“ Ser o no ser”

Este sería y es el dilema de mucha gente  en todas partes del mundo. Pero cuando topamos con la cubanía de los nacidos en esa isla, la cosa cambia radicalmente. La definición es obvia, se és o no cubano. Se siente o no cubano. Se suda o no cubano. Se vive  o no cubano. Se actúa  o no cubano. Aquí y no otras son las decisiones de  “Ser o no ser…”

Cuando nos retrotraemos a medio siglo atrás de ahí en lo adelante, hasta llegar a solo un poco tiempo pasado, en el caso Cuba, tendremos muchas más respuestas que preguntas. Resultados de intentos y  en fin nuestra tierra ha sufrido y se ha reído siempre  de lo que la vida le ha deparado, pero siempre con sus singularidades de “a lo cubano”. Me refiero fundamentalmente a los que “se quedaron y los que se fueron…”. Las costumbres de nuestra sociedad han cambiado y desearía poder afirmar para bien, aunque hay razones para no ser absolutista en esto.

Después del 1,959, nace mucha de la gente que hoy manejan los destinos de los cubanos, tanto allá como acá. Unos de buena fe y dedicación por tratar de mejorar esa sociedad y otros,  en la hipotética acera  de enfrente, tratando de destruirla. Entre los más importantes personajes de uno y otro aspecto, se encuentran los miembros de los medios de comunicación social con sus influencias que con esas herramientas han construido una u otra tendencia.

En Miami, tenemos toda una larga lista de estos sujetos incluyendo la parte femenina, que se han dedicado desde que pudieron razonar, a actuar de manera complaciente y hasta agresivamente,  a intereses especiales. Y a sus bolsillos y cocinas. Claro que hay algunas honrosas excepciones, muy contadas por cierto, pero las hay. radio-miami.org, latardese mueve.com y la Revista Réplica son vivos y valiosos ejemplos.

Fabiola Santiago, es una de las que nacida con la Revolución Cubana y traída “como exiliada” a la edad de diez años por sus padres a esta parte del mapa, estudió y se integró a la larga lista de “complacientes  periodistas” del gueto cubanoamericanomiamense. Santiago labora en el mismo diario Herald –  en ambos idiomas –  desde 1,980, cuando solo cumplía su mayoría de edad. Ha ganado premios Pulitzer y otros galardones otorgados por sus comentarios y coberturas de los que ostentan los poderes especiales. Casos como cobertura del devastador Ciclón Andrew – 1992 – y el del niño secuestrado Elián González – 1999/2000 –   con cuyas seguideras noticiosas embellecía la narrativa de este repugnante acto de  secuestro. En ese reto de “Exilio histérico cubano vs. Cuba”, ganó la razón.

Fabiola Santiago siempre nos ha regalado su vitriolo contra los nuestros de la isla y de esta orilla que buscan la armonía y que les permitan realizar sus sueños de vivir en paz. Ahora esta escritora – “Siempre París” (Reclaiming Paris)  y otros –  y periodista a la vez, nos relata un cuento de Tía Tata, sobre las difíciles decisiones a tomar por los  pescadores y turistas que navegan por aguas de Estrecho de la Florida  y se tropiezan con “balseros y boteros” en salidas ilegales de Cuba hacia el Revuelto Norte. Según ella la decisión de llamar a los Guardacostas es condenarlos a su regreso obligado  a la isla y si les ayudan a llegar a la costa, serían  cómplices de un hecho delictivo  de contrabando humano. No da respuesta al dilema. ¿ Se es leal a las leyes o se violan éstas ? En otras palabras “Ser (informante) o no ser…”

De lo que carece  la Santiago es ir al grano y no hacer publicidad con una ley absurda y criminal – Acta de Ajuste Cubano – que tanto dolor ha causado en su historia, no combatiendo el hecho de su existencia en sí, que provoca este gran dilema incluyendo la frecuente  pérdida de vidas humanas. Rechazar y combatir  ese estímulo  yanqui de atraer como el único  privilegio en el planeta, de “Residencia Legal” a todo cubano  aquel que toque costas yanquis, es de lo que debe tratar esta “laureada” periodista de los  Heralds en sus artículos y no seguir complaciendo determinados gustos e intereses que solo van en contra a la ética periodística.

Les habló, “Desde Miami”, Roberto Solís.