MOVILIDAD SOCIAL
Algunas ideas que inspiraron el socialismo del siglo XX no se confirmaron. Entre otras aquellas que sostuvieron que la confrontación entre las grandes clases sociales del capitalismo, burguesía y proletariado, daría lugar a sociedades sin clases.
Dicha tesis no tuvo en cuenta el fenómeno de la movilidad social, entronizado cuando fueron sobrepasadas las sociedades de castas, en las cuales las personas pertenecían por siempre a los mismos estratos sociales. El ciervo jamás se emancipaba, y los nacidos nobles conservaban la condición aunque carecieran de fortuna. El capitalismo lo cambio todo, quien pierde la fortuna, pierde el status. El rico se transforma en pobre y viceversa.
Por otra parte, entre lo que solía llamarse la clase burguesa y el proletariado, existe una intrincada madeja de estamentos, grupos, categorías sociales, y estratos de consumo que invalidan las simplificaciones. Tales fenómenos se apoyan en el credo liberal, que teóricamente consagra los mismos derechos y oportunidades para todos.
Estos factores favorecen las aspiraciones de ascender en la escala social, que deriva hacia un tipo de competencia que matiza considerablemente la lucha de clases. La mayor aspiración de los pobres es proveer de instrucción a sus hijos para mejorar sus oportunidades, y evitar que sean como ellos. Una sociedad es más solvente cuando cada generación es económicamente más exitosa que la anterior.
Cuando un “sin tierra” obtenga una parcela, actuará como propietario. Lo mismo ocurre con el desempleado que consigue trabajo, y el día después reclama como asalariado. El pobre que asciende a la clase media, pensará y actuará como tal. Descontando las excepciones, las personas piensan como viven y no al revés.
Tales hechos, consustanciales con la práctica social, no constituyen problemas cuando las vanguardias políticas y sus ideólogos disponen de suficientes ideas, proyectos, y conceptos para dialogar con todas las categorías de la población, y el sistema político es capaz de integrarlas para formar proyectos nacionales basados en metas y aspiraciones compartidas, que promueven grandes consensos.
En la América Latina de hoy, el objetivo de la vieja izquierda de alcanzar el poder para expropiar a la burguesía y hacerla desaparecer como clase, está trascendido. Ningún proyecto político puede construir su base social apelando a un solo estamento y, difícilmente, alguna entidad se consolide sin establecer alianzas.
La experiencia de la Unión Soviética y de los países socialistas enseñó que el hecho de progresar y disponer de más bienes no hizo a las personas más socialistas. También ocurrió que una población más culta se hizo más crítica y exigente hasta el punto de emplazar a quienes antes los condujeron.
En torno al resultado de las elecciones presidenciales en Argentina, he escuchado a analistas atribuirlo a que las personas rescatadas de la pobreza por el kirchnerismo, ahora lo castigan, porque debido a la contracción económica, no puede satisfacer sus aspiraciones inmediatas.
Respeto tal punto de vista pero si así fuera la izquierda gobernaría en todo el mundo. En Argentina ni en ninguna parte, la derecha neoliberal dio mejores oportunidades al pueblo, incluyendo a las clases medias y diversos estamentos de la burguesía nacional. Allá nos vemos.
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