Fascismo, nazismo y sionismo

Todos los fascistas y los nazis son conservadores, reaccionarios y contrarrevolucionarios. A la inversa no ocurre lo mismo. La diferencia del fascismo y el nazismo con las demás ideologías y corrientes políticas radica en que tratan de abrirse paso violentamente, no reconocen la pluralidad, el disenso ni la competencia política y, para lograr sus objetivos, se proponen aplastar y suprimir a sus adversarios, acudiendo a la violencia y la guerra, incluso al exterminio.
El fascismo es una ideología y el nazismo una práctica política que, carentes de sostén institucional y/o doctrinario, en los años cuarenta del siglo XX, se sostuvieron, se identificaron, se complementaron y se asociaron, al punto que, todavía hoy se les confunde. En aquella época se les sumaron movimientos nacionalistas extremistas.
El fascismo desconoce los derechos humanos y la independencia de las naciones y la democracia. Sostiene criterios racistas y xenófobos que alimentan la idea de la superioridad de la raza blanca y de los pueblos elegidos; practica a escala global el exclusivismo, el racismo y la xenofobia. Ese credo justificó el antisemitismo que, llevado al extremo, dio lugar al holocausto del pueblo judío.
El origen del fascismo como ideología y corriente política se asoció con el fin de la Primera Guerra Mundial, es considerado una reacción ante la revolución bolchevique y, paradójicamente ante el auge de la democracia liberal que, según la visión autoritaria, es síntoma de debilidad, lo cual, para las fuerzas más reaccionarias y anticomunistas, justificó el establecimiento en Italia de la dictadura encabezada por Benito Mussolini y el Partido Nacional Fascista que en los años treinta del siglo XX hizo causa común con Hitler y Franco los tres jinetes del apocalipsis nazi fascista.
En 1939 la Italia fascista y la Alemania nazi firmaron el Pacto de Acero. Aquel mismo año con la invasión a Polonia, comenzó la II Guerra Mundial. En 1940 se sumó Japón que a aquellas ideologías tóxicas añadió el militarismo, dando forma al eje Roma-Berlín-Tokio.
El resto de la historia de crímenes e infamias de aquel “parto de los montes”, incluida la ocupación de unos 50 países, sumados el holocausto  judío y el bombardeo atómico, es la mayor tragedia experimentada por la humanidad en toda la historia, saldada con no menos de 100 millones de muertos.
Contradictoriamente, aquellos trágicos eventos, constituyeron premisas para formidables avances civilizatorios, entre ellos la descolonización afroasiática, la creación de un modelo político internacional con base en la ONU, la consolidación del socialismo a escala mundial y la codificación del derecho internacional, ahora requerido de reformas y trágicamente en peligro.
Debido a sus enfoques ultra conservadores de los valores nacionales, chovinistas y anticomunistas, la ideología fascista arraigó profundamente en la sociedad italiana, incluidas las clases populares, la intelectualidad y las poderosas élites económicamente dominantes. La idea de la superioridad racial y la xenofobia nutrió a su ideología. Para los marxistas el fascismo constituía la última fase del capitalismo. 
A diferencia del fascismo y el nazismo, el sionismo concierne sólo a los judíos. Toma su nombre de los templos de Sion y se originó en el siglo XIX reforzándose con la prédica y la actividad organizativa de Theodor Herzl que, convirtió la aspiración de constituir un estado judío en programa político, abrazado por la Organización Sionista Mundial y su obra El Estado judío,
Basado en el relato bíblico, en momentos en que el ancestral sufrimiento del pueblo judío, coronado por el holocausto creo una coyuntura política y humanitaria sumamente favorable, en la cual Gran Bretaña que, contra la opinión de los árabes, cedió para ello una parte de Palestina donde, por acuerdo de la Asamblea General de la ONU, en 1949 se creó el Estado de Israel.
Con el sionismo ha ocurrido lo que con otras ideologías que tienen un origen históricamente justificado y luego degeneran y lo que era una alternativa positiva se transforma en un movimiento retrógrado y la vanguardia en camarilla.
En 1948 la mayoría de los judíos eran sionistas porque aprobaban la idea del estado propio, lo cual, para muchas personas era una aspiración justa. No obstante, alcanzada esa meta, aquella ideología  ha mutado. A los sionistas contemporáneos no les ha bastado con disfrutar de un estado propio, sino que se plantean la expansión mediante la expulsión de los árabes de Palestina, la ocupación de otros territorios y una limpieza étnica que no se detiene ante el exterminio.
Aunque el término fascista se ha convertido en una especie de comodín aplicada a partidos, organizaciones y políticos ultraconservadores, que, si bien pueden ser violentos, difícilmente puedan promover políticas abiertamente fascistas.
A la pregunta de si: ¿Regresará el fascismo? A nivel internacional mi respuesta es no. A escala de Europa es inviable, imposible en Estados Unidos y muy poco probable en América Latina. El fascismo supone políticas de exterminio, la xenofobia convertida en misión de estado y limpiezas étnicas.
Aunque no son imposibles, en los países que poseen modelos políticos regidos por la democracia liberal y los estados de derecho, en los cuales se admite el pluralismo político, que son la inmensa mayoría, aunque los haya ultra reaccionarios, difícilmente puedan operar partidos u organizaciones abiertamente fascistas.
No obstante, por las probabilidades, suscribo el llamado de Julius Fucik: “Hombres estad alerta. El fascismo acecha”. Allá nos vemos.

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