Razones más que suficientes y, sin dudas, de bien probada existencia –¿acaso sería posible que no fuese así?– para que varios Secretarios de Estado, entre ellos el recién nombrado por el recién electo presidente Joe Baden, reiteren que Venezuela constituye un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos.  

     Peligro que ha de ocasionar los submarinos con lanzaderas de misiles atómicos de la marina venezolana, cuyo número no cesa de crecer y ocultos en las silenciosas profundidades de la costa atlántica norte acechan como hambrientos tiburones metálicos. Además, decenas suman los escuadrones de pilotos entrenado en Rusia en los cazabombarderos Sukoi de última generación, capaces de transportar intercontinentalmente cargas nucleares a velocidades supersónicas y altitudes de 20,000 metros en vuelos que resultan invisibles para los radares enemigos. Por si fuera poco, aunque todavía el Pentágono no ha logrado ubicar fondeaderos para portaviones, se ha filtrado que Juan Guaidó, el único presidente real que en esa nación reconoce la Casa Blanca, pronto mostrará videos de al menos tres de esas poderosas fortalezas navales en sus madrigueras marítimas. 

      Y qué decir de las bases ultra secretas que las fotografias satelitales no fijan por lo enmascaradas que se hallan en túneles bajo la verde y lujuriante selva amazónica del sur del país, pero se saben con misiles portadores cada uno de una o más ojivas nucleares y capaces de cubrir distancias intercontinentales a velocidades de 20 Match, o sea, unos 25,000 kilómetros por hora, y con un poder destructivo más de mil veces superior a las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

     Peligros que acentúa la cercanía geográfica de Venezuela a Estados Unidos. Si bien la distancia de China y Corea del Norte es de alrededor 12 mil kilómetros, la de Irán unos11 mil y la de Rusia 9 mil, en este caso las orejas se le ven al lobo, pues al chavismo socialista bastaría solo un salto de menos de 3 mil kilómetros en línea recta a través de las islas del Mar Caribe para golpear La Florida en los cortos y bien madurados minutos del despegue del misil al cataclísmico golpe atómico.

     Alarmantes resultan también cierta investigaciones –aunque al parecer todavía no muy adelantadas– en guerra bactereológica y desarrollo de virus cibernéticos que a cabo se llevan en institutos tecnológicos controlados por militares. 

     Para colmo, tal parafernalia demoledora queda bajo jurisdicción de un llamado Equipo Especial Bolivariano de Ataque y Defensa (EB2AD en sus siglas en español, pues también aparecen en ruso, iraní, coreano y chino), formado por personal celosamente escogido por Nicolás Maduro y bajo el escrutinio de comisarios políticos cubanos que garantizan la perseverancia ideológicas de cada uno de sus integrantes. Equipo élite y super secreto que en las noches es dado a perder el tino en grandes libaciones de ron, vodka, whisky y hasta con puro alcohol de 90 grados, acompañadas a veces con sustancias prohibidas, de lo cual dio testimonio un patriota que Juan Guaidó logró infiltrar y que de tal satánico sitio luego escapó.

     Si no existieran hechos tan graves, ni en la mente más maledicente cabría que el flamante Secretario de Estado Antony Blinken, quien apenas se calzó los zapatos del cargo que le entregó Joe Baden –también  flamante en su altísima jerarquía y a la que bienvenido llegó porque gracias a Dios y a todos los Santos logró que de la Casa Blanca saliera esa maquinaria de ignorancia y egocéntricas ansias fascistoide que es Donald Trump–, iría a acusar de nuevo a un pequeño país caribeño que cuenta con las reservas de petróleo más grande del mundo y grandes e inexplotadas vetas de oro, con la misma retórica agresiva empleada por el loquesco antecesor presidencial.

     Nadie duda que EE.UU. no duerme en paz. Ha de hacerlo con uno de los ojos abierto. De ahí la existencia de 450 medidas coercitivas contra Venezuela, entre ellas privarle de al menos unos 30 mil millones de dólares constantes y sonantes de sus activos en el exterior, dinero que seguro iba a destinarse al terrorismo internacional, sobre todo al cubano, y a adquirir más submarinos,  cazabombaderos Sukoi, portaviones y misiles nucleares.

     La paz está gravemente amenazada, y no solo la de la región –¿o alguien puede dudarlo?–, por eso una pregunta para los ciegos, incrédulos, mal intencionados, ingenuos o trasnochados políticos de izquierda que anidan por América y Europa: ¿Han tenido o no razón los Presidentes, Secretarios de Estado y otros altos funcionarios republicanos y demócratas cuando una vez más, tal y como ahora lo hace Joe Biden, decretan que Venezuela es un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos? No se apresuren en responder. Tómensen su tiempo y sean sinceros: 

     —¿Tienen razones valideras? ¿Sí o no?

    Para Radio Miami escribió Nicolás Pérez Delgado