Paradigmas equivocados

PARADIGMAS EQUIVOCADOS

Jorge Gómez Barata

Ante la COVID-19, los gobiernos de Xi Jinping, Donald Trump, Angela
Merkel, Pedro Sánchez, López Obrador, Vladimir Putin, Díaz-Canel y
otros echan mano a todos los recursos de que disponen, incluyendo
medidas extremas. Entre las mejores herramientas figuran los
respectivos sistemas de salud, la clase médica, los establecimientos
científicos, los niveles de gobernabilidad y cohesión social, así como
el dinero del cual, excepto Cuba todos disponen.

Estados Unidos aprobó un paquete de 2,2 billones de dólares, España
asignó 200,000 millones de euros, China 640 millones de dólares y
Alemania 156.000 millones de euros.
En todos los casos, los modos de administrar la crisis se relacionan
con recursos médicos, especialmente con la atención primaria, las
posibilidades de diagnóstico y las capacidades hospitalarias, todo lo
cual no depende solo de la solvencia económica, sino de la
arquitectura del sistema sanitario y de la concepción que se tenga del
papel del estado en el aseguramiento de esa esfera. Estados Unidos con
la mayor economía del planeta, posee un sistema de salud obviamente
deficiente.

El sector privado estadounidense que es extraordinariamente exitoso,
no solo en los sectores productivos, sino también en esferas sociales
y culturales decisivas, fracasa en las áreas de salud, cosa que quizás
obedezca a profundas y sutiles deformaciones estructurales.

Tal vez se trata de una confusión de paradigmas que no ha permitido
establecer que por su naturaleza intrínsecamente humana, los servicios
de salud, aun cuando se admita participación privada, no pueden ser
gestionados con criterios exclusivamente mercantiles ni regidos por
empresarios privados. Tal vez en este campo debería prevalecer el
axioma de que: “Al César lo que es del César y a Dios lo que de Dios
es”.

En materia de salud Estados Unidos lo tiene todo: excelentes médicos y
científicos, hospitales y clínicas privadas y públicas de máximo
nivel, las mejores escuelas de medicina, tecnología médica de primer
mundo, los medicamentos más avanzados, higiene ambiental estelar y
programas bien concebidos como Medicare y Obamacare… ¿Qué les falta?

Lamentablemente, en aquel país la medicina es un incoherente universo
formado por prácticas privadas, grandes corporaciones que deciden
políticas que debiera asumir el estado. La pandemia de coronavirus ha
revelado lo que muchos sabían, el sistema de salud estadounidense es
inoperante porque el estado es omiso. Los gobiernos de turno, como
ocurre ahora, miran para otro lado o se desconciertan.

Resulta evidente que sin un sistema estructurado, las ventajas
tecnológicas y las aplicaciones científicas no bastan porque lo que
está en juego es la felicidad y la vida de quienes demandan tales
servicios.

Tal vez un concepto mejor formulado del papel del estado en la lucha
por el bien común y la voluntad política que en otros tiempos,
exhibieron Roosevelt en los años treinta, y Obama en 2008, existan
mejores oportunidades para todos.

No se trata de que quienes, ejercen el poder, las comunidades médicas
y científicas, así como los empresariales no quieran lo mejor para su
país, sino de una filosofía tan equivocada como profundamente
arraigada que será muy difícil remover, aunque puede ser gradualmente
ajustada. Bill Clinton y Obama lo intentaron y tal vez, cuando pase la
pandemia, los sobrevivientes hayan aprendido la lección. Allá nos
vemos.

virus, por Jorge Gómez Barata

La pandemia del coronavirus que, con epicentro en la ciudad china de
Wuhan que, en menos de 100 días se propagó por el mundo con efectos
devastadores para la salud, la vida, la economía, el deporte la
cultura, el turismo, la industria del espectáculo, incluso los estilos
de vida, no es una sorpresa ni un enigma, sino una evidencia de los
límites de la ciencia y de defectuosas políticas sanitarias a escala
global.

Aunque probablemente hayan existido desde siempre y se han establecido
rastros que datan de hasta 10.000 años atrás, el descubrimiento de los
virus tuvo que esperar a la invención y desarrollo del microscopio
cuya versión más eficaz apareció alrededor de 1877. En el siglo XX se
introdujeron mejoras en la óptica que permitieron llegar al
microscopio electrónico que logró aumentos de hasta 100. 000 veces.

La existencia de los virus fue descubierta en 1892 por el científico
ruso Dmitri Ivanovsky quien los detectó sobre hongos en las hojas de
tabaco. Al descubrir que crecían en el interior de las bacterias se
les denominó bacteriófagos. Los virus son parásitos que solo se
reproducen en el interior de las células y difícilmente sobreviven
fuera de ellas.

La palabra “virus”, que significa veneno, circula desde finales del
siglo XIX e identifica a organismos ultramicroscópicos. Los miles de
virus existentes son causantes de numerosas enfermedades que afectan a
todas las formas de vida. Algunas dolencias virales son antiguas,
masivas y recurrentes como la gripe (catarro), rabia, fiebres,
varicela, sarampión, poliomielitis, fiebre amarilla, dengue y otras.
Alguno de los más letales como el VIH, el Ébola, MERS (síndrome
respiratorio de Oriente Medio), H1N1, son devastadores y de reciente
surgimiento.

Los virus más pequeños tienen forma de icosaedros (polígonos de 20
lados), miden entre 18 y 20 nanómetros de ancho (1 nanómetro = 1
millonésima parte de 1 milímetro). Al carecer de recursos para su auto
reproducción, los obtienen de las células en las cuales se hospedan.
Una única partícula viral puede originar una progenie de miles que se
propagan por vía oral-fecal, la picadura de insectos y el contacto
entre enfermos, incluidas las relaciones sexuales y la actividad
social. El responsable de la actual pandemia, lo hace por vía
respiratoria, mediante las gotículas emitidas al hablar, toser,
estornudar, bostezar y al reír.

Las infecciones virales se prevén y se contrarrestan mediante vacunas,
tratamientos y estilos de vida. Las vacunas son medicamentos que
refuerzan las defensas creando inmunidad duradera contra alguna
enfermedad. Según se afirma, las vacunas le «enseñan» al cuerpo cómo
defenderse cuando son atacados por virus o bacterias.

La primera vacuna fue descubierta por el médico rural inglés Edgard
Jenner en 1796 quien observó que las ordeñadoras se contagiaban con
una especie de viruela presente en las vacas, pero que luego no
contraían viruela humana. El avispado médico tomó una muestra de la
lesión de una granjera, elaboró un preparado que inyectó a un niño. La
criatura enfermó, pero a las 48 horas se recuperó totalmente y,
entonces, quedó inmunizado ante la viruela humana. El procedimiento
fue perfeccionado en 1881 por Louis Pasteur que la denomino vacuna,
palabra relativa a las vacas en homenaje al precursor.

Las vacunas exponen al sistema inmunológico a cantidades pequeñas del
virus o bacterias en cuestión, lo cual prepara a las defensas
naturales para reconocer y contrarrestar la infección.

En el tratamiento de las enfermedades generadas por los más agresivos
coronavirus son los interferones, proteínas segregadas por las células
anfitrionas como respuesta a la presencia de diversos patógenos, entre
ellos los virus.

Según se describe en la literatura médica, al ser infectadas por algún
virus, las células producen interferones que activan las defensas
antivirales en células cercanas a la atacada. Los interferones son
antivirales naturales. El termino interferón proviene de la capacidad
de “interferir” e impedir o atenuar la replicación viral.

Los descubrimientos que permitieron sintetizar y reproducir
industrialmente las estructuras de los interferones fueron realizados
hace más de cincuenta años por científicos europeos, lo cual permitió
su producción y utilización terapéutica. El medicamento llegó a Cuba
de la mano de Fidel Castro y hoy forma parte de las herramientas en la
lucha contra la pandemia COVID-19.

Se trata de una apasionante historia de liderazgo y humanismo que
luego les cuento. Allá nos vemos.

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