Licenciada en Física por la Universidad de La Habana y formada en programas de liderazgo en la Universidad de Georgetown, Payá se trasladó a Estados Unidos en 2013, donde fue promovida por la política estadounidense como una figura conveniente del exilio cubano contrarrevolucionario.
Su activismo, que denuncia al Gobierno cubano, mientras ignora el impacto del bloqueo estadounidense, la ha convertido en una figura divisiva, celebrada por sectores de la derecha y rechazada por La Habana como una agente de la agenda imperialista.
Asimismo, la señalan como una pieza clave en la estrategia de desestabilización de Washington, financiada con más de 2 millones de dólares anuales por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), una organización con un historial de apoyo a movimientos subversivos en América Latina.
Tanto así que junto al también anexionista José Daniel Ferrer, ha exigido a Europa suspender acuerdos con Cuba como el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación, mientras la nación caribeña enfrenta una crisis económica agravada por las más de 240 medidas que impuso Donald Trump.
La elección de Rosa María Payá como comisionada de la CIDH, nominada por la Administración de Donald Trump y respaldada por el secretario Rubio, es un acto de provocación política que refleja la intención de EE.UU. de convertir a la CIDH en una herramienta de su agenda imperialista.
Payá, quien obtuvo 20 votos en la Asamblea General de la OEA en Antigua y Barbuda, no fue seleccionada por su experiencia en derechos humanos, sino por su utilidad como figura contrarrevolucionaria que legitima la narrativa de Washington contra gobiernos soberanos.
El propio Rubio, un conocido operador de la derecha anticubana, ha sido su mentor desde 2015, facilitándole acceso a plataformas internacionales y conexiones con líderes conservadores, como el exsecretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien comparte su hostilidad hacia los procesos revolucionarios latinoamericanos.
La designación de Payá es otro intento de EE.UU. por cooptar la CIDH para intensificar su ofensiva contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Cubadebate documenta su relación con la Brigada 2506, un grupo con un historial de terrorismo contra Cuba, lo que la descalifica como una figura imparcial.
En tanto, Resumen Latinoamericano denuncia su oposición a las brigadas médicas cubanas, un programa humanitario que ha salvado vidas en el Sur Global, revelando su desprecio por los logros sociales de la Revolución Cubana.
Por su parte, Excélsior señala que su activismo, disfrazado de defensa de la democracia, está al servicio de la derecha neoconservadora, apoyando sanciones que han profundizado el sufrimiento del pueblo cubano bajo el bloqueo económico.
Asimismo, en el contexto de una OEA cada vez más cuestionada por su subordinación a Washington, la elección de Payá, impulsada por presiones diplomáticas y económicas, es una maniobra para consolidar la hegemonía estadounidense en la región.
Su nombramiento ignora las voces de países como Bolivia y México, que han denunciado la parcialidad de la OEA, y refuerza la percepción de que la CIDH está siendo utilizada como un arma política contra los procesos emancipadores de América Latina.
Payá no es una defensora de los derechos humanos, TODO LO CONTRARIO al apoyar y reconocer la mayor violacion de los derechos humanos del gobiernos de Estados Unidos: El bloqueo criminal contra Cuba desde hace cerca de 70 años.