LA CULTURA POLÍTICA EN LA NUEVA ETAPA
El fin del socialismo real plantea la necesidad de trascender algunos conceptos y reinterpretar otros, al mismo tiempo, la actualización del modelo económico introduce ideas, prácticas, e innovaciones. Todo ello coincide con la inesperada distensión entre Cuba y los Estados Unidos. Tales procesos y su enorme impacto forman un escenario que hace imprescindibles importantes análisis y debates al interior de la sociedad y las instituciones cubanas.
Ante la intelectualidad, la academia, la militancia y los dirigentes cubanos, adaptados a circunstancias sobrepasadas, abocados a cambios trascendentales, obligados lidiar con nuevos actores y correlaciones, se presentan desafíos culturales e ideológicos que no pueden ser saldados con los conceptos de antaño. Para las tareas del momento y otras venideras, se necesitan otras herramientas.
Una manera pertinente de abordar la presente etapa, que encuentra expresiones en todas las esferas de la actividad social, es con los recursos de la cultura. Para que esa gestión avance al mismo ritmo que las mutaciones reales, se necesita de acciones que la propicien.
El hecho de que las transformaciones económicas, sociales e incluso políticas avancen más rápidamente que los cambios en la mentalidad de quienes deben conducirlos, comporta el riesgo de que los hechos sobrepasen a la vanguardia. Creer que los viejos conceptos sirven para entender y conducir las nuevas realidades es erróneo y confiar en la espontaneidad, es un peligro que la dirección política cubana no debería asumir.
El debate ideológico y político que está en marcha, se realiza en torno a nuevos contenidos y requerirá de esfuerzos, institucionales. La orientación de las masas y la militancia y la labor docente y propagandística a realizar requiere de un dinamismo que permita difundir muchos conocimientos, en poco tiempo y entre millones de personas.
En el campo de la cultura filosófica y política, y en los ámbitos de la economía política, de la sociología, por poner algunos ejemplos, se hacen necesarios esfuerzos particularmente urgentes, cosa que también reclaman ciertos postulados y contenidos históricos, y en materia de geopolítica.
Ese proceso alude a las masas, pero es particularmente necesario a nivel de los cuadros intermedios y superiores, a los que ahora no les basta con conocer los fundamentos del materialismo dialectico e histórico que, si bien pueden servir como herramientas metodológicas no sustituyen los saberes específicos.
Las instituciones políticas, estatales, académicas y culturales cubanas cuentan con el potencial humano, la organización, y los recursos materiales para asumir esas tareas. En ello la actividad de propaganda y la información veraz, equilibrada y matizada que puede ofrecer la prensa es vital. El presidente Raúl Castro no se da tregua en la insistencia de que es preciso cambiar la mentalidad.
Seguramente el presidente cubano entiende por cambiar la mentalidad no la resignada aceptación de nuevas realidades, sino la creación de capacidades ideológicas y políticas para comprender y conducir los procesos en marcha y otros que vendrán y asumir los debates sobre nuevos temas y problemas.
Todo ello, junto a la modernización de las instituciones sociales y políticas y los instrumentos del poder popular permitirá no sólo cambiar todo lo que deba ser cambiado, que no es poco, sino recrear el socialismo convirtiéndolo en un empeño innovador, prospero, sostenible e inequívocamente democrático, único modo de hacer viable el proyecto original. Ninguno de esos procesos puede ser dejado a la espontaneidad. Allá nos vemos.
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