Cada primero de Diciembre se celebra el Día del Locutor, siempre aprovecho en esta jornada saludar a mis amigos y colegas locutores cubanos y del mundo con un pequeño análisis sobre nuestra profesión. En mi caso personal comencé por la radio desde los 15 años, hablando por micrófonos hasta hoy que lo hago en RadioMiamiTV, un escenario para presentar la obra de la Cuba de Siempre.
Comencé por la cadena provincia de Radio de Holguín, fue mi primera gran escuela, luego le siguieron también en grande, Radio Mayari, La Voz del Niquel, la Radio Nacional de Angola y otras con la cuales colaboré, como La Radio Nacional de Venezuela, Radio Bras, Radio Moscú, Radio Nacional de España, las radios universitarias de Guerrero y Lagos de Moreno en Mexico y de manera muy especial Radio Sancti Spíritus y la dirección Nacional de La Radio Cubana. En todas estas radios emisoras aprendí a amar la locución y defenderla. Aquí les dejo con un pasaje del libro La radio Luz en la tierra, que he titulado Radio, tono, ritmo y timbre desde Cicerón. Doy gracias a todos mis maestros de locución y en este año quiero hacer una mención especial al gran locutor y maestro de profesionales de la radio holguinera y cubana Adolfo Victor Mora.
En Cuba y en Estados Unidos la locución tiene como antecedentes a los lectores de tabaquería si embargo existen documentos que dan cuenta como en el siglo I a. de C se apelaba a la elocuencia en el verbo, a la poesía y la oratoria utilizando métodos de comunicación de la escuela asiática con tendencias a exposiciones grandilocuentes y de expresión muy adornadas que cuidaban del ritmo de manera particular.
Vale la pena que los profesionales de la palabra del siglo XX1 estudiemos a profundidad el tono, ritmo y timbre. Tres aspectos en oportunidades desechados por las exigencias de una articulación impecable. En una correcta dicción NO se omiten eses finales o intermedias y los fonemas son pronunciados con óptima calidad; pero al descuidarse la velocidad y la altura de la voz da al traste con una locución desafinada. No quiere decir gritos, porque “gritarle al micrófono”, produce un mayor volumen de voz desde la garganta y se deforma el sonido ya que las cuerdas vocales al tensarse no vibran y la voz sale extremadamente aguda.
Cicerón desde el año 43 antes de nuestra era le daba una importancia capital a la Teoría y Práctica de la oratoria. Según la historia los discursos eran perfectos, verdaderas obras de arte de la comunicación humana. Desde entonces se conoce la locución con escuelas para la formación de oradores y hasta cómo componer discursos. Los auditorios no eran tan abarcadores como hoy la radio puede llegar hasta millones de personas al unísono. Imagínense a Cicerón hablando por radio. El hombre desde la antigüedad le dio un justo valor al lenguaje porque desde temprano supo que la palabra tiene poder, una fuerza multiplicada, ¿Cómo es posible escuchar hoy alocuciones sin elegancia y armonía?
Cicerón opinaba que el perfecto orador ha de ser una combinación de tres factores: disposición natural, cultura profunda y conocimientos de la técnica del discurso. El locutor de la era actual tiene que estar sometido necesariamente a una constante superación y acogido a los principios antes mencionados. Leer mucho y diversos textos en voz alta, en busca del tono central, y de hallar el justo ritmo asequible al oyente adaptándolos a los horarios del día y de la noche constituyen prácticas necesarias del profesional de la palabra.
Estudiar y estudiar para dominar el arte de persuadir. Si Sócrates tuvo la luz larga de crear una famosa escuela de oratoria en Atenas que tenía el concepto amplio de la misión del orador: un hombre instruido y movido por altos ideales éticos a fin de garantizar el progreso del estado, hoy día esos preceptos deben ser enaltecidos y preparar a los artistas de la locución como profesionales capaces de asumir los retos que impone una audiencia cada día más culta. Tales aspiraciones exigen de auto preparación.
Tres elementos básicos tono, ritmo y timbre sin olvidar la dicción, forman parte de procesos más complejos que necesitan de la respiración para producir una adecuada energía vocal donde no falte la intensidad y la interpretación de los contenidos que se emiten. Los expertos del arte de hablar consideran la fonación como factor importante del timbre que determina el tono y la melodía de la voz, mientras la resonancia natural de la voz es el elemento que completa la calidad de la cadena hablada.
El locutor es un creador de imágenes. Pinta con la palabra escenarios que repercuten en los oídos perceptores contribuyendo o NO a que esas ilustraciones, se queden o se esfumen rápidamente, si no llevan la intensidad y el uso adecuado de los valores explicados. El arte de la locución determina una constante ejercitación como un atleta de alto rendimiento. No puede descuidarse porque perderá la medalla de la atracción y el gusto popular.
El lenguaje radial se diferencia de otros medios porque el mensaje sale desde la boca y entra por un oído receptor donde NO interviene la vista humana. Cuando una locución agrada, los contenidos se sienten a profundidad, lo contrario si el hablante atropella los vocablos y realiza un mal uso de las técnicas profesionales de la locución. Frente al micrófono como ante la vida, se habla con el corazón.
La elocuencia del locutor radica en la elegancia de la pronunciación de cada una de las palabras y del uso adecuado de los signos de puntuación porque la pausa- ese silencio entre grupos fónicos o terminación de párrafos- según se entone, ofrece información captada de inmediato por el escucha, propiciando conductas positivas o negativas de aceptación o rechazo.
La reiteración del mensaje caracteriza el lenguaje en la radio. El cariño de los oyentes hacia el medio tiene que ver entre otras cosas por el constante repetir de ideas. El sentido de lealtad y la habitualidad de los espacios en el medio logran establecer un código de proximidad entre emisor y perceptor. La radio es capaz de guiar las sociedades creando atmósferas agradables, fruto de sonidos óptimos donde la voz es determinante cuando se pronuncia con sinceridad desde lo más hondo del comunicador.
El producto comunicacional radial va más allá de las palabras. Las palabras son solo el recipiente, la esencia, es su contenido y se enriquece con la forma de decir. No se concibe una radio triste. Este es un medio para enseñar el arte de vivir, de disfrutar, de crear, de aprender, de amar, de ser nosotros mismos y permitir que los otros también sean ellos mismos.
La radio tiene una fuerza creadora autentica porque todos sus contenidos entran por el sentido del oído, el lugar por donde el ser humano comenzó a escuchar los sonidos del mundo. La radio nos conecta con el poder del amor.
Esa es la mayor virtud: no se ve, pero se escucha tan hondo, capaz de trasmitir imágenes creadoras y sembrar sentimientos que la hacen un invento maravilloso.
Cuando los oyentes atribuyen cierta grandeza a un locutor, periodista o comunicador del medio o son generosos con determinada figura o emisora es síntoma de que la persona estimada o el colectivo referido realiza una labor profesional optima, o por lo menos cumple con la expectativa popular.
Un prestigio extraordinario para un creador o una radio impone una extraordinaria responsabilidad. El prestigio y la credibilidad de una emisora de radio se ganan con la eficacia cotidiana, desde un buen programa hasta las cuñas de propaganda que identifican el medio o una campaña de publicidad.
El ritmo está presente en todos los procesos de la vida que nos ofrece la naturaleza como secuencias estables de ocurrencias de fenómenos; según la Real Academia de la lengua, el ritmo tiene un significado tan ligado a los acontecimientos sociales que es imposible dejar de tener en cuenta: Se le llama “pulso de la vida” y es un aspecto esencial en todos los estados físicos: el latido del corazón, el flujo de nuestra respiración, las fases de la Luna, órbita de los planetas, vaivén de las olas, batir de las alas de las aves, monotonía de la oración, balanceo de los árboles, mientras las hojas oscilan más rápido. Así mismo, el ritmo se manifiesta en las estaciones del año, el tiempo, las mareas. Todos pulsan, vibran”.
Los expertos de música considera a los ritmos como estimulantes de las energías físicas y mentales, aceleran o retardan el latido cardíaco y, en consecuencia la actividad de todos los órganos relacionados, al punto de descubrir la importancia del tambor, porque suscita resonancia en nuestros propios ritmos biológicos y es capaz de alterarlos en forma dirigida.
De esta manera debe actuar desde su territorio cada emisora: reflejando el ritmo, el pulso de la vida de la gente. Hoy no se concibe un mudo sin radio. Por ahí andan algunos escondiéndoles “la bola” a la radio para dársela a la TV, sin darse cuenta que la gran virtud del medio radiofónico es la inmediatez, y que no se ve con los ojos, pero se toca con los oídos sin retardos.
Las emisoras que alcanzan efectividad trabajan como la mente humana, con cabeza fresca, presta a descubrir lo nuevo y para ello es necesario un alto nivel de investigación. Grupos de trabajo que se encarguen de ir a las fuentes y desmenuzar los contenidos que brindan los entornos.
Cada día en los medios funcionan mejor los equipos de trabajos para escudriñar las locaciones donde se hallan las noticias y desentrañar las causas de los acontecimientos para ofrecer a las audiencias productos comunicacionales veraces
Como nadie es inferior ni superior y cada ser es incomparable. La radio no es una excepción, sin pretender ser el centro del mundo el medio radiofónico es un soporte educativo de estimable valor; consiste en dar información, orientar y desarrollar el potencial de cada ser. Enseñar a los individuos a comportarse como seres humanos, a pensar y proyectarse en una sociedad cada día más compleja donde se exige un dominio constante de las nuevas tecnologías.
La radio es un magisterio en el éter. Se dice que el autentico maestro, es aquel que coloca las cosas frente a sus discípulos mostrándole lo maravillosas que pueden ser, despertando su sensibilidad, su confianza, e invitándole a experimentar. La buena radio no oculta secretos y no manipula a su audiencia. Guía por caminos limpios a sus oyentes. La radio tampoco lo dice todo para estimular la investigación, enseñar a reflexionar, llegar a conclusiones, comparar y hasta buscar en otros medios. Con tantas virtudes la radio no es orgullosa, promociona cada día los periódicos y la TV auque a ella no la mencionen al comprender que solo con la imbricación mediática la preparación del perceptor es más integral.
Los equipos de radios no deben faltar en las casas, en las industrias, centros de trabajo o escuelas porque sus contenidos están encaminados a crear hábitos de conducta, en hacer seres iguales que se relacionen, piensen, hablen y actué ajustándose a las costumbres comunitarias. La radio es un generador de arte y cultura.
La radio tiene el reto de ir más allá de las opiniones de los demás y mirar hacia adentro de sus colectivos, de ahí que los hombres y mujeres que realizan la labor diaria de informar y orientar necesitan de una calidad humana extrema, capaz de crear contenidos que forje el pensamiento de identidad familiar para cultivar la imagen de la nación.
Hacer radio es construir el pan diario espiritual, es contribuir a la alegría. Para lograrlo es necesario que los hacedores del arte del sonido radiofónico sean personas contentas, entusiastas, estudiosas y ostenten como nadie, la virtud de saber escuchar. Van Gogh escribió: «El amor es la mayor fuerza creativa y el mejor modo de amar la vida es amar las cosas que hacemos».
La cultura idiomática de los periodistas y locutores de la radio es reflejo de su cultura espiritual, por eso la radio como institución mediática de la sociedad, es también escuela y se construye sobre las bases de la teoría de la comunicación, cuyo propósito está mediado por el lenguaje, uno de los elementos esenciales que conforman la nacionalidad, encaminado a la formación del individuo desde una óptica más valorativa y humana.
La comunicación social es uno de los problemas relevantes en el contexto de la radio difusión, por esta razón se hace necesario que cada programa que se emita responda a las necesidades de expresión que poseen o necesitan los oyentes como punto de partida para incorporar con calidad este componente de la lengua materna en el acervo sociolingüístico de los profesionales del medio.
El lenguaje constituye un imprescindible medio de comunicación y de expresión. Mediante este, el hombre no sólo construye su pensamiento, sino que está en condiciones de exteriorizarlo y transmitirlo a los demás. Se evidencian así las dos funciones esenciales del lenguaje: la noética y la semiótica.
La expresión oral es el principal sistema de comunicación. Todos los demás se reducen a él. ”En efecto, el lenguaje escrito no es sino la fijación mediante unos signos gráficos de lo que decimos hablando”. (Carreter, F.L.
2001:17).
La adquisición de las pautas de la comunicación permite la socialización de las personas, de ahí que aprender a comunicarse es asimilar a interpretar el mundo circundante. Los periodistas, locutores y profesionales del medio son puentes paradigmáticos de la comunidad destinados a educar con la palabra.
Los que laboramos en la radio, profesionales de la comunicación debemos conocer cuál es la correspondencia entre comunicación y cultura, hasta el punto subliminal de no poder distinguirlas desde una perspectiva pragmática, ya que comunicar implica cómo se vive. Por este motivo, cuando se desarrollan las capacidades comunicativas, no se reduce a la comunicación lingüística, sino también a madurar como personas e integrarnos al contexto sociocultural.
La radio como institución de la comunicación crea un espacio interactivo entre el oyente y los realizadores bien definido, tanto a nivel general, institucional y particular. Es necesario formar en el periodista una concepción científica del mundo, desarrollar sus capacidades y habilidades, crear juicios, conceptos y valores éticos y estéticos; además de brindar en el proceso comunicativo, independencia en los enfoques de la realidad.
El colectivo de trabajo de una emisora debe ejercer un sistema de influencias que elimine las incorrecciones en la comunicación manifestadas por algunos periodistas y locutores como causa de los modelos familiares y el medio circundante, entre otras. Esta tarea implica procurar una formación capaz de favorecer los procesos de una labor permanente que coincida con los progresos de la ciencia, la técnica y el pensamiento crítico- reflexivo sobre la sociedad y la cultura. Cada emisora de radio debe ser una escuela en contacto con la Universidad más cercana.
Por consiguiente, la lengua materna es determinante en la defensa de los valores, ya que el proceso que asocia el lenguaje al pensamiento constituye un reflejo de la realidad y vía para transformarla. Deviene en este accionar, asumir una nueva toma de conciencia donde la comunicación forme parte
del verdadero proyecto de vida. El trabajo sistemático, unido a la recepción gradual de estas reflexiones, hace meditar en el tratamiento de las habilidades de la expresión oral.
El desarrollo de la expresión oral es una tarea de gran importancia para los profesionales de los medios audiovisuales, al ser considerados modelos de comunicación; por cuanto, el lenguaje no sirve solamente para establecer este proceso, sino que participa en la propia elaboración del pensamiento. De ahí la necesidad que se comprenda el deber de aprender a pensar, a formar un pensamiento teórico y reflexivo, que permita expresar los juicios, valoraciones, ideas sólidas y criterios propios, teniendo en cuenta el nivel de compromiso para la formación integral de la sociedad.
Desde que el hombre comenzó a hablar, la palabra se convirtió en el más importante medio de comunicación, aunque se valió de otros códigos no verbales para poder comunicarse, como el gesto, la acción, los sonidos, aún pobremente articulados o aquellos que se originaban por la interacción de palos, los golpes de tambor, etc. Estos constituyeron los primeros recursos que usaron los hombres para comunicarse entre sí y hacer llegar a las demás generaciones. Las necesidades prácticas de los hombres en sus relaciones sociales, propiciaron fundamentalmente el origen del lenguaje.