Un socialista en Manhattan
Apreciada integralmente, Nueva York es la ciudad más importante del mundo. Con más de un billón de PIB y la bolsa de valores más importante del planeta en la cual, anualmente se realizan transacciones por 36 billones de dólares, es la tercera economía más grande de los Estados Unidos y la 14º del mundo. La urbe es ahora regida por Zohran Mamdani, joven promesa de la política estadounidense de 34 años. Para más señas nacido musulmán en Kampala, Uganda de padres hindúes y que se declara socialista democrático, cosa que para Trump equivale a comunista.
Nacido en Uganda en 1991, a los siete años llegó a los Estados Unidos donde ha vivido hasta hoy, adoptando los valores y los estilos de vida de la sociedad estadounidense, menos algunos de sus más connotados prejuicios. El nuevo alcalde no es racista ni xenófobo, no es militarista ni misógino, no defiende a las élites explotadoras y apuesta por las mayorías y los desfavorecidos por el sistema que genera pobreza para luego etiquetarlos como perdedores.
En 2017, se afilió a los Socialistas Democráticos de América, bajo cuyas banderas ganó las elecciones para la Asamblea Estatal de Nueva York, cargo desde el cual impulsó legislaciones sobre energías renovables, transporte público y protección contra los desahucios abusivos. En 2021 como miembro de la Asamblea, Mamdani ayudó a lanzar un programa piloto exitoso de autobuses sin tarifa.
En 2025, sin grandes patrocinios, con poco dinero y sin el apoyo de las élites se sintió con fuerza para lanzarse a la conquista de la alcaldía de Nueva York, frente a Andrew Cuomo, una “vaca sagrada” de la política local. En todo momento, contó más con el apoyo de la ciudadanía que con las elites. Más que a los donantes, apeló a los votantes.
Su programa, tanto liberal como socialista democrático incluye: autobuses urbanos gratuitos, protecciones medioambientales, control de armas, apoyo a los derechos de las personas LGBT, y acceso a viviendas económicas, supermercados con precios asequibles, unidades para cuidados infantiles, reforma de la seguridad pública y salario mínimo de 30 dólares por hora para 2030. Además, aumentos de impuestos para las corporaciones y las personas que ganan más de un millón de dólares al año.
¿Qué es un socialista democrático?
Juntar las palabras socialismo y democracia no es una invención de Zohran Mamdani, sino un hallazgo de Eduard Bernstein, un político socialdemócrata alemán que se distanció de Karl Marx debido a su visión reformista que, sin desmentir las posiciones revolucionarias del fundador del socialismo científico, adoptó actitudes reformistas, calificadas más adelante con acentos peyorativos como “revisionistas”.
Karl Marx, un judío al que su padre convirtió al protestantismo, no fue un radical, nunca empuño un arma ni encabezó revuelta alguna y que dedicó su vida a la investigación científica, al ser llamado para colaborar en la redacción del manifiesto y los estatutos de la liga de los Comunistas, puso como condición que lo haría sólo si era un documento público.
El desencuentro entre el marxismo y la democracia, refinados productos de la cultura política europea fueron gestados por la derecha. Siendo joven, por sus ideas, no por sus actos, Marx fue expulsado de su país y, por el resto de su vida se le impidió vivir en casi toda Europa. El divorcio se profundizó en medio de las tensiones de la Primera Guerra Mundial cuando, ciertos representantes socialdemócratas de entonces, en los parlamentos europeos, contaminados por un nacionalismo equivoco, votaron a favor de los créditos de guerra.
El desencuentro que pudo no ser antagónico como, para algunos círculos lo es hasta hoy, ha sido un lastre que ha deformado las esencias del pensamiento socialista y de las corrientes progresistas europeas y latinoamericanas. La errónea lectura del pensamiento de Marx realizada por representantes bolcheviques y luego por los comunistas soviéticos, quienes adoptaron el sectarismo, la exclusividad ideológica y el nihilismo respecto a otras formas del pensamiento político moderno.
El rechazo y la hostilidad mutua entre el comunismo, la democracia y el liberalismo, adoptados por unos y otros como dogmas, son todavía una tara o malformación congénita, presentes en importantes zonas del liberalismo y el marxismo que, incluso han contaminado a grandes grupos de adeptos y militantes de ambas corrientes avanzadas.
Empeños por machihembrar democracia y socialismo estuvieron presentes en las posiciones de marxistas como Rosa Luxemburgo y Liev Trotski que tuvieron oportunidad de debatirlas con Lenin, así como de otros pensadores que intentaron redimir al socialismo de prejuicios, todavía esgrimidos por los que, en Estados Unidos, inspirados en Joseph McCarthy excluyeron la izquierda, incluida la socialdemocracia y el pensamiento socialcristiano del credo político progresista.
El liberalismo y el marxismo, socialismo o comunismo, filosofías que florecieron en los siglos XVIII, XIX, XX y XXI, constituidas en troncos comunes que han inspirado la modernidad política y rebasando los estrechos horizontes sectarios del partidismo a ultranza, han dado lugar a las grandes corrientes políticas de la modernidad: liberales, socialistas, socialdemócratas y democracia cristiana que constituyen los grandes partidos políticos de nuestro tiempo.
Las dictaduras oligárquicas y militares en Latinoamérica, el fascismo en Europa, así como el primitivismo, el caudillismo, el tribalismo resiliente y el clericalismo, devenido fanatismo fundamentalista en Oriente Medio y otras locaciones, han sido enormes obstáculos, no sólo para el socialismo sino también la democracia liberal, generando enormes retrasos en el desarrollo civilizatorio.
A todo ello, en los últimos tiempos se ha sumado el fracaso del socialismo real y la inexplicable oposición de importantes sectores a las tendencias globalizadoras que son expresión, no de la dominación de clases ni al partidismo, sino de complicados procesos civilizatorios que se abren paso en medio de enormes complicaciones políticas, incluso étnicas.
Cuando, de la mano de la integración económica y política, el multiculturalismo y la universalidad se abren paso, el sectarismo étnico, amenaza con nuevas versiones de diferencias ideológicas. La humanidad que, particularmente en Europa avanzó en la supresión de las fronteras, no necesita nuevos límites, sino que, como alguna vez se dijo en China: “Florezcan cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento…”
Nueva York tiene hoy una oportunidad, no para el socialismo que no es una opción exclusivista, sino para un mejor gobierno que, debido a la pluralidad y la alternancia requerida por la democracia, dará paso otros y este a uno diferente. Así ha de funcionar el mundo que no está llamado a escoger entre moros y cristianos, judíos o gentiles, sino entre justicia social y opresión, democracia o despotismo.
Parece ser que, políticamente al optar por el pluralismo y la apertura, Nueva York está en el camino correcto mientras los sectarios que, desde la fe, el fundamentalismo y la tradición conservadora, a veces acudiendo a la represión o la violencia, se colocan del lado equivocado de la historia. Mamdani comienza ahora su andadura: Que haya para él: Buen viento y buena mar. Allá nos vemos.









