CUANDO MUEREN LOS GENERALES
Las bajas (muertos, heridos y desaparecidos), militares y civiles, la destrucción de entornos urbanos, infraestructuras civiles, viviendas e instituciones privadas y públicas, incluso las instalaciones y los medios técnicos militares que forman parte del patrimonio nacional; así como incuantificables e intangibles sufrimientos y penas, son algunos de los indicadores de la intensidad de las guerras. Ninguna manipulación acerca de “ataques quirúrgicos” “fuego de precisión” u otros eufemismos pueden ocultar su crueldad.
En el servicio militar como oficial en academias y estados mayores, y en lecturas aprendí que en los ejércitos profesionales (en los cuales los ascensos no son prebendas) los generales son los oficiales de mando más competentes y respetados y, a pesar de su jerarquía, suelen ser cercanos a las tropas por lo cual no es extraño que en la guerra se expongan y mueran.
Según fuentes ucranianas cuya exactitud no he podido verificar, en un mes de guerra siete generales rusos han muerto en campaña (de los suyos no hablan). No importa si son muchos o pocos, eran activos de su país y personas dedicadas a una profesión honorable, a las que desquiciamientos políticos diversos, alentados por espurios intereses arrastraron a una confrontación que les ha costado la vida. La zaga humana deja es inmarcesible.
No obstante, la cifra puesta en circulación puede no ser exagerada. Conozco estudios reveladores que durante la II Guerra Mundial, en la cual sirvieron 3 363 generales alemanes de los cuales 136 cayeron en combate. En esa confrontación fue ultimado un comandante de Cuerpo de Ejército alemán cada tres meses y un jefe de división cada tres semanas.
Algunos generales de todos los bandos fueron hechos prisioneros, el más notorio fue Friedrich von Paulus, mariscal jefe del 6to Ejército alemán, derrotado y apresado en Stalingrado. Durante su cautiverio en la Unión Soviética, Paulus aconsejó la rendición porque, a su juicio, la guerra carecía de sentido y de moralidad y actuó como testigo en los Juicios de Núremberg. Liberado en 1953 vivió y trabajó en Alemania Oriental hasta la muerte en 1957.
Más dramático fue el final del general Erwin Rommel. Al descubrirse su involucramiento en el atentado a Hitler, el Alto Mando le ofreció como opciones: un juicio y la horca o el suicidio. Eligió la última.
Durante la capitulación ante los mandos occidentales y soviético se entregaron decenas de oficiales del más alto rango. Los más famosos fueron Alfred Jodl y Wilhelm Keitel, Karl Dönitz que firmaron la capitulación ante los mandos aliados y soviético. Algunos de ellos fueron condenados en los procesos de Núremberg.
LOS GENERALES SOVIÉTICOS
Ningún cuerpo de oficiales tiene más mérito que el de la Unión Soviética que participó en la Gran Guerra Patria. Inexplicablemente Stalin prestó oídos a los oportunistas que intrigaron contra ellos convirtiéndolos en víctimas de las purgas realizadas entre 1936 y 1938, precisamente en la antesala de la invasión nazi. Aunque las cifras difieren, está probado que más de doscientos generales y tres mariscales fueron arrestados, encarcelados y/o ejecutados.
De los 18 mariscales que lucharon en la Guerra Patria, tres: Tujachevski, Blücher y Yegórov fueron fusilados. Todos fueron reivindicados. No pocos generales rusos, ucranianos y bielorrusos y otros altos oficiales de todos los pueblos que integraban la Unión Soviética, salieron de las prisiones y los gulags para tomar el mando de divisiones y regimientos. La hija Konstantín Rokossovski, el más notorio de ellos, contó que en los años cincuenta preguntó a su padre: ¿Por qué siempre lleva una pistola? ¡Porque si algún día vuelven por mí, no me tomaran vivo!
No dispongo de un estudio completo de los generales soviéticos muertos en combate durante la II Guerra Mundial, seguramente son decenas. Con la mención de los cinco primeros caídos en acción los recuerdo y rindo homenaje a todos: Lev Dovator, Iván Panfilov, Nikolai Vatutin, Iván Lazarenko e Iván Zhernishezki. Como reza el título de una memoria: “Cayeron por la Patria.
Las guerras son aberraciones de la civilización, momentos de locura colectiva en los cuales los militares reciben licencia para matar y unos hombres pueden acabar con la vida de otros impunemente. Acudir a semejante recurso cuando hay otras fórmulas, es un injustificable acto de barbarie.
Es preciso lamentar la muerte de los civiles no beligerantes, así como de los combatientes de todos los bandos y de todos los rangos y alzar todas las voces para repudiar las guerras y a quienes las promuevan. La paz, declaró Mandela no es un camino, es el camino. No hay otro. Allá nos vemos.