“Cada vez que Estados Unidos está al borde de la grandeza, nos vemos envueltos en otra guerra extranjera. No habría bombas cayendo sobre el pueblo de Israel si Netanyahu no las hubiera lanzado primero sobre el pueblo de Irán. Israel es una nación con armas nucleares. Esta no es nuestra lucha. La paz es la respuesta”. Estas palabras fueron expresadas por Marjorie Taylor Green, representante federal por el estado de Georgia, en su sitio X, el sábado inmediatamente que ocurrió el bombardeo.
“Represento a la base y cuando estoy frustrada y molesta por el rumbo de las cosas, más vale que sea clara: la base no está contenta”. Comentó con énfasis.
“Unámonos y oremos por la seguridad de nuestras tropas y estadounidenses en Oriente Medio”, escribió Greene en X tras el anuncio de Trump y añadió:
“Oremos para que no seamos atacados por terroristas en nuestro país después de que nuestra frontera estuvo abierta durante los últimos cuatro años y entraron más de dos millones de refugiados. Oremos por la paz.”
En la división entre palomas y halcones a que ha dado lugar Donald Trump, enemistándose con quienes, como la representante Taylor, Thomas Massie de Kentuky y otros, han sido fanáticos defensores del errático y antiestético presidente, la decisión de bombardear Irán, la cual venía cocinándose en sus ínfulas de gran dictador, parece profundizarse con esta última decisión alucinada en su mente ególatra y presumida hasta el ridículo, pero mortífera como los arrebatos delirantes de Hitler.
No han bastado las enseñanzas de Irak y Afganistán. Dice el refrán que el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es el hombre y una vez más este ataque a un territorio ajeno, lejano y culturalmente distanciado años luz del nuestro, parece confirmar el popular refrán.
El problema que ocasiona involucrarse en una guerra de esta naturaleza es que no hay modo de dominar la situación. Pueden pasar siglos y los musulmanes, abrazados en su religión islámica, la cual es toda una cultura de hábitos arraigado durante centurias, profundizados e incorporados en el ADN de esas regiones, tribales unas y organizadas otras, pero llevadas por una sola creencia milenaria, rechazará la ajena por defecto. Porque allí nació la civilización, pero quienes allí quedaron han guardado en su interior el espíritu de los primeros tiempos donde el verbo se hizo carne.
Entonces pasará el tiempo como ocurrió en Afganistán, Irak y otras regiones cuyos desastres han sido menos escandalosos, y los mismo que fueron combatidos, bombardeados y masacrados, estarán de nuevo al mando, del modo que continúan hoy.
En una ocasión, conversando fraternalmente con Ricardo Alarcón de Quesada, a la sazón presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, con quien llegué a tener una amistad personal, le pregunté cuál era el propósito de construir en La Habana y en varios cientos de lugares de la Isla, tantos túneles militares, como si eso fuese a impedir el triunfo de un ataque por parte de Estados Unidos de América. El buen amigo me respondió: “los túneles no los contendrán, pero el problema es que luego que se cansen de bombardear tendrán que poner sus pies en tierra, y ahí es donde van a comenzar sus dolores de cabeza”.
El problema mayor que señalaba Alarcón, además del inconveniente que encontraría el agresor luego del bombardeo, en el caso de las guerras occidentales en Medio Oriente se amplifica, porque la similitud entre el agresor y el agredido en el caso de Cuba, independiente del lenguaje, es que hay multitud de rasgos similares entre esas dos culturas y hay espacios mayores para la negociación, mientras que en Oriente Medio el parecido entre un invasor estadounidense y un iraní es equivalente al de un rinoceronte con una avispa. Ambos son peligrosos pero la avispa en este caso, es totalmente impredecible, por razones que no hay que explicar.
En resumen, las guerras en Oriente Medio no pueden ganarse porque los territorios no pueden ocuparse. De ahí que la de Irak nunca fue ganada, y presenta aún choques intermitentes. Imaginémonos entonces que, si en ese territorio de sólo 438,310 kilómetro cuadrados aún existen los mismos problemas de entendimiento que cuando lo invadieron, como será en Irán con un territorio de más de 1,600,000 kilómetros, quien además tiene 998 kilómetros de frontera con Pakistán, país amigo y único de origen musulmán con bombas atómicas, que por cierto, y valga el parecido, las adquirió para defenderse de India que es una de las potencias nucleares.
Ese distanciamiento sideral de culturas, y el desprecio que les profesan los racistas blancos de piel o los de alma (que son peores), impide la ocupación indirecta y mucho menos la directa con las botas en el suelo.
Por eso Israel que es el único enclave no perteneciente a la región vive en constante tensión, aumentada por días porque durante su corta existencia se han dedicado a velar por los intereses occidentales, despreciando la región que ocupan.
Estamos en la continuación del último libro que terminó con el desastre iraquí y nos enfrentamos ahora a los mismos peligros que protagonizaron 19 fanáticos islámicos el 11 de setiembre de 2001. Aumentarán los gastos públicos y como consecuencia la deuda y nos enterraremos más en el fango del odio universal.
De nuevo Trump vuelve a mostrar hasta dónde puede llegar la estupidez fortalecida por la altivez y la ignorancia y anuncia la gravedad de una presidencia que trabaja incesantemente por eliminar la Ley de Control de Embargos de 1974 que tiene como objetivo impedir que los presidentes desmantelaran agencias; en esencia, Trump ha hecho precisamente eso. En 1978, los legisladores designaron inspectores generales independientes en las oficinas gubernamentales; Trump ha despedido a muchos de ellos y busca reemplazarlos con leales. En 1976 el Congreso estableció un término de 10 años para los directores del FBI y hasta el presente Trump ha despedido a dos de esos directores. Las barreras creadas después del escándalo de Watergate para evitar el despido de los trabajadores federales, han sido violadas flagrantemente por Donald Trump.
Esta guerra es un paso más en los afanes antidemocráticos del presidente.