AMLO en la perspectiva estratégica

AMLO EN LA PERSPECTIVA ESTRATÉGICA
Jorge Gómez Barata
El exitoso desenvolvimiento de la Cumbre del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) ofreció al presidente Manuel López Obrador la oportunidad de defender al más alto nivel su audaz propuesta de integración latinoamericana con Estados Unidos, ensamblando la idea en aspectos de estrategia global.
Estados Unidos y China son los más importantes socios en la economía global, a la vez los más enconados rivales estratégicos, no solo en las esferas económicas y comerciales, sino también políticas y militares. Para ambos, depender uno del otro en sectores estratégicos de la economía, la tecnología y el comercio no parece ser una buena idea. Las opciones son pocas: se arreglan o se distancian.
Desde que en 1979 Estados Unidos reconoció a la República Popular China se inició el intercambio comercial, la colaboración económica, las transferencias tecnológicas y otras formas de interacción en gran escala, intensificadas debido a las reformas introducidas por Deng Xiaoping en virtud de las cuales, en cuarenta años, la economía china evolucionó de la pobreza extrema y las comunas populares para, mediante la economía socialista de mercado, convertirse en la segunda mayor economía.
Esa dinámica que convirtió a China en el principal socio comercial de los Estados Unidos y viceversa, hizo del país asiático un actor económico principal en la economía global con fuerte presencia en todo el mundo, especialmente en Europa, la región Asia-Pacifico, en África y América Latina, incluso en los propios Estados Unidos.
A pesar de que la proyección internacional, hasta donde alcanza la visión estratégica, China que no tiene como objetivo imponer modelo alguno, no se basa en la injerencia política, como tampoco en la exhibición de la fuerza o la guerra, no pudo evitar un desarrollo militar para proteger sus intereses, lo cual se incrementó debido al establecimiento de alianzas estratégicas con Rusia, lo cual realiza sin comprometerse con políticas que no sean las suyas.
El proceso en su conjunto incrementó las preocupaciones en los Estados Unidos que, al ver peligrar su hegemonía adoptó una especie de política de “contención de China”, con lo cual el gigante asiático pasó de competidor a adversario.
En 2019 el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump aludió al propósito de “desacoplar” la economía estadounidense de la de China para liberar a Estados Unidos de una dependencia que pudiera ser fatal. La dinámica de los últimos años ha evidenciado que tal “desenganche” no será fácil ni indoloro.
El capital estadounidense en China alcanza cifras de muchos dígitos, el número las empresas que habría que desanclar de China y reubicar en otras locaciones es uno de los más complejos procesos industriales y de ingeniería económica que pueden ser imaginados, a lo cual se suma el voluminoso comercio, así como complejos encadenamientos productivos, cadenas de valor, transacciones bancarias e interacciones financieras enormes.
El enorme impacto global del reajuste económico, comercial, tecnológico y financiero que implica el reordenamiento que intenta Estados Unidos, inmerso en una guerra grande como la que tiene lugar en Ucrania, favorece procesos en los que participan potencias emergentes que se apartan de la antigua victimización derivada de la condición de ex colonias para abrirse espacios propios como hacen los países emergentes que forman parte del G-20.
En esa dinámica de la cual México participa con las ventajas de la vecindad con Estados Unidos y lo avanzado en materia de integración en virtud del T-MEC, el presidente López Obrador parece haber encontrado un ángulo que lo lleva a proponer a Estados Unidos y Canadá, una nueva relación con América Latina que la insertaría en una estrategia global que daría a Estados Unidos seguridades e influiría en el crecimiento económico de la región y contribuirá a solucionar graves problemas entre ellos la disminución de la pobreza y la regularización de la emigración.
La innovación de López Obrador tiene el aliento de ser una propuesta latinoamericana. Por su cuenta, sin ese valor agregado que es fundamental, Estados Unidos, lo intentó dos veces, en la década de los sesenta cuando Kennedy concibió la Alianza para el Progreso y en 1994 cuando se propuso la Alianza de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Ambos empeños se frustraron, entre otras cosas por los perfiles imperiales, por los alientos confrontacionales y por la exclusión de Cuba, un factor de la política latinoamericana que no puede ser subestimado, y sobre la cual persiste el bloqueo.
El hecho de que Cuba, como también lo hace Venezuela, trabajen por normalizar sus relaciones con los Estados Unidos, favorece la iniciativa de AMLO que expuso la idea en La Habana ante el presidente Miguel Diaz-Canel quien no la rechazó. El camino es largo, y la meta difícil pero no imposible. Allá nos vemos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *