Las fuerzas estadounidenses se están concentrando alrededor de Venezuela en una escala que va mucho más allá de las operaciones antinarcóticos, informa el Washington Examiner.
Trascendió en un medio estadounidense que el Pentágono envió antes de que culminara la pasada semana, una nota declarando que Estados Unidos de América está inmerso en un “conflicto armado no internacional” contra los cárteles de la droga, que como se recordará, han sido calificados por el principal inquilino de la Casa Blanca como “organizaciones terroristas” y su miembros “combatientes ilegales”.
Esta declaración no debe ni puede pasar desapercibida porque además coincide en tiempo, con refuerzos agresivos en el terreno mediático.
La disposición de supuesta naturaleza “burocrática” de Trump, encaja en la perfidia de esta “NO” guerra internacional, este evento de “NO” invasión a un país independiente que está montando el Pentágono, originalmente compulsado por Mr. Rubio.
Por otro lado, establecer que EEUU está en “conflicto armado no internacional” según expertos en estos asuntos, le deja un resquicio a la Casa Blanca para hacer lo que está haciendo, incluso un golpe “quirúrgico” en la profundidad del territorio venezolano.
Según la constitución estadounidense, en su artículo 1/ Sección 8, solo el Congreso tiene el poder exclusivo de declarar la guerra. Este precepto se fortaleció en 1973 a través de otra normativa legislativa, la llamada Resolución de Poderes de Guerra (War Powers Resolution) que establece que las fuerzas armadas estadounidense no pueden permanecer en combate fuera del país más de 60 días, prorrogables 30 días para gestionar su retirada.
Obvia decir que estas disposiciones constitucionales han sido violadas por la Casa Blanca varias veces, sin mayores consecuencias. Así fue por ejemplo en la ocasión en que Clinton bombardeó Kosovo, y algo parecido hizo Obama contra Libia. La última vez fue justamente el propio Trump cuando en junio pasado, hizo como que atacaba el inexistente plan de armamento nuclear persa.
Lo cierto es que la guerra emprendida contra Venezuela está generando resistencia y cuestionamientos dentro de EEUU, incluido el despliegue de los Piratas del Caribe 2.0, es decir el dispositivo anclado o merodeando Puerto Rico y zonas cercanas a Panamá.
Especial rechazo provoca por cierto el aniquilamiento de supuestos narcos antes de prestar declaraciones, que supuestamente operaban 5 o 6 narco lanchas. Demasiados supuestos que no pueden encubrir el asesinato extrajudicial de personas, en franca violación de las leyes estadounidenses, universales y probablemente las celestiales.
Se reiteran declaraciones en el Capitolio de Washington, contrarias a estos asesinatos y a los planes bélicos de Mr. Rubio y también en otros espacios de la opinión publica del país, suficientemente abrumada por el deterioro de varios indicadores socio económicos o el genocidio en Gaza, degradando un pretendido consenso social, siempre pertinente y útil, para desarrollar cualquier aventura bélica.
Consecuentemente, destaca por su oportunidad y vehemencia, la denuncia épica del presidente Petro en el estrado de la Asamblea General de las NNUU, quien en efecto califica de crimen alevoso los famosos ataques a pequeñas lanchas de propósito, origen y destino desconocido.
Y la opinión más sensible, la que debería generar mayor preocupación en el mando estadounidense, es el rechazo de no menos del 90% de los venezolanos a que su país sea invadido.
Por todo lo anterior, los estrategas imperiales se percatan que no es suficiente que Mr. Rubio diga que los chavistas son narcos terroristas, por lo que es pertinente reforzar la parte mediática de esta guerra, hasta ahora no convencional.
Subyaciendo en todo esta historia con final incierto, es el propio modo en que está funcionando el gobierno estadounidense, en virtud del cual si algo no está en la TV, y consecuentemente en las redes sociales, no existe.
Por ejemplo, el Jefe Trump no parece concebir ninguna idea que no lleve implícito un nivel de despliegue publicitario, convirtiendo el famoso despacho oval de la Casa Blanca en una suerte de set televisivo. No importa mucho que termine develando intenciones, o que actúe en modo sincericidio.
Así las cosas, la acción mediática imperial va desde el momento en que el mandatario estadounidense ofrece una respuesta seudo enigmática, “ya veremos” dice cuando le preguntan sobre los próximos pasos que dará respecto a Venezuela, hasta afirmaciones delirantes de Mr. Rubio, o de los congresistas promovidos por la mafia cubano americana, entretenidos en postear imágenes sobre medios bélicos desplegados contra los bolivarianos.
Y para reforzar este corretaje, aparece el inefable The Washington Examiner, con una conocida trayectoria a favor de las formas más radicales de expresarse la derecha imperial. Con un potente despliegue publicitario y replique en redes sociales digitales, el Examiner muestra detalles del dispositivo aeronaval, al parecer en fase de ultimar detalles, para proceder a algún tipo de invasión a tierra venezolana.
La agresión se intenta dar por hecho, sujeto a un “mero trámite”. En otras palabras, ya está en camino la operación para naturalizarla. Para ello se suman expertos de ocasión, en son de guerra psicológica, que vaticinan una inminente derrota de la Revolución bolivariana porque si, por puro voluntarismo.
Y para el que le quede dudas, el Jefe Trump en persona sugirió, frente a disciplinados marines que celebraban el 250 aniversario de la Armada, en la Estación Naval de Norfolk, Virginia, que como ya “no quedan narco barcos en el Caribe”, podrían trasladar “las operaciones anti narcóticos del mar a la tierra”, sin especificar a cual.
Mientras, en el mundo real es noticia la denuncia de las autoridades venezolanas, sobre la incursión de aviones artillados estadounidenses cerca de sus costas y el mandatario Maduro anuncia que elevaran esta situación a la ONU, no importa que a Mr. Rubio no le interese lo que desde allí se diga.
Como no podía ser de otra forma, el gobierno cubano reitera su solidaridad con Caracas, desmintiendo una pérfida campañita de los sospechosos habituales, es decir el clúster contrarrevolucionario, que especularon sobre la calidad de ese apoyo. Advierte el canciller cubano que «se gesta un pretexto para una acción militar contra Venezuela».
Pero Trump, el presidente hombre tv y su equipo, enfrentan un problema francamente más grave en la medida que resulta complicado concentrar todas las baterías mediáticas en un solo tema, el venezolano por caso.
En medio del auténtico torbellino que se está viviendo en el resto del mundo, más allá de Washignton, parece hasta absurdo esta película anti venezolana, no solo por las patéticas justificaciones para invadir a un país de Nuestra América, sino porque en este minuto el jefe Trump tiene varios frentes abiertos, algunos totalmente bélicos.
Guerra en Ucrania sin viso de solución, la misma que Trump terminaría en 15 días, menos si se trata una vez más de acorralar a Rusia; Plan de paz para Gaza, de difícil pronóstico, para usar un lenguaje diplomático, porque es fácil deslumbrar la costura pro israelí de la propuesta; o peor, el propio despliegue de fuerzas militares estadounidenses en territorio estadounidense.
Y la gota que puede derramar el vaso, el cierre financiero del gobierno federal, con un sin número de consecuencias, solo mencionar las hecha públicas como el no pagar salario a cientos de miles de empleados públicos, no está claro si incluye por cierto a los que integran los Piratas del Caribe 2.0, servicios sociales cerrados y lo que puede ser otra bomba de tiempo de efecto acumulativo, masivos despidos.
Tal vez, solo quizás, Trump le diga a Mr. Rubio, lo siento pero Maduro debe esperar, tenemos bastantes líos internos y externos de mayor prioridad. En caso no sea así, Venezuela esta visiblemente preparada para cualquier variante, al invasor los espera la espada de Bolívar, la misma que “recorre” la América Latina, como reza ese popular canto.