La iniciativa del presidente Donald Trump de “enriquecimiento cero de uranio apto para armas nucleares”, pudiera extenderse a la media docena de países capaces de hacerlo. Entre otras cosas porque no hace falta. La producción mundial del mineral y las reservas existentes cubren todas las necesidades, hasta alrededor de 2050.
No existe arma más inútil que las armas nucleares que además de no servir para resolver ningún conflicto, han estado a punto de provocar algunos como ocurrió en Cuba durante la Crisis de los Misiles de 1962, un momento que validó la afirmación de que los misiles y las ojivas atómicas ocasionan más peligros que seguridad.
El insólito bombardeo a instalaciones soterradas de Irán hace unas semanas es otra evidencia de que, sin armas nucleares, cada país y el mundo en conjunto, serían un lugar más seguro.
En ochenta años se han gastado miles de millones de dólares para fabricar miles de bombas atómicas y realizado más de dos mil pruebas nucleares, sin que afortunadamente se haya empleado ninguna. Desde los años 50 a la fecha se han fabricado miles de submarinos atómicos, de los cuales hay en servicio unos 200. Al finalizar la Guerra Fría, había más de 400 de ellos a flote. No menos de 300 fueron desguazados.
Aunque la producción de electricidad a partir de la energía nuclear es una conquista tecnológica, en casi 100 años, la electricidad producida con uranio no cubre ni el 10% de las demandas mundiales y existen más de 170 países que no cuentan con ninguna planta nuclear.
Aunque soy reacio a la demonización de algunas tecnologías, como ha ocurrido en algunos entornos, reconozco que, respecto al uranio, todo es difícil y extremadamente peligroso. Para colmo, no hay manera de deshacerse de los residuos y es sumamente complicado cerrar las minas, reactores, plantas nucleares, centrífugas y otras facilidades cuando dejan de ser útiles.
Quedé espantado al enterarme de que María Curie, la brillante científica, inventora del término radioactividad, tuvo que ser sepultada en un ataúd forrado en plomo y que sus restos aún son radioactivos, lo mismo que su tumba. Sus documentos no pueden ser consultados dado el nivel de radioactividad que conservan.
La actividad nuclear incluida la generación de electricidad, los combustibles nucleares y la ingeniería asociada con ella especialmente, son de doble propósito; sirven lo mismo para generar energía eléctrica que para construir municiones nucleares. Comparto las regulaciones y prohibiciones respecto a ella, recogidas en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, el principal instrumento contemporáneo de seguridad colectiva.
La fabricación de las primeras bombas atómicas, acelerada a pedido de Albert Einstein, el más destacado científico del siglo XX quien en 1939 alertó al presidente Franklin D. Roosevelt de que los fascistas alemanes podían lograr tales armas, fue un esfuerzo legítimo y una de las grandes hazañas científicas del siglo XX.
No obstante, cuando la bomba estuvo terminada, Alemania se había rendido, Japón estaría a punto de hacerlo y Roosevelt había muerto. No obstante, se utilizó contra dos ciudades japonesas, iniciando la infausta era nuclear que sólo ha ocasionado riesgos, tensiones y desgracias, la más reciente de ellas, la llamada Guerra de los 12 días.
Afortunadamente la visita del principal asesor político del Líder Supremo de Irán a Rusia donde conversó con el presidente Putin, el encuentro de representantes de Irán, Rusia y China respecto al tema y el anuncio de la inminente reunión de la “troika atómica europea” “E3” (Gran Bretaña, Francia y Alemania) con Irán para examinar las perspectivas de acuerdos, son acciones esperanzadoras.
Frenar la proliferación nuclear, no es muestra de debilidad sino un inestimable servicio a la humanidad. Bienaventurados los que dialogan por la paz y la seguridad de sus pueblos. Allá nos vemos.
Nadie necesita bombas atómicas
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