ESPACIOS Y ESCALAS DE LA NORMALIZACIÓN
La idea de que existen estados que en todo momento y en cualquier circunstancia pueden representar la totalidad de los intereses de la población, así como de las instituciones privadas y públicas, ha sido trascendida. En todas partes, además de los macro intereses estatales y gubernamentales, existen los de grandes y pequeñas instituciones públicas y privadas, entidades del sector público y no estatal, y los individuos.
Aunque se trata de procesos que le conciernen en su totalidad y los gobiernos conducen por canales diplomáticos, considerar la normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos como un asunto exclusivamente gubernamental es reduccionista. Es también erróneo creer que todo puede ser escrupulosamente planificado y conducido centralmente, cuando se trata de un universo en el cual las sociedades y los individuos no solo participan, sino que son protagonistas.
En Cuba, donde las instituciones involucradas en estos procesos, como son las organizaciones políticas y sociales, medios de difusión masiva, empresas, universidades, centros de investigación, entidades culturales y científicas; son gubernamentales u oficiales, la centralización puede privar al proceso de la riqueza que la iniciativa social, privada, e individual pueden aportar.
En este asunto es preciso comprender que, del mismo modo que el distanciamiento y el aislamiento provocados por el bloqueo ha perjudicado a toda la sociedad y a sus instituciones, también la apertura y el acercamiento deben incluir su participación, sin los obstáculos, las demoras, y los condicionamientos no justificados que los excesos de centralización implican.
No se trata sólo de considerar viable la interacción de los representantes del sector no estatal de la economía que emerge en la Isla, especialmente pequeños y medianos empresarios y cooperativas con socios privados o institucionales extranjeros, especialmente norteamericanos y cubanoamericanos; sino de hacer extensiva esta posibilidad a las instituciones de subordinación estatal.
Abrir el juego y permitir que la iniciativa y los intereses sectoriales, institucionales y populares se expresen, significa asumir riesgos, pero cerrar esa posibilidad puede conllevar a la pérdida de oportunidades, a la vez que dotar a algunas instancias estatales de prerrogativas desmesuradas, en detrimento de la independencia de otras.
Los cambios en marcha son de tal amplitud que resulta imposible que ningún grupo de personas, por calificadas y diligentes que sean, puedan abarcarlos completamente, incluso intentar hacerlo los sobrecargaría, impidiéndole ocuparse de los asuntos más esenciales y profundos, como es conducir estratégicamente el proceso en su conjunto.
La alerta sobre los riesgos del exceso de centralización es pertinente debido a los funestos resultados que en el pasado acarreó en otros países socialistas, que al intentar controlarlo todo y conducirlo con arreglo a los criterios de reducidos grupos de personas, terminaron siendo ineficaces, y concitaron el rechazo de aquellos a quienes debieron dirigir y orientar de otra manera.
La normalización no alude solamente a la solución de los grandes conflictos nacionales y gubernamentales, y no termina con la aproximación entre los gobiernos, sino que necesita el acercamiento y la interacción positiva entre las instituciones homólogas, o como también se dice de “pueblo a pueblo”.
Si las acciones de cada universidad, empresa, pública o privada, institución científica o cultural, cada medio de prensa, canal de televisión, emisora de radio o cooperativa, y finalmente cada persona, son sometidas a mecanismos que aprueban o desaprueban sus acciones, puede castrar un proceso cuyo éxito depende también de las iniciativas y la creatividad que la participación aporta. Las experiencias al respecto están disponibles. Allá nos vemos.
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