Está probado que el éxito de los Estados Unidos como país y nación, aquello que lo convirtió en el fenómeno geopolítico, económico y social más relevante de la era moderna, fue la solidez, eficiencia y respetabilidad de sus instituciones políticas y jurídicas, incluidas las académicas, culturales y la prensa, las cuales confieren vigencia y estabilidad al sistema.
Contradictoriamente, en ese país, se ha llegado a un punto en el cual la corriente política gobernante, abierta y rudamente prescinde, desestima, condiciona y, en ocasiones, maltrata a las instituciones. Según el diario El País de España, en sus primeros meses en el poder, el presidente Trump: “…Ha demostrado que no quiere ni necesita al Congreso para alcanzar sus objetivos.
En ese plazo -agregó- el actual presidente: “Ha emitido casi 10 veces más decretos que la suma de los cinco primeros presidentes y más que 15 presidentes juntos. Según el texto, Trump realiza “Un ejercicio del poder en estado puro”.
Ello ha conllevado que ciudadanos, empresas, así como instancias jurídicas hayan puesto en duda la pertinencia y la constitucionalidad de las medidas. Por esos motivos existen otros récords como son la intervención de los jueces federales y la existencia de más de 200 demandas radicadas en las cortes.
El ataque a Harvard es como un misil disparado por debajo de la línea de flotación al sistema político estadounidense y a las doctrinas que lo inspiran y lo sostienen. Las universidades, especialmente las integrantes de la Ivy League, entre otras, Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Princeton y Yale, que forman parte del ranking de las 20 mejores del mundo y son expresión de la excelencia académica.
En las casi cinco mil universidades y otras instituciones de educación superior de los Estados Unidos se preparan casi 20 millones de estudiantes, más de un millón de los cuales son extranjeros de cerca de 200 países.
La mitad de los extranjeros que acceden a esas casas de estudio son estudiantes de posgrado que llegan a Estados Unidos para completar su formación superior, defender tesis de grado y alcanzar maestrías y doctorados. Algunos matriculan asignaturas específicas, y no pocos se interesan en realizar prácticas para completar sus carreras.
No faltan los interesados en perfeccionar sus conocimientos sobre la sociedad estadounidense, incluidas las técnicas gerenciales y la administración de negocios, así como el arte y la cultura, especialmente el cine, la música y la literatura, así como la gestión de sus instituciones culturales, incluidas bibliotecas y museos y percibir en la práctica el funcionamiento de sus corporaciones y empresas.
Aunque existen excepciones, los extranjeros inscritos en las universidades de Estados Unidos forman parte de las élites intelectuales y sociales de sus países, influyentes, en todos los campos, entre ellos la política. Algunos estados, empresas e instituciones privadas del mundo ofrecen becas y apoyo financieros a jóvenes, científicos y emprendedores para cursar estudios en instituciones educativas de Estados Unidos.
Mediante diversos mecanismos de selección, el propio gobierno estadounidense y muchas de sus instituciones privadas y públicas ofrecen becas y ayudas para cursar estudios universitarios o prácticas específicas mediante seminarios, eventos y entrenamientos.
Durante la Guerra Fría y como parte de confrontaciones con determinados países, instituciones gubernamentales norteamericanas como la USAID han organizado estudios sobre asuntos desaprobados por los gobiernos cuyos ciudadanos han sido convocados.
Entre los países de procedencia de los estudiantes internacionales en Estados Unidos los asiáticos son unos 800.000, encabezados por India con más de 300.000 y China que supera los 200.000. Los latinoamericanos son unos 60.000 y los africanos 55.000.
Los gobiernos e instituciones estadounidenses no tienen reparos en reconocer que aceptar y contribuir a la formación superior de estudiantes extranjeros, es un eficaz mecanismo para promover en todo el mundo, especialmente en el Tercer Mundo y en los países emergentes, sobre todo entre elementos de las clases medias y de las élites, los valores de la cultura y la sociedad norteamericana.
Como para muestra basta con un botón, tres ex presidentes, una docena de secretarios de estado (ministros) y otros 1.200 mexicanos han egresado de Harvard.
Las universidades no son el único blanco de las élites políticas estadounidenses que tratan de realizar sus políticas y beneficiarse con el debilitamiento de las instituciones, entre ellas la Constitución, el Congreso, el poder judicial, la separación de poderes, la prensa y otras. Si ellas zozobran, habrá regresado el macartismo y prevalecido la extrema derecha que amenaza con desaparecer a los Estados Unidos, tal como se conocieron desde su fundación.
Al socavar la separación de poderes, marginar al Congreso, desconocer a los tribunales, mediatizar la actividad de la prensa y modificar la Constitución, Trump crea una peculiar situación en la cual, Estados Unidos confronta a los Estados Unidos. Alla nos vemos.
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*La Ivy League, se oficializó en 1954 cuando fue creada la Asociación Nacional de Atletas Colegiados NCAA de la cual formaron parte las universidades Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Princeton y Yale. Por extensión el término se usa para referirse a las más prestigiosas universidades.