esposa Miriam reposan en el jardín Madre Teresa de Calcuta de la Basílica Menor del convento San
Francisco de Asís, en La Habana Vieja, cerca de vuestro querido amigo e insignia de los corazones
cubanos, el maestro Eusebio Leal Spengler.
Esta mañana te hubiese encantado vernos a todos congregados frente a ti y a Miriam.
Max, había tres fotos tuyas preciosas bajo el Cristo crucificado imponente de la Basílica. Una con
Miriam, otra tuya solo de joven en blanco y negro y la tercera con tu amigo, Fidel. Había coronas de
rosas blancas que te enviaron tu “primo” (como te gustaba llamarle y me contabas que lo era por parte
materna) el Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura. Estaban las del Presidente
Miguel Díaz-Canel y el General de Ejército Raúl Castro Ruz. También la de la Oficina del Historiador y la
del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.
Vivien estaba en primera fija con su hijo, tu nieto. Tu sangre te trajo de vuelta y dignificó tu nombre.
Se habló bien de ti. Se nombró tu valentía. Tu dignidad y bravura.
Hubo héroes, ministros, personalidades, amigos.
Magda Resik abrió el acto. Tu amigo Lorenzo Gonzalo rindió homenaje a tu memoria. Pardo tenía los
ojos aguados. Taladrid, al que tanto querías, no se lo perdió desde las últimas filas de la Basílica, en
silencio. Fernando González mencionó una anécdota contigo en el 2009 cuando todavía estaban todos
ellos presos.
Tras todas estas palabras en tu honor, fuimos al jardín y se depositaron tus restos y los de tu compañera
en la tierra de tu tierra, de la que luego crecerá la hierba, y de ahí crecerás tú. Frente a Eusebio y su
madre. Vuestros nombres se cubrieron de rosas blancas. Ya por fin estáis reunidos con vuestra hija
Mirita.
Decía Lorenzo que quizás un día salíais Eusebio y tú a pasear por esa Habana que tanto habéis querido.
No creo que eches de menos a la ciudad del odio. Tampoco creo que vuelva a pisarla un cubano de tu
talla.
Vivien no puede ser más que una digna hija tuya.
No es esta una crónica al uso. Es la de una aprendiz de revolucionaria que tuvo la suerte de conocerte en
tus últimos años. A la que ayudaste moralmente y le enseñaste lo que significa la moral como escudo. A
la que le hablabas de Fidel, del Pico Turquino y de tus visitas a la Casa Potín cuando estabas recién
casado.
Ya sé Max, que cuando necesite hablarte iré a la Habana Vieja y miraré tu nombre.
Podré hacerlo también públicamente en Radio Miami Today, que se queda en las mejores manos.
Max, el martiano y el fidelista, ¡estás en la tierra!.
Parafraseando al Apóstol de Cuba, contigo solo puedo tener gratitud. Gratitud como esas flores que
cubrían hoy el mármol con tu nombre. Un sentimiento que no se da en la altura; que mejor reverdece
en la tierra buena de los humildes.
FOTOS DE LA CEREMONIA